Cerca del bosque hay una playa, una playa que da directamente con el mar. En el fondo del mar, hay un castillo de corales, rocas, caracolas y burbujas de todos los colores, un castillo hermoso, gigantesco y sin igual. Allí vivía el rey de los mares, Poseidón, con su hija, Aqua, que era una sirena.
Aqua era una chica aventurera y curiosa, siempre estaba haciendo viajes cortos para conocer el reino de su padre y saber cada día más. También era la sirena más hermosa de todas: Su piel era blanca, su cola delgada y con gracia, sus escamas eran de un color turquesa y sus largos cabellos blancos le llegaban más allá de su cola.
Un día, explorando, Aqua encontró un barco. Era la primera vez que veía uno, y ente preguntas que hizo a los peces, las ostras y algunas ballenas, supo que arriba del mar había otro mundo. Desde esa vez, todos los días, le pedía a su padre Poseidón que la dejara subir, pero él sabía que era peligroso, pues una sirena no respira afuera del agua.
Pasaron los días y Aqua descubrió otro barco, en donde había un mapa que señalaba el castillo de un príncipe. Aqua, sin permiso de su padre, subió y siguió el mapa, hundiéndose en el agua para poder respirar de vez en cuando. Cuando era de noche, encontró el castillo, y allí, desde donde estaba, pudo ver al príncipe.
Era alto, musculoso, de ojos azules y pelo castaño. Estaba vestido de blanco y azul, y Aqua no encontró a alguien tan guapo como él. A partir de entonces, Aqua subía y espiaba al príncipe todos los días, desde que despertaba hasta que debía ir a dormir.
Se alegraba cuando veía al príncipe alegre, y se entristecía al verlo triste, cada cosa que él hacía, Aqua la hacía también.
Así pasó el tiempo, hasta que una vieja ostra, oscura y casi sin color, la descubrió. Se acercó y le dijo:
—Querida, te veo muy interesada en el príncipe. ¿Te gustaría conocerlo?
—Oh—Dijo Aqua—, me encantaría, pero mi padre no me dejaría verlo.
—Yo te puedo ayudar, querida, solo tenemos que hacer un trato y serás humana.
—¿Tú puedes hacer eso?
—Claro que sí, querida, eso y más. Tengo muchos poderes, pero tienen un límite, por eso necesito que hagamos un trato.
—Dime, pide lo que quieras y lo haré por ti—Dijo Aqua entusiasmada—.
—Yo te volveré humana, pero debes darme tu cuerpo.
—¿¡Mi cuerpo!?—Gritó asustada—.
—Sí, querida, pero no te asustes, tendrás otro cuerpo, solo que perderás el de sirena. Si lo logras, te quedarás como humana, pero si fallas, serás sirena para siempre y lo olvidarás por completo.
—Acepto.
—Trato hecho—Aqua dejó de ver y quedó dormida en un profundo sueño, y cuando despertó en la playa, no recordaba por qué había hecho un trato con una ostra—.
Por otro lado, el príncipe sabía que había una sirena hermosa que lo espiaba todos los días. Él la había visto varias veces y estaba enamorado de ella, pero no sabía cómo llegar hasta donde estaba para conocerla.
Cuando estaba paseando a caballo, y vio un árbol plateado de hojas moradas, recordó sus lecciones. Ese era un árbol de los deseos, que por medio de tratos concedía cualquier cosa que le pidieran.
Lignum, que era su nombre, le pidió al árbol que lo ayudara a conocer a la sirena de la que estaba enamorado, y este le dijo que ella llegaría al palacio, pero tendría dos días para reconocerla o nunca lo haría y se olvidaría para siempre de ella.
El príncipe aceptó, y en ese momento llegó un mensajero real diciéndole que su padre lo estaba llamando. Cuando llegó, Lignum vio a una joven de largos y claros cabellos sentada en la mesa con su padre.
Este le dijo que la habían conseguido muy cerca del palacio, cerca de la playa, cerca de las murallas, muy, muy cerca de la puerta a su hogar. La chica no hacía ningún sonido, y aunque estaba asustada, sonreía y asentía, o negaba, según le hablaban.
Lignum comenzó a platicar con ella, y como eran tan blanca en todo, tan decolorada, comenzó a llamarla Blanca, un nombre que a ella le gustó bastante.
El día pasó, pero Blanca y Lignum no lo sintieron así, sino como unos cortos y pocos minutos. Él se fue a su cuarto, y Blanca fue al de invitados. Esa noche, Blanca soñó que salía del mar para ver a Lignum a lo lejos. El príncipe por su parte soñó con la bella sirena que lo había cautivado.
Ambos recordaron al despertar todo acerca del otro. Salieron sonriendo pero algo pasó que cambió lo que pensaban hacer. Cuando Aqua entró a la habitación del príncipe, este se estaba convirtiendo en un sapo pegajoso y maloliente.
Aqua gritó cuando vio a su príncipe convertido en tan feo animal, y cuando este la escuchó gritando, se asustó tanto que saltó por la ventana hasta la playa.
La chica salió corriendo tan fuerte que todo cayó a su paso, se encerró de nuevo en el cuarto y se puso a llorar. Quería ver a su príncipe, quería estar con él, ¿Y qué se encontraba? Que este se convertía en un sapo.