Cuando fue niña, Alice estuvo en un campamento de verano. Pues bien, el Campamento Orión era algo parecido. Al menos en el concepto de campamento, pues lo que menos había en ese lugar eran actividades recreativas. Alice descubrió que aquél lugar era semejante a una escuela militar, o al menos se asemejaba bastante a lo que ella creía que era una escuela militar. Dos días bastaron para que la chica se adaptara a ese estilo de vida y se acostumbrara a la gran cantidad de estrictas reglas que tenía que obedecer. Aún dormía en el sofá de la casa de Henna, Sonya y Blum, pues no había otra habitación para que ella la ocupara.
Alice descubrió que las ropas que Sonya le había prestado eran de lo más cómodas: las telas eran suaves como la seda y tan frescas como el algodón. Se amoldaban a la perfección a su cuerpo y le permitían moverse con tanta libertad que la chica maldijo todas las prendas que tenía en el armario de su habitación en Gran Bretaña. La chica logró pasear libremente por el Campamento Orión el día siguiente a su llegada. Se sintió bastante incómoda, pues todos los elfos del campamento la miraban tan intensamente que Alice sentía como si la desnudaran con la mirada.
Por la mañana, se reunían alrededor de la gigantesca hoguera, donde una anciana les servía un tazón de estofado. Alice se había acercado para desayunar con ellos, pero Flint la condujo de nuevo a la casa de Henna.
—Yaris, se encarga de alimentar a todos los Rebeldes que no saben cocinar —explicó Flint—. Nosotros desayunamos siempre con Henna, para no aprovecharnos de la comida de Yaris.
Alice descubrió que Henna era una excelente cocinera. Por un segundo, la chica esperó que le sirvieran algún platillo excéntrico y exótico. Se llevó una pequeña decepción cuando Henna le sirvió un trozo de carne de cordero asada y un plato de ensalada de lechuga y judías verdes, un vaso de jugo de naranja y una hogaza de pan recién horneado. Henna le dio a la Nympha un diminuto plato lleno de semillas. La pequeña Nympha comió lentamente las semillas, esbozando amplias sonrisas entre cada mordisco.
—Esas semillas se obtienen en el Bosque de las Nymphas —le explicó Sonya a Alice—. Las Nymphas se alimentan con ellas, pues cualquier otro platillo las asesinaría. Es como si ingirieran veneno. Pero para nosotros, son una golosina muy deliciosa. Tienen un sabor muy salado y puedes quedar satisfecha si comes al menos un par de ellas.
Alice quiso probar las semillas para comprobar aquello, pero decidió dejarlo para otra ocasión pues la Nympha parecía estar muy hambrienta.
Blum dejó de quejarse del supuesto hedor que emitía el cuerpo de Alice, ahora se limitaba a arrugar la nariz de vez en vez.
Al terminar el desayuno, Blum lavó todos los platos sucios y el grupo procedió a realizar sus respectivas tareas. Alice se dedicó a observarlos simplemente, lo cual le ayudó a aprender más sobre ese estilo de vida.
Henna se dedicaba a entrenar a un grupo de pequeños infantes, niñas en su mayoría, para enseñarles el arte y los secretos del tiro con arco, les mostraba cómo sostener el arco y cómo preparar las flechas correctamente.
Los pequeños debían disparar una flecha que se clavara en el centro de las dianas del pequeño campo de entrenamiento. Henna nunca fallaba un solo tiro.
Raziem enseñaba a un grupo de niños, y una que otra niña, el arte de la esgrima. Los niños usaban espadas de madera para entrenar. Raziem les enseñaba cómo lanzar estocadas y esquivar los mandobles enemigos.
Alice se preguntaba por qué había tanta diferencia de géneros entre arqueros y espadachines.
—Las espadas son muy pesadas y nuestras mujeres suelen ser frágiles como para sostener la espada correctamente y soportar su peso —le había explicado Raziem—. Por otra parte, los cuerpos gráciles de las mujeres las hacen perfectas para usar un arco, pues se les facilita más ocultarse en cualquier sitio para disparar a discreción. Aunque hay excepciones, claro.
Dristan y Blum tenían una tarea semejante a la de Henna y Raziem, entrenaban a los adultos para aprender a manejar las armas correctamente. Dristan enseñaba el tiro con arco, tenía una puntería impecable. Blum enseñaba esgrima y combate cuerpo a cuerpo a sus discípulos. Alice miraba impresionada la agilidad con la que Blum se movía. Le recordaba a un felino.
Flint se encontraba en el granero con elfos. Él y sus compañeros se dedicaban a forjar espadas y todo tipo de armas de metal, tales como dagas e incluso flechas para los arqueros. Flint estaba en su elemento, a Alice le sorprendió la velocidad con la que el elfo trabajaba. Parecía poder hacer tres espadas en perfectas condiciones en tan sólo quince minutos.
Por último, Sonya se encontraba cerca de la hoguera.
Estaba rodeada de varios elfos de distintas edades. Ella se encontraba al centro del grupo. Llamó la atención de Alice cuando con un floreo de la mano derecha logró hacer levitar un gran pedazo de madera. La palma de su mano y aquél objeto estaban rodeados por un ligero resplandor de luz blanca.
—Tienen que concentrarse para que el hechizo funcione —decía Sonya, mirando el trozo de madera suspendido en el aire—. La Levitación es uno de los hechizos más básicos.