Inspirado en los antiguos relatos ingleses de "Tom Thumb" y las leyendas artúricas que dieron lugar a los cuentos de "Pulgarcito" de los hermanos Grimm y más tarde de Perrault. Y también del cuento "El Sastrecillo Valiente" (Del alemán: "Das tapfere Schneiderlein") de los Hermanos Grimm, publicado en 1812.
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1° Parte: "Un amante rechazado y muy desesperado"
Algunas historias de amor son bastante peculiares. No siempre se dan las cosas como pensamos y a veces aunque existe un cariño entrañable y verdadero, las circunstancias a su alrededor hacen que aun el más puro sentimiento se debilite y desvanezca. El amor es a veces como un campo de guerra donde sólo los más valientes perseveran y vencen todos los obstáculos, inclusive aunque no sean correspondidos. Bueno, algo asi sucedió en esta historia en particular:
Aidan era hermoso y dulce, un joven de apenas dieciséis años que era hijo único de un afamado sastre del reino. Este hombre le crió prácticamente solo, ya que la madre de Aidan murió muy joven de una penosa enfermedad. El muchacho seguía los pasos de su padre y era su principal ayudante en su taller de costura. Debido a su gran talento padre e hijo tenía muchísimo trabajo ya que hacían los trajes de muchos nobles importantes y de los funcionarios de la corte del rey. La fama de su taller llegó a los oídos de mucha gente importante e inclusive la reina quería encargar a confeccionar un majestuoso vestido para lucirlo el día de su cumpleaños. Por esto motivo mandó a traer al popular sastre hasta el palacio.
Para el humilde sastre y su hijo aquello era una bendición del Hacedor. Si lograban conquistar el corazón de su majestad con un traje digno de ella, seguro terminarían haciendo los trajes de toda la familia real, un honor que era muy bien pagado. Al llegar al castillo esa tarde la emoción embargaba el corazón de Aidan.
—Mantén los ojos bien abiertos, Aidan. Fíjate en cada detalle que puedas captar de los gustos de la reina. Los colores que más use, las prendas, la decoración, su peinado, maquillaje, ¡En todo! Porque cada elemento dice algo de sí misma y si podemos captarlo será más fácil diseñar algo que le fascine.
—Sí, padre, asi haré.
Entonces Aidan observaba con detenimiento todo a su alrededor, y cuando fueron llevados antes unos de los suntuosos salones del palacio, el joven se admiraba de todo el lujo y de las obras de fino arte en aquel lugar. Todo allí era tan perfecto y exquisito, los muebles, las obras de arte y aún los más mínimos detalles de ese salón era cuidadosamente hechos con majestuosidad.
Pero Aidan no era el único que estaba admirando perplejo las bellezas que le rodeaban, alguien tenía sobre él su vista. Y es que el hermoso joven había captado la atención del príncipe y este no dejaba de contemplarle a escondidas. Ellis, que era el nombre de su alteza hijo de Sirene y Henry soberanos de aquel reino. Era un muchacho alto y apuesto, de cabello castaño y hermosos ojos verdes que estaba justo también en sus dieciséis. Y aun cuando era muy anhelado por las doncellas del reino, este no se había mostrado atraído por nadie hasta ese instante en el que vio aquel joven rubio de ojos color miel y un rostro tan bello como el de un ángel. Ni él mismo comprendía porque se sentía asi por ese desconocido, mucho menos por el hecho de que era otro varón como él, pero aún asi no podía evitar todo ese cúmulo de emociones que sentía en ese momento.
Luego de unos pocos minutos la reina entró al salón bien acompañada de sus guardias y sirvientes. El sastre y su hijo se inclinaron ante ella con mucha reverencia.
—Asi que tú eres el famoso sastre de quien tanto he escuchado hablar...—Le dijo la reina muy sonriente.
—Sí, Majestad. Me halaga grandemente que mi fama me preceda.
—¿Y el joven? ¿Es tu ayudante?
—Es mi ayudante y mi hijo. Aidan y yo estamos encargados del taller, el Hacedor le dio un gran talento y su mente creativa me ha ayudado a diseñar muchos hermosos vestidos.
—¡Oh! ¡Espero entonces que hagáis uno muy especial para mí!
—¿Y que tiene en mente su majestad? ¿Qué le gustaría lucir? —Le preguntó Aidan.
La reina entonces hizo un gesto muy gracioso mientras pensaba que quería. Era muy indecisa y en sí no sabía que responder.
—Quiero...un vestido...hermoso...y...único.
—¿De qué color lo desea, majestad? ¿Cuál es tu tela favorita? ¿Qué tipo de corte le gusta? ¿Quiere un talle oriental o uno al estilo cascada?
El sastre le hizo muchas preguntas a la reina y está ni siquiera estaba segura de lo que quería para sí. Al final sólo repetía lo mismo:
—¡Quiero un vestido hermoso! ¡Sin igual! ¡Pero que sea algo que nadie haya lucido nunca, que sea único! ¿Puedes hacerlo para mí, sastre?
El padre miró a su hijo con nerviosismo, pero Aidan sonreía con mucha confianza, y eso le hizo sentir seguro como para darle una respuesta a la reina: