En un lugar remoto; un pequeño país se hallaba bajo el asedio de un ejército invasor, lo que condeno a sus habitantes a vivir en una angustiosa pobreza. Con el tiempo la población de aquel pequeño país asumió su desdicha como algo natural. «Pueblos inmersos en profundos vicios impuestos por la cultura de aquellos invasores (engendros del mal)». El racismo, el consumismo, el pillaje al bien ajeno, la degradación de la naturaleza, la violación a la vida y la corrupción eran consideradas virtudes en aquella maltratada sociedad. Patrones que impedían alcanzar su desarrollo, ya que toda la riqueza de su suelo y del esfuerzo de sus habitantes iba a parar a la tierra de los invasores. Pero lo más desastroso era que los niños de aquel país invadido copiaban los vicios de aquellos opresores.
Aconteció la llegada de la Tecnología de la Información y de la Comunicación (TIC); momento preciso para cambiar la conducta de aquella sociedad. Un grupo de personas creyeron que desde la escuela podían modificar los valores negativo que flagelaba a aquella sociedad.
Las TIC (recursos para educar al pueblo), la escuela (vanguardia social), el pueblo (recurso inviolable); ciudadanos (honradez, humanismo, solidaridad y amor). «Seres promotores de la paz y el desarrollo»
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Se construyó un edificio para regir el acontecer educativo de aquella sociedad; se levantó al norte de aquel pequeño país, al norte de aquella nación, al norte de aquella región. Su orgullosa estructura, trepanaba al cielo; ese edificio fue dotado con una valiosa inversión. Una moderna tecnología como corazón; palpitante y serena latía la solución. Solución a males, cual agentes impúdico impedia la construcción una sociedad mejor.
Una aguda antena gravitaba en su azotea, desde allí, ha de difundir una nueva señal: mandato rector que aquella sociedad anhelaba para que su pueblo enfermo corrigiera su mal. Los centros educativos repetirán la señal; ordenes que los maestros deban acatar. «Moral y luces», legado fundamental. Para que el nuevo ser pueda erradicar, modelos existentes en aquella sociedad, que llevó a su economía a una quiebra total.
Niños y jóvenes desde portátiles podrán recibir contenidos por la señal emitida; «las tecnologías como herramienta o medio acompasara la conducta permitida».
Aquel edificio será el pilar que fomentara: «unión, convivencia, justicia valorada», necesaria su presencia que garantizara mejoras a una nación abrumada por la corrupción que como podredura corroyó la actuación pública y privada. Estructura metálica que ha de sostener, contenidos intangibles creados con amor. Maestros idóneos y niños que atender, conformaran el binomio de aquella formación; no solo el acceso o el uso a la tecnología han de proponer sino la debida y eficaz apropiación.
La apropiación será la medida efectiva; ciudadanos aplicando esa tecnologías, problemas con soluciones positivas, niños cantando: «¡Esta tierra es mía!». Innovación social, comunidades activa, empleados al servicio de la ciudadanía. Confianza en la acción participativa, protagonistas garantes de la soberanía. Alma ciudadana que ha de alcanzar, valores morales que erradicaran aquellos vicios. Vicios impuestos por la cultura del mal, que violando vidas, a la corrupción dio inicio. Probada esperanza en las tecnologías; nociones guardas en atentos servidores. Aquel edificio erguido al norte, ha de rescatar la nobleza incólume de los padres fundadores. Mujeres u hombres no deberán vacilar, al recibir la señal y aplicar sus lecciones.
A veintitrés años, si todo marchara bien, aquella humillada sociedad podrá ver los frutos: cuando el nuevo ser (hombre o mujer), sean los formadores del ciudadano justo: donde reine la felicidad, cual dulce miel, nueva nación de honestos, cual atributo.
Cual natural amiga la tecnología se integrara. La información será el saber; remozaran valores, la praxis se congregara, su acceso y uso será un derecho y un deber. El conocimiento por doquier se desplegara: el pueblo alcanzara el poder, el vil egoísmo vencido se replegará, expulsando al malvado invasor de su territorio y aquella tierra volverá a vencer.
(…) El edificio será entregado a un político y educador (una alianza necesaria), el esclavo más instruido, quien había dejado las aulas por una oficina mejor. Como director un compañero de partido, y un audaz ahijado como administrador. Ante aquel nepotismo; el dinero prohibido…
Humo alucinante por los aeroductos; el administrador hacia sus negocios sucios agotando todos los recursos para satisfacer su tormentoso ocio. El director apoyó aquella excéntrica conducta, no compartió el vicio, pero si los beneficios.
Ante aquel despilfarro y ante la corrupción, no quedo más bienes para hacer banquetes, por lo que hurtaron los bonos de alimentación: generando conflicto, dimes y diretes. Empleados molestos por aquel cruel abuso decidieron sumarse a la onerosa peste; vendieron el tornillo que al servidor sostenía sin poder evitar que la señal se alienara a males existentes. La unidad sin rumbo ha de separarse, se dañó la señal emitida por el sistema. La moral ciudadana ha de complicarse, aquella distorsionada señal genero el dilema. Como estocada fatal repartieron el servidor, entre el jefe y el administrador; al director, a pesar de la incumplida labor, ascendieron con honores a un cargo mejor y seguirá disfrutando al compás de aquel son: «!funcionario deshonesto que no penalizó la labor de eruditos inmorales bajo su supervisión, que alegres se fueron con dinero y sin honor!»