2° Parte: "La Bestia"
Como en todos los eventos anteriores, esa noche el príncipe se engalanó con un elegante atuendo y junto a sus padres disfrutaba de aquel festejo. Los músicos tocaban sus instrumentos y las jóvenes bailaban con los mozos mientras los nobles tomaban, reían y comían de las delicias que eran servidas por los criados. Todo siempre era derroche y lujo en el palacio porque el reino era próspero y al caprichoso príncipe siempre se le brindaba lo mejor de lo mejor. No se escatimaba nada, así que todo era sencillamente exquisito, despertando aún más envidia y la ambición de muchos nobles que esperaban que alguna de sus hijas fuese la escogida, y así de este modo ser parte de la familia real y gozar de sus privilegios.
Pero Léandre seguía el mismo patrón de las noches anteriores: Sólo bebía mucho, coqueteaba con todas, escuchaban los halagos de todos los asistentes y quizás se acostaría con alguna joven...o dos, para terminar rechazando cualquier compromiso y seguir su vida vanidosa y sin responsabilidades. Aunque una joven llamó poderosamente su atención: Era de una belleza muy particular y al caminar en aquel salón parecía que eclipsaba todo a su alrededor, su piel parecía de porcelana, fina y totalmente delicada; sus cabellos largos y rubios, sus ojos azules tan hermosos como el mismo cielo y sus labios rojos y tentadores atrajeron al lujurioso príncipe que se acercó hasta ella para bailar con ella.
—Mi bella doncella, ¿me haría el honor de bailar conmigo esta pieza?
La joven hizo una reverencia y tomando la mano del príncipe se dirigieron al centro del salón para bailar. De inmediato la pareja atrajo la atención de todos, ya que parecía que al fin alguien había captado la atención del príncipe lo suficiente. Pero nadie conocía sus verdaderas intenciones ya que no fue el amor lo que lo atrajo a ella, si no el simple deseo carnal.
—¿Quién es esa joven? —preguntó receloso Cyril a uno de los funcionarios reales que tenía bajo su responsabilidad vigilar el acceso de los invitados.
—No tengo la menor idea, yo no la enlisté, señor.
—¿Quién más aparte de ti hicieron las listas?
—Denis y Patric, señor.
Cyril se dirigió hasta esos funcionarios, e igual que el anterior ninguno le había enlistado; quien quiera que fuese esa joven no ingresó al evento pasando por los canales oficiales. El anciano muy preocupado se dirigió a los padres del príncipe, que por el contrario estaban fascinados con aquella escena de ver a su hijo tan atraído por esa bellísima joven misteriosa.
—¿Has visto eso, Cyril? ¡Léandre al fin se ha enamorado! Esa joven le ha fascinado como ninguna lo había hecho anteriormente. Creo que al fin escogerá su esposa...—exclamó el rey muy emocionado.
—Su majestad, nadie sabe quién es esa doncella ni como entró al evento. Por seguridad, deberíamos apartarla del príncipe e interrogarla, si no representa ningún peligro, pues que alteza se tome luego su tiempo de conocerla.
—¡Cyril! ¿Qué estás diciendo? Cuando al fin el príncipe se fija en una doncella, ¿tú quieres separarlo de ella y a tratar a la joven como si de una criminal se tratase? —El rey de inmediato le contrarió.
—¡Es inaceptable lo que dices! ¿Qué daño le puede hacer una jovencita así a nuestro hijo? Realmente estás muy anciano ya, Cyril, y desvarías. No se te ocurra interferir con ellos o te verás en serios problemas. —La reina se molestó muchísimo con sus palabras y hasta hizo una seña a los guardias para que apartar al anciano mentor de su presencia.
Nuevamente Cyril se vio rechazado y desestimadas sus advertencias. Pero el anciano era muy sabio y astuto, ya que en sus muchos años sirviendo al trono había visto cosas muy horribles: Traiciones, conspiraciones, mentiras y cualquier tipo de estratagema vil contra aquellos que aspiraban a llevar la corona. Como una bestia al acecho de su inocente presa, la ambición por el poder y la venganza rodeaban siempre a los herederos del reino y alguien como Léandre con su insensata actitud, era más que una presa fácil. Pero muy poco podía hacer el anciano por él, sólo contemplar en silencio su caída.
Léandre sin duda había sido hechizado por la hermosa joven, pero el demonio no puede atar a los hombres a menos que estos sean débiles y su espíritu ya esté contaminado; y el prepotente príncipe hace mucho había caído en las bajas pasiones y su consciencia había sido ahogada por su inflado orgullo. Así que fue tan sencillo para ella cautivarlo, hacerlo presa de su propia lujuria y en un momento el príncipe se llevó a la joven a su aposento, con la excusa de conocerla en privado...pero hizo más que "conversar", desató su deseo carnal con ella y como en otras oportunidades, una vez que sació su apetito ya la doncella había perdido su encanto para el caprichoso Léandre.
—Regresa al salón antes que echen de menos nuestra ausencia...—Le dijo a la joven mientras se vestían.
—¿Me escogerás a mí? Ya te has robado mi inocencia, y has probado que no hay otra en todo el reino como yo, no la hallarás.