5° Parte: "Julien, el criado"
—¡Esto está muy insípido! ¿Qué no tienes lengua? ¿No pruebas las cosas antes de servirlas?
—Si las pruebo, "su alteza"... —respondió el niño muy enojado.
—¡Léandre! ¡La cena está deliciosa! Deja de ser tan quisquilloso, Julien ha hecho un gran esfuerzo por hacerte este suculento platillo. Que hoy estés de un pésimo humor no es para que la pagues con él.
—¡Bah! ¡Igual siempre te vas a poner a defenderlo! Pierdo mi tiempo con ustedes dos, me iré a dormir un rato... ¡Y quiero mi chocolate caliente más tarde, Julien!
La bestia se retiró del comedor. Julien tomó el tazón donde comía el príncipe y lo arrojó muy molesto al fregadero. Cyril no podía disimular mucho la gracia que le causaba ver al pequeño de ese modo.
—No te impacientes, con Léandre. ¡Él simplemente es así! Sólo ignórale, es lo que yo hago.
—¡Es que es tan...! ¡Insufrible! No importa lo que haga siempre le consigue "peros" a todo. ¡Parece que le gustara molestarme! Es malcriado, caprichoso, prepotente y... ¡Terriblemente egoísta! ¿Por qué no le convirtieron en un ratón? Quizás así si fuera más humilde...
Cyril se levantó y ayudó a Julien a recoger la mesa. Frotó su cabeza y le animó a ir a descansar un rato.
—¿Por qué no vas a jugar o a relajarte un rato? Yo terminaré aquí.
—Pero es mi trabajo...
—Insisto. No eres un esclavo aquí, Julien; puedes ir a descansar. —Le dijo el anciano con una gran sonrisa.
Julien entonces salió de ese recinto y se dirigió al jardín. Aprovecharia el tiempo de descanso para disfrutar de un poco de aire fresco y quizás dormitar un poco bajo un árbol. Pero apenas pasó cerca del vestíbulo, donde el príncipe bestia estaba echado descansando, el agudo olfato del depredador sintió el olor del niño cerca y esto le despertó.
—¡¡¡JULIEN!!!
—¡Ay, no! ¿Qué no estaba dormido? —Chilló el niño fastidiado al escuchar su gruesa voz llamándole.
Molesto, se acercó al vestíbulo para ver que deseaba "su señor".
—¿¿¿Qué quieres ahora???
—¿Qué tono es ese con el que me respondes? ¿Crees acaso que soy otro mocoso tonto como tú? ¡Respóndeme como es debido!
—Disculpe... ¿Qué desea..."alteza"? —respondió Julien entredientes.
—¿Sabes leer?
—Bueno...sí.
—Vamos a la biblioteca...
La bestia se incorporó en sus cuatros patas y salió del vestíbulo seguido por el niño. Entraron a una inmensa biblioteca que estaba en una de las alas del castillo. Julien jamás había visto tantos libros en su vida, y esto alegró mucho su corazón. Léandre se acercó a un costado de uno de los libreros y le señaló al niño un libro.
—¿Ves ese libro rojo con letras doradas en el lomo? Tráemelo, pero procura no caerte de allí, usa la escalera.
El niño observó la escalera que colgaba al inicio del librero y la movió hasta ubicarla donde estaba el libro que el príncipe le solicitó. Subió allí y lo tomó. Al bajar de la escalera se lo extendió a la bestia.
—Tenga su libro. ¿Me puedo ir?
—¡NO! ¿Acaso eres idiota? ¿Qué no ves que no puedo leerlo por mí mismo? No puedo tomar el pequeño libro con mis grandes patas ni abrirlo y pasar las hojas con estas garras. ¡Tú lo leerás para mí!
Julien suspiró fastidiado y armándose de paciencia se acercó a una mesa que estaba en el lugar sacó una silla se sentó abriendo el libro frente a sí. El príncipe bestia se puso detrás del niño y desde allí observaba las páginas del libro.
—Empieza desde la página ciento veintitrés, hasta allí me lo leyó Cyril... —Le dijo a Julien con su ronca voz muy cerca de su oído.
El niño entonces comenzó a leerle desde esa página:
—«...Repli...cóle el...adivino Aquí...Aquíleo el de los pies ligeros: —¡Atri...da glorio...sísimo, el más codi...cioso de todos! ¿Cómo pueden darte otra recompensa los... mag...mag...magná...? ¿Magnáninos? »
—¡¡¡MAGNÁNIMOS!!! ¿Qué no conoces esa palabra? —Le gritó Léandre.
—Es una palabra muy difícil...
—¡No es difícil! Sigue leyendo...y trata de hacerlo corrido esta vez...
—Bien...
Julien intentó de nuevo retomar la lectura:
—«...los magná...nimos aqueos? No sé que...exis...tan en parte algunas cosas de la comunidad, pues las del... saqueo de las ciudades están...re...partidas, y no es con...ve...niente obligar a los hombres a que nuevamente las junten. Entre...ga ahora esa joven al dios y los...a...que...os te pagaremos el triple o el cuá...dru...ple, si Zeus nos permite tomar la bien mu...ra...da...» ¿Mu...rada? ¿Y qué es una murada?