De un capullo lleno de esperanza y riqueza emergió una flor de indiscutible pureza. Esplendorosa flor, cual adolescente inquieta, deseaba mostrar al mundo su radiante belleza. ¡Joven traviesa!, pretendías vivir los sentimientos que su cuerpo tienta.
—A muchacha tan atrevida e inconsciente— señaló un colibrí al intentar espolear la flor—privilegiado seré, si me aceptas como el elegido para el primer intento en multiplicar tu especie.
Pero la flor mostraba sus pétalos con intenciones provocativas, sin permitir al intruso tomara el néctar que da la miel y endulza la vida.
La actuación de la moza activo un peligro en su forma de vida; por lo cual sus padres, para evitar llantos y lamentos, rodearon a la flor de filosas espinas.
—Solo serás liberada de este sutil castigo cuando, en un amanecer, llegue el polinizador ungido. Travieso bandido, ha de probar su miel y transportar el polen como marca el destino de toda flor en este decente vergel. —señalaron sus padres.
Rodeada de espinas, ahora yacía la princesa, inquieta por no poder romper esa barrera, que le impedía vivir, como ella pretendía.
—Soy una Joven deseosa en ser el centro de atención, que disfruten de mi fragancia y mi dulce sonrisa. Añoro a galantes caballeros de otras comarcas, quienes seducidos por mi colorido andar y seductora fragancia trasladen mi polen a sus respectivos altares.— señalaba la moza.
Tal fue el castigo de sus padres a esta dulce flor que endureció su corazón y sofisticó su gusto.
—¡A moza cuya fragancia reflejaba una intensión maliciosa!,—señaló una mariposa vencida al intentar atravesar aquel campo de espinas—de seguir así estará destinada a quedar sola y no encontrar al caballero, quien al transportar su polen haga estremecer su espiga.
Fragante perfume de su vientre emanaba, anunciaba al néctar antes de convertirse en dulce miel. La flor se hallaba perdida entre espinosas ramas, confundiendo a todo lujurioso que a ella se le aproxime, en aquel lujoso vergel. Lanzas muy afiladas capaces de herir a quien tratara de tomar su néctar, transportar su polen y marchitar su pureza.
Despreocupada se hallaba la simpática flor; mucho tiempo le quedaba para atraer al príncipe de gran imagen, quien ha de traer el polen y engrandecer su linaje.
Se corría la voz por caminos distantes, cuando la garza anunciaba a todo caballero andante:
Bajo un imponente sol,
a la orilla de una ensenada
habita una hermosa flor
dispuesta a ser amada;
Pero… al tratar de tomar el néctar
que de su corazón emana
has de herir tus puros sentimientos
con sus espinas afiladas.
Por ello, llamo vuestra atención
insigne, valiente caballero
para que trate de picar la flor
y doblegar su encierro
Las espinas previenen una aventura inusitada, alejando a todo aquel que llegue a la ensenada con intenciones malvadas.
—Nadie ha de pasar esta intrincada maleza, que resguarda la pureza de esta codiciada presa.—señalaban los guardianes de esta hermosa princesa.
(…) Ha pasado el tiempo, se consumía la belleza de aquella flor y cual diminuta estrella, retaba a quien intentara alcanzarla; la flor se hallaba en un remoto lugar, solo accesible por la imaginación del poeta.
—Ingenua flor— señaló una abeja dorada—soy la más digna de probar tu néctar y brindarle miel a quienes te aclaman, pero tu soberbia marca tu destino de vivir sola y atrapada por hirientes ramas.
Preocupada se hallaba la flor al notar la primera mancha en uno de sus pétalos. Preocupada exclamo:
——¿Por qué no he de ser libre, como la briza que a mi alrededor florea, sin esas espinas que ocultan mi belleza y rasga la piel de quien intenta tomar el néctar y marchitar mi pureza?
»»¿Será que la briza, por ser una flor mas pequeña, es digna de sentir las caricias de la brisa mañanera y compartir sus deseos; y yo, por ser la hija mayor, estoy destinada para llevar la carga pesada de la moralidad de este jardín?
Los pétalos de la flor temían doblegarse ante las múltiples tormentas, al luchar contra las espinas para avisar a los jóvenes transeúntes, quienes ignoran su presencia:
«Son muchos los jóvenes que distantes pasan, y ninguno descubre mi radiante belleza por estar oculta entre filosas lanzas», los pétalos de la flor gemían impacientes bajo inquieta calma.
Mengua la vida, al retrasar la llegada del príncipe quien rescatara a la flor de la muralla espinosa (protectora de su pudor), provocadora de cruel desesperanza.
Clima inclemente osaste al tomar uno de sus pétalos, aquel marchitado por el tiempo, haciéndole desaparecer arrastrado por la brisa. Surgió un nuevo temor en la flor tras otras manchas en sus pétalos, las cuales enturbian el camino a su seno con mensajes de tristezas. ¡Anuncia un fatal desenlace!; aunque la flor, todavía cree contar con algún tiempo para ser rescatada.