Los Cuatro Príncipes

Despedida

—Podemos comenzar con la ceremonia.

Todos estaban presentes, sentados en los asientos alrededor de un gran arreglo de flores. Era una boda en el Mundo de la Magia. Joshua y los demás estaban sorprendidos…

—¿Qué no Uriel es demasiado joven para casarse? —preguntó Dany.

—Creo que ahora ya no importa eso… —contestó Joshua.

—¿Ese es Cupido? Se supone que pertenece a la mitología griega —comentó Francis.

—Sí, bueno… algo de eso me dijo Mark —explicó Joshua—. Es un ser mágico y parece que es muy poderoso.

—¿Por qué se ve que tiene nuestra edad? —Dany seguía con dudas.

La apariencia de Cupido era curiosa, pues tenía la forma humana y vestía con una túnica color blanco que dejaba descubiertos sus brazos, como la vestimenta griega. Las alas eran blancas también y grandes, se notaban a distancia, aunque las tuviera cerradas. El cabello rubio y rizado era lo único que tal vez coincidía con las imágenes que se mostraban de él en el Mundo Real.

—¡Dejen de murmurar! Este es un momento muy importante —pidió Sharon, en voz baja.

—Pero esto ni siquiera debería ser posible —insistía Dany.

Sandra, o, mejor dicho, Kristal y Uriel estaban tomados de las manos, mirándose frente a frente. Tal como estaba destinado, sus vidas se unirían para siempre. Ella conservó su forma humana, con el cabello rojo cubierto de flores, el vestido blanco y unas alas delgadas que salían de la espalda. Él vestía muy formal, pero no tenía cambios en cuanto a su apariencia, el ser un Hechicero no lo cambiaba de ninguna manera. Celebraron la unión. Todos estaban felices al ver a la Princesa Kristal.

Mientras tanto, en el Mundo Real…

—¿Dónde está la banda que debería tocar hoy? —preguntó Candy a Mayra.

—Ellos dijeron que llegarían temprano, pero no hay nadie. Solo espero que no me hagan quedar mal hoy o cancelaré su próximo concierto.

—No te precipites, todavía tienen tiempo —Candy notó la molestia de la joven.

En el baile, Sherly estaba buscando a Lucero.

—¿Por qué quieres buscarla ahora? Deberíamos hacer algo en la fiesta —se quejó Kenneth.

—Creí que no te gustaba bailar —comentó ella.

—Ah… sí, pero… si tú quieres bailar, podríamos hacerlo.

—Necesito hablar con Lucero, tenemos que hacer que esas tipas confiesen.

—¿De qué hablas?

—Es verdad… ¡no te he dicho nada!

Antes de que pudiera explicarlo, algo llamó su atención.

—¡Eres una imbécil, Violeta! ¿Por qué me están diciendo las demás chicas que nosotras provocamos el accidente? —reclamó Sarah, al llegar y tomarla de los cabellos de forma agresiva.

—¡Déjame! ¡No me toques! —se apartó rápidamente.

—Me están diciendo que abriste la bocota en la final del Torneo Juvenil.

—¡No les hagas caso! Están mintiendo.

—¡No es cierto! —decía una chica.

—¡Tú le dijiste a Sherly que le provocarían otro accidente! —acusó otra.

—¿Qué? —Kenneth se acercó al escuchar esto— ¿Eso es verdad?

Sarah se mordió los labios, no se había dado cuenta de que él pudiera estar cerca, escuchando todo.

—¿Ya viste lo que provocaste? —le dio una cachetada a Violeta.

—¿Qué te pasa, idiota? —la mujer se la regresó.

Las chicas comenzaron a pelear, causando un alboroto que llamó la atención de todos.

—¡Fue tu idea! ¡A mí no me estés metiendo! —gritó Violeta.

—¡Tú estuviste de acuerdo!

Candy llegó, acompañada de los policías.

—Así que era verdad lo que me decían las chicas. Ustedes fueron las causantes del accidente que tuvieron Sherly y Lucero.

—Sí, ya confesaron —añadió Sherly.

—Me temo que van a tener que acompañar a los policías —concluyó la prefecta.

—¡No! ¡Yo no formé parte de eso!

—¡Cállate, estúpida! —exclamó Sarah— No me pueden llevar así, ¿Qué les pasa?

—Ya estábamos enterados de la situación y contamos con una orden. Deben venir con nosotros —dijo uno de los policías.

—¡Sí! ¡Nos hicieron caso! —celebró Sherly.

—Nosotras te apoyamos —decían las demás chicas, las que habían escuchado todo el día del partido.

—Cuando se enteraron los papás de Lucero, contactaron a la policía —dijo una de ellas.

Kenneth quedó sorprendido al ver todo lo que estaba pasando y a la vez le parecía bien que ya hubiera una solución.

—Tenemos que volver a la fiesta. ¡Casi lo olvido! —dijo Joshua de repente— Vamos a tocar en la fiesta.

—¿Qué? —los demás no estaban enterados.

—¿Por qué no nos dijiste antes? —preguntó Francis.

—Mayra me dijo que nosotros tocaríamos y lo olvidé. Con la emoción de conocer el Mundo de la Magia, olvidé eso.




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