Los cuentos de Chalo

Capitulo 3: El pastel

Era la fiesta de cumpleaños de mi primo y como siempre la casa de mi madre era el local elegido para el festejo. Normal. Allí siempre había lugar, bebida y si se avisaba con tiempo, incluso comida sin que nadie pusiera ni un céntimo.

Mi madre había criado a mis primos, a mis primos y a nosotros. Cuatro niños había siempre en casa como mínimo. Mis primos son los hijos de la hermana de mi padre, por eso él estaba totalmente de acuerdo en tenerlos con nosotros. Cuando mi primo era pequeño mi tía trabajaba mogollón y además estudiaba; siempre había querido ser enfermera y por supuesto lo consiguió. Se había quedado embarazada de mi primo mayor cuando era aún muy joven y había tenido que compaginar estudio, trabajo e hijo, por eso mis padres la ayudaban.

Después de acabar la carrera y de conseguir trabajo, cuando menos lo esperábamos se casó con mi actual tío, tuvo a mi segundo primo y se vinieron a vivir cerca de nosotros y así mi madre siguió encargándose de todos los niños. Ella dice que le encanta. No sabría yo decir…

Iba todo muy bien, mi madre y mi tía se llevaban bien y se compenetraban mejor, pero cuando mi tía percibió que sus hijos estaban más contentos en mi casa que en la suya la historia se torció un poco. Y el caso es que mis primos no quieren más a mi madre que a la suya, sino que en mi casa éramos cuatro niños para jugar y en la suya solo dos. Nosotros también los extrañábamos cuando volvían a su casa. Y muchas, pero muchas veces nos hemos ido nosotros con ellos a su casa a jugar y a pasar el rato.

Pero no hay color, la verdad es que no era igual. Mi casa siempre ha sido desbarajuste, música y un poco de descontrol, su casa era y sigue siendo normal. Eso a los niños nos gusta menos, ahora, de mayores, lo apreciamos más.

Al caso, que me lío dando explicaciones.

Mi primo, el pequeño, vino a festejar su cumpleaños a casa y en esta ocasión, nunca entenderemos bien por qué, a mi tía se le ocurrió que quería hacer el pastel ella misma. Siempre lo hace mi madre. La verdad que mi tía cocina genial pero la repostería no se le da. Mi madre hace unos pasteles de rechupete.

Pero esta vez mi tía quiso hacer el pastel. ¡Y qué pastel trajo! Era una pasada. De tres pisos, decoración exquisita y estaba espectacular.

Todos comimos, mi tía estaba encantada. Todo el mundo en la fiesta alabando el pastel. No quedó nada. Era el mejor pastel que habíamos probado en la vida. Y es que estaba buenísimo. Pero antes de que acabara la fiesta se desató la tragedia.

El primero fue el mejor amigo de mi primo, se encontró indispuesto y se encerró en el baño. Luego mi tío, se retorcía de dolor y se fue a su casa. Uno tras otro, todos los invitados empezaron con dolores y retortijones. Gemían, se retorcían y sufrían y clamaban pidiendo un baño. No había baños suficientes para todos en la casa. Sufrimos lo que se conoce vulgarmente como una diarrea galopante por la que tuvimos que llamar a urgencias.

La investigación dio como resultado que algo que habíamos comido nos había intoxicado.

Lo único que todos habíamos comido sin excepción había sido el pastel.

Las miradas se dirigieron obviamente a mi tía.

_Rut, ¿qué le pusiste al pastel?_ Preguntó mi tío

_¡Nada Pepe! Lo normal que se le pone a los pasteles _Titubeó mi tía.

_ ¡No digas que nada! Que yo me he pasado en el baño toda la noche. ¡Y con dolor!_ Vociferó mi tío

_¿Es porque odias a la tía Antonia?_ Preguntaba con lágrimas en los ojos mi primo pequeño. Siempre ha sido un poco melodramático.

_¡Yo no odio a mi cuñada! ¿¡Qué tonterías son esas!?_ Las cosas se iban poniendo feas.

_¡Que quiero saber qué pusiste en el pastel!

_¡Que puse lo normal que se le pone a un pastel! ¡Cosas de pasteles!

_Así nunca lo vamos a saber, vamos a su casa y revisemos la cocina_ Dijo mi hermano que todavía sufría dolores.

A todos nos pareció buena idea y allá fuimos. La cocina estaba impoluta. Perfectamente colocada. Los cacharros que había utilizado ya estaban lavados y los ingredientes todos guardados.

_Rut, ¿dónde está la receta? _ quiso saber mi padre que hasta entonces no había abierto la boca. Después supimos que era porque aún sentía arcadas y no quería hablar mucho.

_...La saqué de internet…

_¿De qué página? ¿Qué decía que había usar?

_No lo sé. No me acuerdo. Me estáis agobiando. Y yo también estuve mala y

_Pero menos _ Aclaró su marido_ Comiste lo justo. Como para estar algo indispuesta y ya.

_No sé qué quieres decir. Ni que lo hubiera hecho a propósito.

_No nos quieres decir qué le pusiste. No nos quieres decir de donde sacaste la receta. Tuvimos que ir a urgencias. ¡Es normal que nos cabreemos!

Y en un segundo empezaron recriminaciones matrimoniales y familiares en las que participamos todos, me avergüenza decirlo, pero así fue. Todos contra mi tía. Todos, excepto mi madre. Ella estaba allí parada, en aquella pulcra cocina que se diferenciaba tanto de la suya mirando las cosas como si fuera la primera vez que entraba en el lugar.

_Rut _ Se escuchó decir repentinamente a mi madre, con aquella voz de mando tan propia de las madres _ ¿Le pusiste cardamomo? Porque sabía un poco a cardamomo. Y seguramente un poco más de levadura por el yogur pero no rebajaste la harina de arroz en leche, ¿verdad?



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En el texto hay: misterio, humor, aventuras

Editado: 09.11.2024

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