"Los Cuentos de Príncipes sin Princesas"

"El Niño y el Príncipe Bestia" - Parte Final

Final: "Un viaje sin retorno"

—¡Hola! Tú debes ser Julien, ¿no es así?

Cuando el joven se dio vuelta, vio a una hermosa doncella que le sonreía. Esta traía en sus manos una bandeja con un consomé de pollo para su padre. Al verla, Julien no sabía cómo actuar ante ella, sólo pudo sonreírle con timidez.

—Si...yo... ¡Soy Julien! ¿Y tú...?

—Ysolt... Mi madre es Esther, la ama de llaves de la residencia. Tú padre siempre me habla de ti, que bueno que hayas podido venir a verlo. Seguro ahora se recuperará en muy pocos días.

La joven colocó la bandeja con mucho cuidado sobre la mesa y ayudó al señor Devaux a incorporarse, acomodando unos almohadones tras su espalda. El padre sonrió al ver a la joven.

—¿Ya conociste a mi hijo menor, Ysolt?

—Sí, señor Devaux. Es un joven muy encantador. —Le respondió Ysolt mientras tomaba la bandeja y le atendía para que tomara su consomé.

—Julien, Ysolt es como un "ángel", no sólo porque es bella, sino porque es muy dedicada y humilde. Siento como si ella fuese la hija que no pude tener y me ha cuidado todo este tiempo de forma muy preocupada. Ya que estás aquí, espero que se lleven bien.

Al oír eso, la joven se sonrojó por completo. Obviamente para el señor Devaux, Ysolt era desde hace mucho la doncella perfecta para su hijo menor. Era hermosa, de carácter dulce y sencillo; la esposa que deseaba para Julien. Aunque esto era otra razón más para que sus hermanos le odiaran, ya que la joven siempre les rechazaba todas sus pretensiones románticas y ahora le sonreía emocionada al recién llegado.

De su mano Julien conoció el resto de la residencia, los jardines, la caballeriza, y todo el resto de la enorme propiedad de los Devaux. Ysolt le contó a Julien como su padre había alcanzado toda esa fortuna y los proyectos que deseaba emprender próximamente. También le contó al joven cuánto su padre hablaba constantemente de él y como le había extrañado.

—¿Mis hermanos? ¿Siguen causándole problemas a mi padre? —preguntó Julien con preocupación.

—Sí, joven. No han hecho más que traerle innumerables dolores de cabeza al señor Devaux. Malgastan su fortuna y en vez de ser de ayuda, más bien le entorpecen. Ensucian el nombre de su padre con sus fechorías y los lugareños no les soportan. Su padre no merece los hijos que tiene.

—¡Eso va a cambiar! No voy a permitir que sigan destruyendo la reputación de mi padre ni que se aprovechen de la gente, Ysolt. ¡Los encararé!

—Joven, Julien, ¡tenga cuidado! No sabe lo que ellos son capaces de hacer...

—¡Si lo sé! ¡Muy bien que lo sé! Pero no te preocupes, no les tengo miedo.

Y asi los días transcurrieron. La presencia de su hijo hizo que René Devaux mejorara considerablemente. En muy poco tiempo ya no había signos de su enfermedad y pudo levantarse de la cama. Julien le asistía y no se separaba de él ni un instante. Durante ese tiempo, sus hermanos mantuvieron un perfil muy bajo intentando disimular el odio que sentían por su hermano menor. Les convenía mucho esa mejoría de su padre ya que él era quien dirigía el negocio y por tanto, quien generaba la riqueza que ellos tanto disfrutaban. Pero en silenció buscaban el momento perfecto para atentar contra Julien.

También la cercanía de Julien con Ysolt creció y esto alegraba profundamente el corazón del padre. Julien comenzó a sentirse atraído por la belleza de la joven y por su dulce carácter, aunque sus sentimientos por ella no eran muy claros; algo inquietaba el corazón del muchacho y hasta el momento no lo comprendía.

Una tarde, Julien paseaba con Ysolt por los hermosos jardines de la residencia Devaux. El sol brillaba con mucha fuerza, pero el clima era muy fresco, asi que decidieron sentarse bajo la sombra de un viejo olmo a disfrutar del aroma de las flores cercanas y conversar. Pero al estar allí bajo el frondoso árbol, Julien recordó las tardes que compartían con el príncipe bestia y entonces se preocupó.

—¿Qué te ocurre, Julien? ¿Qué angustia tu corazón? No trates de disimular, porque sé muy bien que algo te mortifica desde hace días. —Le comentó la joven que notó la tristeza en su rostro.

—Tengo que volver al castillo, Ysolt.

—¿Vas a irte? ¡Pero si ya estás en tu casa! Tu padre se sentirá destrozado si te vas.

—Aún no he cumplido el tiempo de mi contrato, me restan algunas semanas y prometí que regresaría, le di mi palabra al señor del castillo que volvería apenas mi padre se recuperase. Ese fue nuestro acuerdo.

—Pero... Julien, ya no eres un esclavo.

—En realidad nunca lo he sido. Serví de buena gana a mi señor durante tres años, como mi padre convino; pero durante ese tiempo aprendí muchas cosas y me sentí en casa. El señor de ese castillo me trató bien y me protegió. De hecho él salvó mi vida cuando mis hermanos me abandonaron a mi suerte en un oscuro y peligroso bosque. De no ser por él hubiese sido devorado por los lobos.



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En el texto hay: lgbt, gay, cuentos de hadas

Editado: 19.02.2018

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