Los Cuatro Que Llegan Cuando Nadie Mira

CAPÍTULO 5

El hambre no siempre se nota en el estómago.

A veces está en la forma en que alguien te mira cuando cree que no tienes nada que perder.

Llevo tres días durmiendo en el sofá. No porque la cama me resulte incómoda, sino porque no quiero acostumbrarme al silencio del dormitorio. El piso es pequeño, funcional, sin fotografías en las paredes. Nunca he sido buena conservando recuerdos visibles. Prefiero que el pasado se quede donde pertenece.

En el trabajo, la presión aumenta. Antiterrorismo solicita informes constantes. Quieren cifras, conexiones claras, nombres. Yo solo tengo discursos, símbolos y cadáveres que parecen piezas de un rompecabezas diseñado para no encajar del todo.

—Nos estamos quedando sin tiempo —me dice Lara una mañana—. Y sin margen.

Asiento.

—El hambre funciona así —respondo—. No te mata de golpe. Te debilita.

La pista llega de un lugar que no esperaba.

Un comedor social del distrito sur. Denuncias anónimas. Gente que entra y no vuelve. Personas sin papeles, sin familia, sin voz.

—No podemos intervenir sin pruebas —dice el responsable del centro—. Pero algo no está bien.

Entró como voluntaria. Sin placa. Sin arma. Sin respaldo.

Otra decisión pequeña.

El lugar está limpio. Demasiado. Comida caliente. Sonrisas ensayadas. Palabras de apoyo.

—Aquí nadie pasa hambre —me dice una mujer con chaleco gris.

La frase me atraviesa como una aguja.

Reconozco el discurso. La promesa. La trampa.

Observó a los usuarios. No todos comen. Algunos solo escuchan. Otros firman papeles que no leen.

—Es para ayudarlos a empezar de nuevo —explica la mujer—. Trabajo, alojamiento, comunidad.

—¿Y si dicen que no?

Sonríe.

—Siempre dicen que sí.

En el almacén trasero encuentro ropa doblada. Demasiada. Y teléfonos móviles guardados en una caja.

No hay violencia explícita.

Solo ausencia.

Cuando salgo, un hombre me espera al otro lado de la calle.

—Inspectora Ríos.

No me sobresaltó.

—Te advertimos —continúa—. El hambre es el más eficaz de los cuatro.

—¿Dónde están?

—Donde siempre han estado. En los huecos.

Antes de irse, deja algo en el suelo.

Una tarjeta.

Cuatro marcas grabadas.

La recojo con cuidado.

Sé que estoy cruzando una línea.

Y sé que no habrá vuelta atrás.




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