Los Cuentos se Mezclaron

Dos Hermanas.

Alicia y Dorothy eran unas hermanas gemelas muy idénticas, tan iguales en casi todo, que todas las personas podrían confundirlas si no fuera porque solo se diferenciaban en el color del pelo: Alicia era de cabello rubio mientras que de Dorothy era de cabello castaño. Solo eso, y de resto era una copia exacta de la otra.

Ambas eran hijas de comerciantes. No eran ni ricas ni pobres, sino que vivían muy cómodamente. Tenían lo más necesario para vivir, sin muchos lujos, y estaban felices así, solo querían casarse y tener una familia cada una.

Pero un día, un terremoto destruyó su casa. Sus padres habían perdido todo lo que tenían y ya no sabían qué hacer para vivir. Las hermanas lloraron desconsoladas, lloraron tanto que se quedaron sin lágrimas.

Ninguno de ellos cuatro sabía qué harían ahora. Solo sabían vender, era todo lo que sus padres hacían, y ellas aunque eran jóvenes, nunca habían trabajado. Casualmente estaba de paso un hombre por el pueblo, y les dijo que si aceptaban un trato con él, podrían tener todo lo que quisieran.

Las hermanas, deseosas de ayudar a sus padres, aceptaron sin saber ni siquiera qué tenía en mente el hombre.

Este les dijo que irían las dos juntas a un reino y ayudarían a un rey, pero en el camino encontrarían muchos obstáculos. Si llegaban y lo lograban, el rey les daría un obsequio que resolvería todos sus problemas.

Los padres tenían miedo de lo que pudiera pasar, pero las chicas les dijeron que todo estaría bien y que no había nada que temer. El hombre, que era un mago, hizo aparecer dos caballos negros, uno para cada una de las hermanas, les deseó buena suerte, señaló la dirección en la que debían ir, se convirtió en arena, y se fue con el viento.

Todo ese día las hermanas estuvieron cabalgando sin descanso, esperando ver algo que las ayudara a saber si estaban lejos o cerca, hasta que, cuando casi no había luz y era casi de noche, vieron a un mono llorando en medio del bosque.

No habían terminado de acercarse cuando el mono se levantó, sacó unas alas y comenzó a perseguirlas. Alicia y Dorothy lloraban asustadas, buscando una manera de salvarse, y se les ocurrió que si se separaban el mono no podía seguirlas a ambas. Así lo hicieron, se perdieron en el bosque, y no vieron más al mono. Ahora estaban más tranquilas.

Siguieron así un buen rato, hasta que encontraron una aldea vacía hecha de cabañas de paja y lodo con un pozo en el medio, decidieron descansar allí durante la noche. Al día siguiente se despertaron y se consiguieron rodeadas de personas extrañas.

Asustadas, los vieron con atención, y se dieron cuenta de que estaban hechos de tela, rellenos de baja, con ojos, nariz y bocas cosidas. Era un pueblo donde todos sus habitantes eran espantapájaros.

Los espantapájaros las saludaron con cariño, las hermanas contaron lo que les había pasado y que estaban buscando llegar al palacio del rey.

Cuando los espantapájaros las escucharon les dijeron que era imposible, pues el rey estaba preso por dos brujas malignas y poderosas, que además eran las reinas de esa tierra, La Bruja Mala del Oeste, que era la Reina Negra, y la Bruja Mala del Este, la Reina Blanca.

Alicia y Dorothy sintieron miedo cuando escucharon lo que los espantapájaros les decían, pues las brujas eran crueles con todos, incluso con ellas mismas. Pero recordaron a sus padres sin trabajo y decidieron que sin importar qué, lograrían lo que había aceptado.

Los espantapájaros, que carecían de cerebro, les contaron que si seguían en esa dirección llegarían a un pueblo de robots, lleno de máquinas sin sentimientos. Cuando las hermanas se decidían a seguir, uno de los espantapájaros se unió a ellas, pues quería saber qué era vivir y poder pensar.

Los demás espantapájaros no sabían de qué estaba hablando, así que simplemente lo dejaron irse con ellas. Se detuvieron un momento y comieron de un árbol de pizza que consiguieron.

Al final del día llegaron al pueblo de los robots. Era una ciudad inmensa en medio del bosque rodeada de muros gigantescos. Allí encontraron un conejo blanco que había huecos en el suelo como loco, diciendo que estaba llegando tarde.

Por error, las hermanas cayeron por uno de los agujeros, junto con el espantapájaros, y terminaron en una ciudad subterránea, hecha de piedra y hojalata oxidada. Allí vivía un robot hecho de metal, solo él y nadie más.

Les contó que había sido desterrado porque quería tener corazón, así que poco a poco había ido construyendo su propia ciudad debajo de la de los demás, y las hermanas, junto con el espantapájaros, lo invitaron a ir con ellas y pedir su deseo al rey.

El robot sabía que las brujas eran peligrosas, pero como no sentía nada, no tuvo miedo y aceptó. En ese momento apareció el conejo blanco con un reloj de bolsillo dos veces más grande que él, gritando como loco cosas que nadie entendió.

El robot les contó que el conejo siempre era así, pero que si lo seguían podrían llegar hasta las reinas, por lo que todos siguieron al conejo hasta salir de la ciudad. Al día siguiente, aun siguiendo al conejo blanco, las hermanas y sus amigos llegaron a una caverna, la cual estaba custodiada por dos guardias: Un Sombrerero y una Liebre.



#11097 en Joven Adulto
#19180 en Fantasía

En el texto hay: retelling, cuentos de hadas, magia

Editado: 10.02.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.