Erase un pueblito de campo a la orilla de la carretera que daba a la principal ciudad de la localidad, por ser esa carretera la vía principal (carretera nacional), era muy transitada por vehículos de carga que al circular a toda velocidad provocaban muchos accidentes, especialmente, con el ganado vacuno que en busca de pasto atravesaban la carretera. Sin embargo, los habitantes de aquel lugar utilizaban la zona lateral de esa vía para construir sus casas y hacer estrechos caminos para evitar el riesgo a ser atropellados.
En una de esas casas habitaba Lorena una niña soñadora que deseaba ser útil a la sociedad donde vivía. La niña pensaba que el estudio era una manera para llegar a hacerlo; pero… no había escuela en su pueblo ni maestra que le instruyera. Lorena, como todos los niños de la localidad, solo contaban con la educación que sus padres pudieran darle, la cual estaba basada en los trabajos del campo: el cultivo de la tierra con técnicas ancestrales, la criar de animales domésticos, la preparación de los alimentos, los oficios de la casa, la reparación de la ropa deteriorada, entre otras tareas.
Para su distracción los niños elaboraban sus propios juguetes; como el trompo hecho con los troncos de los arboles, las zarandas fabricada con un totumo o tapara, el gurrufío, la perinola, entre otros. Igualmente los niños debían aprender a contar cuentos de caminos (historias de muertos, espantos y aparecidos), los cuales compartían en reuniones familiares.
En su inocencia, Lorena soñaba en ser una gran dama muy querida y valorada por la gente de su pueblo; así como tener muchos hijos que fuesen útiles a su localidad.
—Las tareas del campo y la criar de los muchachos, es lo que una mujel debe saber hacer, sin chisquearle a su mario—aconsejaba el padre de Lorena cada vez que esta compartía sus sueños con él.
El padre de Lorena era un campesino de piel morena y tostada por el sol debido a las largas horas de trabajo como jornalero en las tierras de las haciendas cercanas. Al igual que muchos vecinos, el padre de Lorena poseía un pequeño lote de terreno (conuco) donde cosechaba una variedad de alimentos para el consumo diario de su familia.
Como complemento a su alimentación, el padre de Lorena salía de cacería (en busca del salao) algunos fines de semana, siempre le acompañaban sus compadres y primos, y al regreso de esa actividad siempre tenían una enorme cantidad de carne, la cual debían repartir entre los vecinos antes de que se descompusiera, ya que solo contaban con la sal como producto para la conservación de los alimentos.
Lorena por ser hija única era quien hacia los mandados, era quien repartía las raciones de carne a sus vecinos, algunas veces recibía algún otro producto a cambio por la carne, otras veces Lorena dividía los productos que recibía, en varias partes para regalarlos a las personas necesitadas que encontraba a su paso.
—Aquí tiene vecina; lo que le mando mi mamá—señalaba Lorena.
—¡Gracias mi niña!, ¡por qué no te quedas un rato y juega con los niños! —Señalaban los vecinos que veían con beneplácito la presencia de Lorena y su relación con sus hijos.
En su contacto con otros niños, siempre Lorena terminaba haciendo el papel de madre, líder de una expedición o maestra; a los otros niños les gustaba jugar con ella por ser una persona muy inteligente y de gran imaginación.
Una tarde, estando Lorena en una quebrada recién seca, invitó a que sus amiguitos tomaran varias piedras:
Contemos niños todas estas piedras, mi taita dijo que son tantas como las estrellas.
Que si sabemos buscar entre ellos, podríamos hacer un puente más arriba del cielo.
Lorena siempre encontraba una oportunidad para enseñarles algo nuevo a sus amiguitos:
Uno, dos, tres, cuatro y cinco; uno, dos, tres, cuatro y cinco…amontonemos sin ´vela´.
Ahora ´partamos´ de cinco en cinco, la que se parecen y las amontonamos de nuevo.
En algunas ocasiones Lorena se encontraba con algo que le llamara la atención, ante lo cual expresaba:
—¡Ahi, que lindo!, ¡Que flor más bella!, ¡Qué lindo pajarito!
—Son flores de margarita y, aquel, un ruiseñor que el niño encontró abandonado en el campo. Si lo deseas te lo puedes llevar para que lo termines de criar, ya que no tengo paciencia para hacerlo—señalaba la vecina.
Así, Lorena regresaba a su casa en compañía de varios niños con un cargamento de mercancía mayor a la carne con la cual había salido.
Lorena no tenia hermanos con quien compartir sus inquietudes, por ello, cuando estaba sola en su casa, hablaba con las plantas, especialmente las flores, siendo aquella flor de margarita regalada por una de sus vecinas, con la que compartía sus sueños.
Un día se encontró una hoja de papel con unos símbolos raros en él, inmediatamente limpió el trozo de papel y fue ante su padre a quien le preguntó:
— Ta´, que rayas son estas.
—A eso le llaman letras y hay un mensaje oculto ahí.
—Yo quiero saber que dice—señaló la niña.
—hay que saber lee pa´ saberlo.