Los Cuatro Que Llegan Cuando Nadie Mira

PRÓLOGO

Me llamo Daniela Ríos y soy inspectora de homicidios desde hace doce años.

Estoy de pie frente a un cadáver cuando entiendo, por primera vez, que este caso no empieza hoy. Empieza mucho antes. Empieza conmigo.

Llueve. Siempre llueve en los momentos importantes, como si la ciudad necesita lavarse la culpa y no supiera cómo. El asfalto brilla bajo las luces azules y rojas, y el olor a hierro húmedo se mezcla con el del café frío que llevo horas sin tocar. No miro a los curiosos. No miro a los agentes jóvenes que todavía creen que cada muerto tiene una explicación clara. Miró el cuerpo.

Un hombre. Cuarenta y tantos. Sin documentación. Sin expresión. La piel pálida, casi tranquila, como si hubiera aceptado el final antes de que llegara. Está colocado con demasiado cuidado para tratarse de un crimen impulsivo. Alguien ha pensado en esto.

—Inspectora Ríos —dice una voz a mi espalda—. Tiene que ver esto.

Me agacho despacio. No por respeto, sino porque el cansancio se me ha instalado en los huesos. Alguien ha dibujado cuatro marcas cerca del pecho del cadáver. No son heridas mortales. Son cortes superficiales, precisos, simétricos.

Cuatro.

No necesito que nadie me diga que eso no es normal.

—¿Ritual? —pregunta el forense.

No respondo. Porque en mi cabeza, algo mucho peor empieza a tomar forma. He visto símbolos antes. He visto asesinos que necesitan dejar su firma. Pero esto no es una firma.

Esto es un anuncio.

Me incorporo y observo la escena completa. La posición del cuerpo. La distancia exacta respecto a la acera. La ausencia de lucha. Nadie muere así si no confía en quien tiene delante.

—¿Hora de la muerte?

—Entre las dos y las cuatro de la madrugada.

Asiento. A esa hora la ciudad duerme. A esa hora nadie mira.

Siento un escalofrío que no tiene nada que ver con el frío ni con la lluvia. Tiene que ver con la certeza. Con esa sensación antigua que solo aparece cuando algo va a cambiarte la vida.Porque mientras todos ven un asesinato, yo veo el principio de algo más grande. Algo que no entiende de justicia ni de leyes.

Cuatro marcas.

Cuatro silencios.

Cuatro pasos hacia algo que todavía no sé nombrar, pero que ya me está mirando de vuelta.

Levantó la vista y, por un segundo, tengo la absurda sensación de que no estamos solos. Como si la noche contuviera la respiración.

Me llamo Daniela Ríos.

Y esta es la historia de cómo intenté detener a los Cuatro antes de que llegaran.




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