*Inspirado en la historia real de Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal, hija del Condestable del Electorado de Maguncia en Lohr, Alemania en 1728, y que fue adaptada como cuento en el año 1812 por los Hermanos Grimm bajo el título "Schneewittchen", "Blancanieves".
Érase una vez, en las nevadas tierras de los reinos del Este, existía una hermosa y joven reina que una tarde contemplaba curiosa a sus súbditas coser. Una de estas le preguntó si deseaba intentarlo y la reina muy alegre tomó el puesto de la doncella en la tejedora. Pero al girar el huso y colocar sus manos sobre la tela, fue algo torpe y la aguja rozó uno de sus dedos pinchándole. Se levantó nerviosa de allí y se acercó a la ventana, las doncellas la rodearon preocupadas al ver que la reina se lastimó, pero esta sólo sonrió.
—¡Tranquilas! ¡Sólo fue un tonto pinchazo!
Y extendiendo su mano, una gotita de sangre cayó sobre la nieve que estaba en la cornisa de la ventana. La reina miró como esa gota intensamente roja impregnó el blanco que cubría la orilla de la ventana, y esa hermosa visión emocionó su corazón.
—Deseo tener un hijo cuya piel sea tan blanca como la nieve, sus labios sean rojos como la sangre y su cabello sea tan negro como la madera de ébano de esta cornisa. —Dijo la reina mientras aun sonreía con aquella visión.
No mucho tiempo después, el Hacedor que había escuchado su deseo, lo hizo realidad: La reina concibió un bebé varón que atrajo la atención de todos por su peculiar belleza. El rey y la dulce reina no podían ser más felices con aquella criatura a la que llamaron Jurian, "El Príncipe de las nieves".
El Reino del Este era prospero, su tierra helada era rica en oro y diamantes. Aun a pesar de su clima frío y de su testaruda nieve, en la primavera los campesinos sacaban el mayor provecho a sus tierras y los mineros penetraban en la profundidad de la montaña en busca de sus riquezas ocultas. A esto, la nobleza y sabiduría del rey Judd en administrar con equidad las bendiciones de su país, hacía de este un reino bendecido. Pero mantener la paz no siempre era tan sencillo, muchos codiciaban las riquezas de este reino y todo el poder que en él se centraba, así que no faltaba quien conspirase contra la vida del monarca pretendiendo su poder aun sin ser parte del legado de la sangre real.
Una tarde que el rey y sus vasallos recorrían los campos helados de Larkin, la zona minera del reino, de pronto se toparon con un enorme león. Este era monstruoso, con dos poderosos colmillos que sobresalían de su hocico. Ante aquel terrible animal los hombres del rey intentaron hacerle frente, pero poco hicieron cuando la poderosa bestia mató a sus caballos y destrozó a los guerreros a zarpazos. El rey, por más que hizo frente con su espada a este enemigo, cayó muerto junto a sus hombres en aquella triste tarde.
Pero no todos murieron allí en la ladera nevada de esa montaña, un soldado muy malherido abrió sus ojos y vio como después de asesinar al rey, el león tomó forma humana y sacando un cuchillo abrió el pecho del monarca y arrancó su corazón. El asesino huyó dejando tras si aquella sangrienta escena.
El joven soldado murió horas después, pero no sin antes contar lo que vio a los hombres que descubrieron la matanza. La noticia del asesinato del rey recorrió rápidamente todo el reino y la joven reina quedó devastada al enterarse de la muerte de su amado esposo. De todas partes enviaron mensajes de consuelo y solidaridad por la pérdida absurda de tan excelso monarca. Entonces el desconcierto y el dolor inundó los corazones de los representantes de la corte porque debían escoger a alguien que ocupara el trono vacío de esta poderosa nación.
Según las leyes antiguas que aun regían, no podía la reina ejercer ninguna función de gobierno, ya que esto era reservado únicamente a los hombres y el príncipe Jurian tenía apenas dieciséis años cuando perdió a su padre, todavía era considerado un niño, debía esperar al menos un año más antes de ocupar el puesto de monarca. La corte real determinó que mientras el príncipe no cumpliese la edad mínima requerida para ocupar el trono, el canciller Dragan, quien era la mano derecha del rey, sería quien gobernase en su lugar de manera provisoria.
Aun a pesar del dolor y el pesar que había en el reino, la vida continuó adelante. Las esperanzas de todos estaban sobre el joven príncipe Jurian, quien desde muy niño se había robado el corazón del pueblo. Era un joven inteligente y con aquella curiosidad viva que heredó de su madre. Bondadoso, humilde y dulce con todos aquellos que le rodeaban, su carácter presagiaba que seguiría el ejemplo de nobleza y virtud de su padre el rey Judd. Además conocido era su valor y su habilidad creciente con la espada y el escudo, tenía también un gran empeño por entrenarse en las arte de la caza, quería ser un diestro cazador ya que anhelaba con toda su alma dar muerte a la criatura que asesinó a su padre.
Pero si algo llamaba la atención de este joven seguía siendo su hermoso aspecto: Su cabello era de un negro intenso como las piedras de azabache, sus mechones crespos caían graciosamente sobre su rostro que era fino y bello: Su nariz perfilada y pequeña, sus ojos semejantes en su color al mismo cielo, sus labios y sus mejillas eran de un rojizo muy intenso y delicado, y su piel era muy blanca, como la de una estatuilla de la más fina porcelana. Las doncellas anhelaban ganar su amor y las princesas de reinos vecinos soñaban con ser desposadas por este, pero el príncipe sólo tenía en su corazón una cosa: La venganza.