Los cuentos del mundo fantástico

Robotizados

El garaje estaba demasiado ocupado cuando llamaron a Robinson y a su padre a comer, tuvieron que trabajar durante casi diez años en aquel robot que pronto vería la luz. Ya sabían que había muchos alrededor que hacían tareas del hogar, cargaban cosas y llevaban encargos, pero esta sería especial, ya que estaba programado para fabricar cosas rápidamente, lo que el mundo de las personas más pobres necesitaba, era un salvador que les diera una oportunidad. Esa noche su padre le dijo que debía despertarlo en la mañana y además que debía tener un nombre magnífico que lo convirtiera en el mejor amigo del hombre, además que tendrían un largo día educando y enseñando muchas cosas, aunque las leyes robóticas ya estaban en su programación, debían orientarlo.

Cuando amaneció, el niño y su padre bajaron rápidamente al garaje, el cual era en realidad un lugar lleno de monte, en donde los buseteros y taxistas lo habían encontrado como última opción para dejar sus cacharros más viejos. En un pequeño instante el padre del chico le mandó que trajera la grabadora para utilizar placas de metal, allí colocó el nombre de J2A2O4. Después se acercó y oprimió un botón, le quitó la bolsa de plástico que tenía encima y se apartaron mientras observaban cómo el inmenso robot despertaba. Era de un color metálico muy brillante, mezclado con algunas partes azules fosforescentes en sus brazos y piernas, su rostro era pequeño, pero tenía una gran computadora en su cabeza que iluminaba sus dos ojos negros que prendían y apagaban.

Hubo un momento en el que la luz se iba y venía, sintieron algo de temor cuando las piernas y brazos metálicos del robot comenzaron a moverse, se mecían de un lado a otro y los miraba con mucha concentración. Después solo los saludo y ellos aun petrificados se miraban, comenzaron a acercarse y lo divisaron de cerca.

—Bienvenido al mundo J2A2O4, estás en el planeta tierra y acabas de nacer.—dijo el padre ingenuo que se acercaba con cautela.—¿Conoces las leyes de la robótica?.

—Sí señor, están en mi programación.—confesó el robot con esa voz quebradiza, sonora y entrecortada que lo hacía ver más divertido.

—Dímelas.

—Un robot no debe dañar a un ser humano, ni permitir que alguien sea dañado en su presencia, debe obedecer las órdenes impartidas y proteger su propia existencia siempre que no contradigan las demás leyes…

—También podemos llamarte Robin.—le dijo el niño después de que el robot terminó su larga charla. Todo el día estuvieron cuidando, limpiando, arreglando los últimos detalles y enseñándole a ser un excelente robot.

—Debes saber estas cosas Robin.—intervino el padre después de ver como él solo se la pasaba jugando con su hijo.

—¿Qué cosas?.

—Tu fuente de energía viene de otra época.—se sentaron en unas sillas de madera en círculo, él lo meditó, respiró y continuó su diálogo.—Hace años mi hermana Carlota desapareció, pero tiempo después la volví a encontrar en uno de sus tantos viajes de ida y vuelta entre pasado y futuro, de donde ella viene, usan la energía de las minas que poseen máxima concentración por rayos, es decir, el núcleo que contienen en su interior para darle potencia a los robots. Ella me trajo tu núcleo, para que lograra hacer algo en favor de su tiempo, sin embargo, pronto notarán tu existencia y tendrás que entregarte a la Federación China o Estadounidense de Robótica, no es normal ver a un robot que crea cosas instantáneamente como tú, por esa razón, debes cuidarte de los rayos, ellos son tu destrucción, si alguna vez te encuentras cerca de alguno, corre, porque si te ataca será tu fin y no podré hacer nada, la energía que posees en ese corazón de metal es desconocida para todos, cuídala si quieres seguir en este mundo.

—Pero señor padre, quiero ayudar a la gente.

—Para eso te programé, quiero que ayudes a las personas como nosotros, esa es tu misión, haz lo que puedas, que de lo demás me encargaré yo.—con esto finalizó y todos quedaron en silencio.

Lo único que Robinson recuerda de aquel robot, era que siempre estaba dispuesto a ayudar, proveía de comida, vestido, medicinas, casas, cosas del hogar y hasta era un buen médico, cuando alguien necesitaba de su atención. Si alguien lo necesitaba ayudaba, a sus vecinos, a los mendigos e indigentes, le proporcionaba lo que necesitaran, algunas veces salvaba a muchas personas de la miseria, hasta el punto de proteger sus vidas.

Un día de noviembre su padre estaba discutiendo por teléfono, ya que hace meses lo habían amenazado con pagarle una fuerte suma de dinero a cambio de Robin, después que se negó intentaron secuestrar al robot. En los últimos días comenzaron las amenazas por su vida y familia, debían tomar una decisión, así fue como entre todos decidieron que lo mejor era que se lo llevaran, pero Robin el robot no quería irse, por esa razón, cuando llegó el día inevitable, la gente que vino a llevárselo lo encontró totalmente apagado. Todos se extrañaron mucho, pues no sabían si había sido su decisión o algún circuito dañado.

Los años pasaron y el pequeño Robinson en medio de su adolescencia, quiso volver a revisar las fotografías de su infancia, allí a un lado estaba una con su padre y aquel robot que casi no recordaba, estaban allí, en el viejo garaje que habían vendido hace cinco años, a un lado estaba escritor: ¡Adiós mi robótico amigo J2A2O4!, más conocido como Robin, el verdadero salvador de la integridad y dignidad humana.

***

FIN




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.