Una ruta solitaria y desdibujada por la noche fue lo último que vi antes de cerrar los ojos. Habíamos arrancado el viaje a la mañana. Calor del medio día que casi me asfixiaba cuando salimos finalmente a campo abierto, y luego un viento refrescante en la tarde cuando nubes negras empezaban a cubrir el cielo. Borroso paisaje, un verde continúo el de los campos salpicados de vez en cuando por rosas o amarillos de las flores o el marrón de los surcos en medio de las plantaciones. Animales pastando que se perdían en el horizonte apenas se desviaba la vista y finalmente el infinito gris del concreto que se extendía eterno al horizonte.
A medida que nos apartábamos de las plantaciones y ya a unas horas de llegar los árboles se hicieron presentes mientras el naranja atardecer se apoderaba del cielo. Ramas se proyectaban a contra luz de un sol muerto y por un momento las sentí vivas, meciéndose al compás del viento, como dando a entender que notaban nuestra presencia. Su suave movimiento me indujo al sueño.
Y ya a medianoche con la luz de la luna que iluminaba el asfalto como un rio plateado fue que me desperté. La ruta solitaria seguía siendo la misma y los arboles aun abrían el paso, un sendero de guardianes, de atalayas de madera que se ubicaban a ambos lados y que movían las ramas en una suerte de ovación, una despedida al viaje que realizábamos y que terminaría en la llegada a la ciudad donde los arboles no eran reinantes, y las luces artificiales mataban los rayos de luna.
Un trecho que nunca llegó, un rayo de luz que cortaba el cielo en una vuelta y goma que quemaba asfalto, nuevamente un escenario desdibujado, remolino de colores hasta que la vista se vuelve negra. Golpes que no llegue a sentir, un destino nunca alcanzado. Y luego el olor a tierra mojada.
Los arboles aun al costado de la ruta movían sus ramas en ovación silenciosa, clavando raíces en la tierra siendo parte del mar verde, como todos lo seremos algún día. Debí suponerlo, el saludo no era un adiós al camino. Los árboles, nos estaban dando la bienvenida.
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Editado: 17.09.2020