Los cuentos de Teresa

Tres botones rojos | Drama, periodistico

A Usma Kroshtkin la mataron el 15 de agosto de 2010 en la sala de su casa mientras daba pecho a Lucerito. El galló cantó tres veces, como lo hizo para Cristo cuando Pedro lo negó, la brisa del este sacudió los cálices del campo, llevando consigo el olor de su sangre.

Según los registros, Usma y sus padres llegaron de Croacia en el ´88 cuando ella tenía diez años, se instalaron en la finca Rosalita, la más grande y fructífera de la región de Nuevo San Tomás. No hablaba español, pero aprendió, y pronto olvidó que una vez vino de un lado y se fundió con Latinoamérica como las raíces se aferran a la tierra, desesperada y pasional, con la violencia de los amantes. Se volvió una fierita salvaje causando estragos en todo el pueblo, la expulsaron del colegio dos veces y fue presidenta estudiantil cada de su ciclo secundario. Desprendía un aroma a revolución y no podía con la cara de guerrillera.

En las fotografías se le ve junto a Oscar, incluso en las del ´88. —Éramos vecinos —dice él, sus manos se aferran al retrato de Usma con tanta fuerza que los nudillos se le tornan blanquecinos—, crecimos juntos. Fuimos a la universidad y juntos formamos parte del Cuerpo Estudiantil Universitario que en ese año se opuso a la privatización de la Universidad Nacional y consiguió la destitución del rector Nataniel Ortega. Ambos estuvimos esa noche en que desaparecieron los treinta y cuatro compañeros estudiantes cuando las protestas se pusieron calientes. Vimos cómo se los llevaban.

Su relato está lleno de pausas, durante toda la entrevista el brillo de sus ojos se enciente y se apaga como la ternura de las luciérnagas. La ama, lo puedo ver, aún después de diez años. Oscar Álvarez era el hijo de unos campesinos pobres de la campiña, pero el amor no conoce de estratos socioeconómicos y se casaron en la Rosalita con la bendición de ambas familias.

—¿Hubo alguna advertencia antes? —inquiero con cautela, mi bolígrafo listo para calcar sus respuestas, en la cocina la tetera para el café silva, él se endereza y señala con la mirada el sobre en la mesita para el café. Se va. En el interior del sobre hay una memoria USB y tres imágenes impresas, siento la sangre tornándose fría en mis venas al reconocer a un importante congresista en ellas. Le pido disculpas al lector por omitir nombres, pero la sensibilidad de la información que recibí esa tarde me lo impide.

Luego de graduarse él se desempeñó como docente en la Escuela Normal Central de Nuevo San Tomás y ella en la Secretaría de Salud Ambiental, donde comenzaría su camino hasta esa tarde donde la asesinaron a sangre fría con tres botones rojos en el cráneo.

La primera victoria la tuvo en el 2007. Denunció la explotación minera que amenazaba con contaminar el río Higuito de la comunidad vecina con el mismo nombre. Las protestas que organizó con los pobladores le costaron el puesto de trabajo, pero eso no la detuvo. Sus colegas continuaron con el proceso judicial por ella mientras que afuera, el matrimonio Kroshtkin-Álvarez se dedicaba a educar a la población en temas de derecho y explotación sustentable de sus recursos. Ese año se consiguió detener el proyecto y sacar a la compañía del país. Usma consiguió la atención de la prensa internacional.

En la pared hay al menos veinte fotografías de Usma junto a distintas personalidades, incluido el presidente de República, los premios que ganó están resguardados en urnas de cristal y la pañoleta roja que la caracterizaba también esta exhibida como un tesoro. —Viene mucha gente a visitarla y a hablar conmigo, le traen regalos a Lucerito y a ella, más que todo indígenas y colegas de la lucha —explica Oscar—. Lo que ella hizo no murió.

Se detuvieron cinco madereras que explotaban las zonas protegidas de la región, entre ellas la vinculada al hijo del congresista Violencio Dominguez por el partido conservador, esto fue en el 2009. Ese mismo año se organizó el Frente Civil para la Conservación de los Recursos Naturales y Patrimonio Indígena, más que un partido político ha sido un frente de resistencia desde el cual se libra en la actualidad la lucha por la inclusión de los representantes indígenas en el Congreso Nacional, una lucha que se avizora sangrienta desde la lejanía, pero también llena de esperanza.

Fue cuando ocurrió el “accidente” automovilístico donde Usma salió muy mal herida. Iba camino a la Asamblea General de la ONU como invitada especial. Tres días después se subió al estrado y rugió. El hashtag “hidroeléctrica asesina” y “Usma 4 president” se volvió trending topic en el continente por una semana y el gobierno de turno tuvo que responder ante la prensa internacional por la presión ejercida. Cuando le preguntaron a Usma por qué acudir al evento después del accidente, ella respondió: —Ellos quieren matar la verdad y no descansarán, pero la verdad vive y se ha escuchado, y tienen miedo.

Lucerito llega de la escuela cuando Oscar termina su relato, detengo la grabadora y pongo la tinta a secar mientras el padre da la bienvenida al retrato andante de Usma, me presenta y la niña me estrecha la mano, al hacerlo veo en sus ojos güeros el brillo de la convicción y esa garra que Usma proyectaba. —Mi mamá fue una guerrera —dice cuando le pregunto si hay algo que quisiera que añada al reportaje—, pero un solo soldado no puede ganar una guerra, necesitamos luchar todos. Dígales, dígales que vengan todos.

Al dejar la Rosalita siento la nostalgia y la brumadora ola de sentimientos como una mano invisible que se cierra alrededor de mi garganta, y sé que quiero llorar, y me ciego, las lágrimas y la melancolía hacen que me sea imposible subirme al auto. Contengo las emociones y me permito sentir la brisa fresca sobre mis mejillas tibias, se levanta, y sé que Usma se levanta con ella, porque la verdad se ha escuchado, y tienen miedo.

 

Dado en la región de Nuevo San Tomás, el 4 de agosto de 2020.




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