2° Parte: ¡Déjese salvar, Alteza!
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—¿Armand? ¡Armand! ¡ARMAND! ¿Qué te pasa?
—¡Aimeé! ¡Es él! ¡Es él!
—¿Quién? ¿De qué hablas?
—¡Es el príncipe Troy!
—¿El príncipe?
—¡Aimeé, es él! ¡Sus ojos! Son los mismos del príncipe, los recuerdo. ¡Tiene que ser él!
—Armand, ¡cálmate! ¿Qué demonios estás diciendo? ¿De qué príncipe hablas?
—¡Ven! Salgamos de aquí y te explicaré...
Los gemelos salieron de la carpa. Armand observaba a los trabajadores del circo que llevaban agua y comida seca a algunas jaulas cercanas. Trataba de indagar a donde llevarían al "hombre-mono" luego de su presentación. Entretanto Aimeé le observaba confusa sin comprender por qué su hermano así, hasta que este la sujetó y la llevó a rastras con él.
—¡Armand! ¡Armand! ¿Pero qué diablos te pasa? ¿A dónde me llevas?
—¡Creo que sé a dónde está!
Escabulléndose entre las jaulas y cajas apiladas, los gemelos evitaban ser vistos por la gente del circo. Lograron acercarse a la zona donde permanecían las enormes jaulas de las bestias más poderosas y salvajes del espectáculo. Armand asomó la cabeza para asegurarse que no hubiese moros en la costa.
—Armand... ¡Armand!
—¡Baja la voz, estúpida! ¿Quieres que nos descubran?
—¿Pero qué estamos haciendo?
—¡Buscando la jaula donde tienen al príncipe!
Aimeé se soltó molesta y se cruzó de brazos frente a su hermano.
—¡Explícame qué está pasando o voy ponerme a gritar como loca!
—¿Qué no me estas escuchando? El hombre-mono, "Tarzán", ¡es el príncipe Troy! El príncipe que se perdió hace varios años atrás, cuando atacaron el barco en el que iba con los reyes.
—¿Te refieres al...verdadero príncipe?
—¡Sí! ¡Es él!
—¿Pero cómo puede ser él?
—¡El cuento de la adivina! Ahora todo tiene sentido: El niño del naufragio que vivió entre los salvajes en la isla, debe ser él. Por eso es que se convirtió en eso...
Aimeé se cruzó de brazos aún muy incrédula de lo que su hermano decía.
—¡Armand! ¿Qué no ves? La adivina trabaja en el circo, y "Tarzán" es un espectáculo del circo. Lo único que hizo fue timarte con esa historia. Aunque reconozco que fue una historia muy interesante, pero no es el príncipe perdido.
—¡Qué si lo es! Yo conocí al pequeño príncipe, hablé con él en la noche de su cumpleaños. Sus ojos, son de un color muy distintivo, son hermosos... y son los mismos del hombre-mono. ¡Y la historia concuerda! ¡Tiene que ser él!
—Armand...yo no creo que... ¡Hey! ¿A dónde vas?
—¡Lo encontré!
Armand se acercó de forma sigilosa a una enorme jaula. Aimeé corrió hasta estar a su lado. Allí vieron al hombre salvaje, ente estaba dentro de la jaula encadenado por una pesada cadena que estaba soldada a un collar en su cuello y fija en el piso. "Tarzán" estaba descansando, echado en el piso como un animal.
—¡Armand! ¿Qué haces?
—¡Es él! ¡Lo encontré! Sólo hay que buscar la forma de sacarlo de aquí...
—¿QUÉ? ¿Te has vuelto loco? ¡Es un salvaje! ¿No viste lo que le hizo a ese león? ¡Nos va a volver papilla!
—Pues si vamos a salvarlo hay que sacarlo de aquí, ¿no?
—¿Salvarlo? ¿Y quién nos salva a nosotros de él?
—¡Es el príncipe Troy! Es la cosita más adorable que he conocido en mi vida...
—¡Hace veinte años, Armand! ¡Ya no es una "cosita adorable"!
—Lo ha pasado mal, pero debe recordar algo de su pasado. ¡Quizás hasta me recuerde!
Armand buscó en los alrededores de la jaula algo con lo que pudiera atraer su atención. Así que empezó a lanzarle piedritas.
—¡Hey! ¡Hey! ¡Príncipe Troy! ¡Alteza! ¡Despierte!
—Armand... ¿Por qué no mejor regresamos a casa a rogarle a nuestro tío que no se vaya? ¿Y si le prometemos buscar un trabajo?
—¿Qué? ¡Estás loca! ¡Tenemos una mina de oro aquí! Qué digo oro, ¡Diamantes! Rescataremos al príncipe Troy y lo devolveremos a sus padres. El rey y la reina se sentirán tan agradecidos que podemos pedir lo que queremos y nos lo cumplirán. ¡Seremos inmensamente ricos y poderosos! Y también seremos "héroes". ¿Puede haber algo mejor que eso? ¡Ayúdame a despertarlo!
Aimeé le hizo caso a su hermano, así que le siguió la corriente y empezó a lanzarle piedritas al hombre-mono. Pero Armand empezó a desesperarse porque este no despertaba.