Alice pasó la noche en el Campamento Orión.
El retrato le seguía causando curiosidad, y lo miró durante un par de horas más. Sin embargo, terminó por aburrirse. No había nada que hacer en aquél lugar, excepto explorar. Al intentar salir, descubrió que la puerta estaba asegurada. Bufó enfadada y volvió a sentarse en el sofá.
—Parece que estamos encerradas aquí —dijo a la Nympha.
La criatura asintió con la cabeza, Alice soltó un pesado suspiro.
Por la noche, los habitantes del campamento encendieron la enorme fogata. Estaban sentados a su alrededor y Alice esbozó una sonrisa al imaginar que estaban asando malvaviscos y cantando canciones de hoguera. Aquello la hizo sentirse hambrienta. Miró hacia la cocina y bufó al ver que no había nevera. Volvió a sentarse en el sofá y la pequeña criatura se acercó a ella, mirándola con preocupación.
—Tengo hambre —se quejó.
La pequeña criatura voló hasta la cocina y comenzó a inspeccionar los gabinetes, hasta que encontró lo que buscaba. Había una canasta llena de frutas dentro de uno de ellos. La criatura tomó con ambas manos el tallo de una hermosa manzana roja y la llevó hacia Alice. La fruta era tan pesada para la pequeña criatura, que era casi imposible cargar con ella.
Con todo, llegó a su destino. Dejó caer la manzana sobre el regazo de Alice y con una sonrisa, la animó a comerla.
—Te lo agradezco mucho.
Le dio un mordisco a la fruta y se mostró sorprendida. Era la manzana más jugosa y dulce que jamás había probado. Volvió a morderla y la pequeña criatura sonrió satisfecha al ver que a la chica le encantaba el bocadillo. Al terminar, la chica miró a la criatura con un dejo de culpa.
—Lo lamento, no te dejé ni un pedazo.
La criatura esbozó una sonrisa y negó con la cabeza. Alice devolvió la sonrisa. La puerta se abrió en ese momento. Henna, Sonya y Blum entraron a la rústica vivienda. Al ver el pequeño desastre en la cocina, Henna casi fue víctima de un ataque de furia. Sin embargo, Sonya asoció ese desastre con los rastros de la manzana que Alice había devorado. Corrió hasta Alice y tiró de la piel de sus mejillas.
—¡Qué ternura! ¡La pequeña estaba hambrienta!
Alice entornó los ojos cuando Sonya la liberó. Blum se había alejado del grupo, tapándose la nariz con ambas manos y esbozando muecas de asco y disgusto. Alice volvió a sentirse ofendida. Henna bufó y ordenó rápidamente la cocina, la criatura blanca soltó una dulce risa, captando la atención de las tres mujeres. Sonya volvió a acercarse a Alice, pues su amiga había vuelto a colocarse sobre su hombro. Sonya extendió una mano hacia la criatura y dijo esbozando una amigable sonrisa:
—Ven aquí, pequeña.
Henna se acercó también, curiosa. Y aunque Blum también sentía curiosidad, se rehusó a acercarse.
La criatura se acercó a Sonya. Se posó sobre la palma de su mano y le dedicó una tierna sonrisa a la mujer. Sonya devolvió el gesto. Acto seguido, la criatura voló hasta quedar cerca del rostro de Henna.
Alice no comprendía lo que ocurría.
—Es una Nympha —afirmó Sonya con una sonrisa.
—Creí que todas las Nymphas habían muerto —dijo Henna, acariciando con un dedo el rostro de la criatura.
—¿Qué es una Nympha? —preguntó Alice.
—Son criaturas del bosque —explicó Sonya—. No poseen ningún tipo de magia, pero son en extremo amables, traviesas y serviciales.
Alice miró a la Nympha con curiosidad y esta revoloteó hasta posarse sobre el hombro de la chica. Acto seguido, señaló a Alice y esbozó una sonrisa para intentar comunicarse. Henna y Sonya intercambiaron una sonrisa.
—¿Qué está diciendo? —preguntó la chica.
—Creo que intenta decirnos que eres su amiga —explicó Sonya.
—¡No puedo soportarlo más! —Soltó Blum disgustada y salió corriendo por la puerta—. ¡Aquí apesta!
Alice volvió a sentirse ofendida. Henna y Sonya soltaron una carcajada.
—Tendrás que disculparla —dijo Sonya mirando a Alice—. Te daremos un poco de ropa para que ese hedor desaparezca de tu cuerpo —la tomó de la mano y añadió, emocionada—: ¡Ven conmigo!
Dicho esto, la mujer llevó a Alice de la mano hasta el segundo piso. Henna y la Nympha las siguieron. Subieron la escalera, los peldaños eran de piedra y algunos eran más altos que otros. La escalera conectaba con un largo pasillo. Del lado izquierdo había un par de ventanas y del lado derecho, había tres puertas de madera que conducían a dos habitaciones.
Sonya condujo a Alice a la segunda puerta y la abrió, provocando que esta soltara un rechinido.
La habitación era pequeña y acogedora. Al fondo había un par de ventanas. En el extremo izquierdo había una cama individual cubierta con una sábana de color púrpura. Había un baúl de madera a los pies de la cama, cerrado con un candado de bronce. Había también un armario y un jarrón lleno de flores coloridas colocado sobre una mesa de madera. Aquél lado de la habitación estaba mucho más ordenado que el derecho. Ahí había una hamaca hecha con hilo de color negro, sobre la cual había un mullido cojín blanco y un suave cobertor de color rojo. Había también un armario con las puertas abiertas y un montón de prendas de vestir tiradas por el suelo.