Los Cuatro Príncipes

Reencuentro

Nancy y Elizabeth estaban discutiendo hasta que Christopher les pidió guardar silencio…

—¿Pueden discutir allá afuera? Arthur está durmiendo.

—¡Yo me voy a quedar!

—Elizabeth, por favor —la condujo hacia la salida.

Una vez que Christopher y la joven estaban afuera…

—¿Por qué me sacas? —preguntó, molesta.

—Es mejor que Nancy lo cuide.

—No me digas que estás a favor de esa relación.

—Desde que ella vino al Liceo, he notado cierto interés entre ellos. No puedes intervenir solo porque eres la nieta. Conoció a esa mujer y Arthur se ha vuelto muy distraído.

—¿Ves? Eso es lo malo. El plan está en peligro.

—Al principio pensaba lo mismo, pero Nancy y Melody nos ayudaron a secuestrar a Daniel. El no tener a Luis Beenzi amenazándome significa que lo hicieron muy bien.

Elizabeth tenía que reconocerlo, aunque le costara.

En casa de Alan, el joven famoso iba de salida cuando se encontró con alguien. Era una chica de su edad, de cabello largo y castaño claro, con un adorno de flores en la cabeza y una vestimenta alusiva a la moda hippie.

—Hola, Alan —saludó.

—Gloria, ¿Qué haces aquí? —la reconoció.

—Vine porque Clara me lo pidió. Quiere que controle tu vida de alguna manera, pero eso es imposible. Ella no entiende que todos somos libres. Si a ti te gusta ser un soldado, es lo que quieres y nadie debe obligarte a dejarlo.

—¿Qué? Entonces, ¿Por qué estás aquí?

—Quiero que sepas que tu mamá vio unas fotos donde llevas un uniforme y un arma. ¿No has escuchado la frase: «haz el amor, no la guerra»?

—Sí, supongo que por eso te buscó a ti. No puedo creer que alguien me haya tomado esas fotos.

—Lo mejor es que nadie más las ha visto. Parece que ella te investiga y paga para que no difundan la información.

—Eso lo explica todo.

—Quiero apoyarte porque sé que eres una buena persona. ¿Por qué te gusta ser soldado?

—No es que me guste.

—¿Ibas hacia el Liceo en estos momentos?

—Sí, pero creo que ya no iré. Me seguirás.

—¿Por qué no quieres que te acompañe?

Alan guardó silencio un poco, para él, Gloria era una de sus pocas amigas sinceras. No quería involucrarla después de ver los poderes que tenían Joshua y Jamie, después de esos ataques en el Liceo. Joshua todavía seguía libre y podría volver.

—No te dejarán pasar.

—¿Qué pasa si faltas un día? Vamos a salir, hace mucho que no nos vemos.

—Lo siento. De verdad tengo un compromiso con ese lugar. Espero verte en la tarde… podemos salir y platicar. Ahora me tengo que ir.

Gloria ya no insistió. Él se fue, se subió al auto y el chofer cerró la puerta para luego dirigirse a su lugar. El auto se marchó.

—Por eso la señora Clara está tan preocupada.

En la escuela…

—Debemos ir a clases, pero… mi ropa está sucia y ni siquiera llevo el uniforme, estoy despeinado y no me veo bien como siempre —se quejó Dany.

—¿Eso es lo que te importa? —regañó Jamie— Tenemos problemas más graves.

—No me han dicho que ha pasado con Francis, creí que estaba con ustedes —intervino Uriel.

—No lo sabemos. Quiero pensar que está bien, a él no lo encerraron.

—Qué mal… solo los cuatro unidos podrán derrotar a Arthur —comentó Uriel.

—¿Y por qué no nos ayudas? —preguntó Jamie.

A Dany le importaba más su apariencia actual…

—Puedes usar tu magia para cambiarte —aconsejó Rainbow.

—¿De verdad?

—Sí, es sencillo. Concéntrate.

Usó sus poderes para cambiarse. Ahora se veía limpio y con el uniforme.

—Ya les ayudé mucho. Ahora ustedes encárguense —respondió Uriel.

—Bien, voy a buscar a Joshua.

—Espera —Dany lo sostuvo de la playera.

—¿Qué? —se volteó, harto de su amigo.

—Mírame, pude cambiar mi apariencia. Me veo como siempre, ¡muy bien!

Jamie no dijo nada, solo se molestó. Como él no había peleado el día anterior, no vio la necesidad de cambiarse y siguió su camino.

Llegaron al salón. Joshua se alegró bastante al ver a sus amigos, corrió a abrazar a cada uno, aliviado de verlos a salvo.

—¿Cómo fue que escaparon? ¿Qué paso? —estaba sin poder creérselo.

Sharon también estaba feliz, aun no se daba cuenta de la ausencia de sus amigas porque los jóvenes iban llegando poco a poco.

—Uriel nos ayudó. Hizo un hechizo especial… —respondió Jamie.

—Sí, y ahora las chicas están prisioneras.




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