Los cuentos de Chalo

Capitulo 1: 48 horas

Empezaba a no tener tan claro que fuera broma.

Lo que acababa de ver en las noticias me hacía pensar que lo que había vivido era más bien real. Entonces, si todo era real me quedaban apenas unas horas para resolver el problema expuesto.

No sabía si sería capaz.

Recapitulemos, una vieja amiga, vieja porque debía tener unos 80 años, me había

comentado que acudía a una reunión para amantes de las novelas de misterio. La señora adoraba a Dolores Redondo y yo era super fan de Agatha Christie, y nos conocíamos

de vernos en la biblioteca pública que, para feroces devoradores de libros, es el lugar más bonito del mundo.

Ella me había dicho que solían juntarse los domingos a las 7 de la tarde en un club social e

intercambiaban opiniones, comentaban libros, se prestaban ejemplares y que últimamente

uno de los asistentes planteaba un misterio o rompecabezas, lo que le pareciera mejor, que

resolvían en esa sesión o quedaba pendiente para la próxima si es que no hallaban la

solución ese día.

Decidí ir, me parecía muy interesante y no tenía ningún plan mejor. Pues sí, mi vida es así de

aburrida porque realmente la idea que me había hecho era de unas abuelitas contando qué

habían leído de nuevo o qué película moderna había adaptado mal otra obra de arte literaria

y me había parecido el mejor plan para el domingo que se podía pedir. Es lo que hay.

Llegué a la dirección indicada. Lo primero que me sorprendió fue el pedazo de edificio al

que llegué. Pregunté en recepción y me dijeron que el club se reunía en la puerta nº 24 de

la planta 48. Y allí fui.

Lo que encontré se parecía a lo que me había imaginado tanto como un huevo a un tigre.

Sentados formando un corro había una chica joven muy guapa que tenía un libro digital, dos

tipos totalmente anodinos leyendo algo, un señor mayor mirando a la nada, tres chicas

bastante jóvenes que charlaban animadamente entre sí y no había ni rastro de mi amiga de

la biblioteca. Saludé tímidamente y me senté en una silla que estaba libre. Los que no

estaban totalmente entretenidos me saludaron y volvieron a lo suyo. Al rato llegó el

estereotipo de un camionero con tatuaje de antebrazo incluido. Saludó y se sentó a mi lado.

Llegaron dos personas que no me resultaron interesantes y dos señoras del estilo de mi

amiga.

Yo estaba esperando que alguien tomara la iniciativa, pero parecía que eso no iba a ocurrir

hasta que llegó él.

Un señor de traje claro y sombrero apareció en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

Se sacó el sombrero de manera teatral y nos saludó a todos. Se dio cuenta que era la

primera vez que yo asistía y me hizo un mini interrogatorio de rigor para dejar de ser

desconocidos. Aprovechó a presentar a los demás y muy animadamente comenzó a

comentar la última película de Kenneth Branagh con la que no estaba muy conforme. Ni él

ni nadie. Como a mí me había parecido una aberración pude explayarme a gusto y me

pareció encajar a la perfección en el grupo.

Me sentía feliz de encontrar gente afín a mí y no soy capaz de recordar el momento en que

el señor del traje planteó el enigma.

Nadie supo contestar, aunque las teorías eran variadas y ocurrentes. Hasta yo aporté alguna

idea. Pero nada. Quedó pendiente. Se suponía que a la siguiente reunión tendríamos que

llevar la solución. Fue una experiencia muy gratificante para mí y me despedí de mis nuevos

colegas lectores.

Durante la semana siguiente no pensé mucho en el enigma, tenía mis propias ideas, por

supuesto, pero realmente le dediqué poco tiempo; pensé que alguien encontraría la solución

y podríamos discutir y divertirnos el domingo.

Antes de que llegara la siguiente reunión, acudí a la biblioteca a devolver unos libros que

me quedaban pendientes y escuché por casualidad a las bibliotecarias hablar de un

desafortunado accidente que se había llevado la vida de una socia. No sé cómo lo supe

pero comprendí a la primera que la persona del accidente era mi amiga, la que me había

hablado del club que me alegraba los domingos. Que pena me dio. No la conocía lo

suficiente, pero me causó una impresión muy fea y me dejó pensando durante mucho

tiempo.

El domingo volví a la planta 48 del fantástico edificio y me reencontré con casi todos los que

habían asistido a la reunión anterior. No estaban la chica guapa ni el señor mayor. Pero no

le di mayor importancia, no todo el mundo podría asistir todos los domingos.

Cuando el caballero del traje claro y sombrero hizo su aparición fue tan espectacular como

la vez anterior y lo primero que hizo fue preguntar si alguien había encontrado solución al

enigma planteado. Nadie tuvo nada que decir. Me dio la impresión de que el ambiente se

enfriaba y las caras se pusieron muy serias. Los ojos se movían nerviosos de un lado a otro

pero nadie tenía ideas que presentar.

El hombre del traje claro nos miraba uno a uno y su sonrisa agradable empezó a parecer

menos amistosa hasta desaparecer por completo. Con voz suave dio ánimos y dijo que los

allí presentes éramos perfectamente capaces de encontrar la solución. Se notaba una

tensión inusual para ser una reunión de amantes de los libros, sobre todo con lo agradable

que había sido la reunión anterior.

Se me ocurrió dar mi opinión y el caballero del sombrero me miró con un brillo extraño en

los ojos. Me dijo que no iba por mal camino pero que podía hacerlo mejor. ¨ ¿Alguien más? ¨

Preguntó, y la reunión se convirtió en un gallinero, con todos hablando a la vez. Yo lo

miraba todo con asombro y hasta con susto cuando una de las chicas jóvenes comenzó a

hablar más rápido y más alto hasta llegar a un llanto histérico que nadie pudo calmar,



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En el texto hay: misterio, humor, aventuras

Editado: 09.11.2024

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