Los cuentos de terror de Teodora

Amigos

Mirila estaba temblando de frío, segura de que no dormiría esa noche, cuando estaba por levantarse, un sapo le saltó encima, provocando que pegara un grito ensordecedor.

—¡Ahhhhhh! ¡El duende! —gritó ella a voz en cuello mientras su corazón intentaba perforarle el pecho.

—¿Y ahora que te pasa? Ni si quiera he empezado y ya estás gritando.—le dijo Teodora mal humorada.

—Es que me brincó un sapo y me asusto…—declaró Mirila encorvada.

—Vasta de distracciones, Simona esta ancora por que escuches esta historia.

—¿De verdad tu gata te contó esas historias? ¿No las estás inventando tu?—le preguntó Mirila dudosa y en ese momento, Simona le soltó un zarpazo y le enseñó los colmillos molesta.

—¡Ay!

—Ten cuidado con lo que dices, no soy ninguna mentirosa, Simona solo dice la verdad ¿acaso no sabes que los gatos tienen nueve vidas?

—Eso es lo que dicen…—añadió Mirila mientras se sobaba el brazo, Simona le había dejado una marca y le había sacado la sangre.

—Pues ella presenció todo eso en varias de sus vidas pasadas, fue testigo de lo que te digo, una vigilante libre, fue callejera y eso la hizo saber muchas cosas.

—Si Simona en verdad te habla ¿por que yo nunca la he escuchado? —le preguntó la abejita entre pucheros.

—Quizá tengas suerte y escuches su voz un día de estos.—le dijo Teodora mirándola fijamente y a Mirila se le erizó la piel hasta la nuca.

—Ay…espero que no…

—Toma asiento miedosa, a continuación te contaré el tercer relato titulado “Amigos”

Había una vez un huérfano de padre y madre a quién la vida le había escupido en la cara, pues no solo estaba solo en el mundo, si no que además, era rechazado y marginado por los otros niños del orfanato, no era muy agraciado, tampoco tenía algo que lo resaltara del resto, era callado, introvertido hasta los huesos, eso lo convertía en el blanco perfecto de los abusos, su vida era un martirio.

Golpe tras golpe, humillación tras humillación, siempre vistiendo los mismos trapos, con la cabeza llena de piojos y la mente cada vez más trastornada, todo lo que vivió en su niñez lo convirtió en una mente retorcida.

Pero no todo era malo, pues tenía a Miguel, el único niño que veía algo de humanidad en el, Miguel era todo lo contrario a Lorenzo, un niño hermoso de cabellos rubios y ojos color avellana, tenía unas bonitas pecas salpicadas en el rostro, mientras que Lorenzo era de cabello cenizo y áspero, de piel manchada por la anemia y la desnutrición, además de que tenía los dientes chuecos, eran como dos polos opuestos, todos amaban a Miguel, pero detestaban a Lorenzo.

—¡Oye Miguel! ¿Quieres jugar a la pelota con nosotros? ¡Dejaremos que seas el portero así el asma no te afectará.

—Lo haré si dejan que Lorenzo juegue con nosotros.—dijo aquel ángel de ojos avellanados.

—¿Por que insistes en que nos juntemos con ese cerdo moteado? Siempre nos pega los piojos, huele mal y además es muy raro.—decían los otros niños como protesta.

—Recuerden lo que dijo la madre superiora, no debemos despreciar a nuestro prójimo, Lorenzo es huérfano como todos nosotros, no deberíamos dejarlo de lado, Dios podría castigarnos.

—Eres como su ángel de la guarda, sin duda ese raro tiene suerte de tenerte.—le dijeron los chicos dejando llevar por sus palabras y añadieron.—pero para que venga a jugar, primero deberías asegurarte de que Niky y sus amigos no lo maten.

—¿Otra vez lo están molestando? ¿Donde están?—Miguel fue corriendo hacia donde estaban acosándolo y la escena con la que encontraron era muy cruda, pero ese era su pan de cada día.

Lorenzo estaba tirado en el suelo mientras aquel grupo de tres, lo pateaba con risas plagadas de satisfacción, lo tenían con la nariz rota y le habían tumbado dos dientes delanteros.

Al verlos, los otros niños se quedaron asombrados por la agresividad con la que le estaban pegando y retrocedieron unos pasos llenos de temor, entonces aquel brillante ángel, dibujó una ligera sonrisa en sus labios y su mirada cambió a la de un demente que encontraba satisfacción con lo que veía.

Y es que Miguel no era el chico bueno que todos creían, era un mentiroso, traicionero, maldito y perverso niño de rostro angelical, el era el culpable de las desgracias de Lorenzo.

La madre superiora fue alertada por unas niñas que corrieron a decirle lo que estaba pasando y lo primero que se vio con su llegada, fue unas piedras con las que ahuyentó a los niños evitando así que siguieran peleando.

—¿Que está pando aquí? ¡Niky! ¡Erick! ¡Mario! A mi oficina ahora, espérenme ahí para recibir su castigo.—les dijo la monja casi echando espuma por la boca.

—Si madre superiora….

—Y tu…mocoso problemático ¿cuando aprenderás a defenderte? ¿Acaso siempre tienes que ser la víctima? ¡Ven acá! Haber si esto te vuelve un hombrecito.

La madre superiora lo metió al cuarto y comenzó a golpearlo con su zapato, en la cabeza, el pecho, la espalda y en donde le diera la gana, haciendo que Lorenzo gritara aun más que cuando los niños lo estaban pateando.

Los otros niños se taparon los oídos y se fueron uno a uno, excepto por Miguel, quien se quedó a disfrutar de las torturas que le hacían a su “amigo” Miguel mentía culpándolo de que se robaba el pan, era quién alimentaba el odio en cada uno de los niños del orfanato, Lorenzo era su mascota, su escape, su conejillo de Indias y quién le quitaba lo aburrido, hasta que llegó la campaña de adopciones, donde tres niños podrían correr la suerte de ser adoptados por tres parejas que deseaban convertirse en padres.

Miguel estaba esperando su oportunidad para salir de aquel asqueroso agujero, así que se preparó para se runo de los elegido, y claro que lo elegirían a él, después de todo, era el niño bonito de aquel orfanato.

—¿Miguel? —se escuchó una voz tímida asomándose por el pasillo, se trataba de Lorenzo quien quería despedirse de su amigo, pues estaba seguro de que lo elegirían, pues era el niño perfecto.




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