Los Cuentos sin Dueño 2020

El CuentaCuentos

“¡Que hijo de puta!” pensó mientras salía fuera del edificio y caminaba por la plazoleta de la catedral mientras seguía puteando en el pensamiento al portero que le había dicho que ni se le ocurra fumarse un pucho en la institución, que las nuevas leyes de no fumar en espacios cerrados y blah, blah, blah. “Un poco de empatía viejo” siguió pensando al cruzar la calle con el pucho ya encendido en la boca que por medio del humo le ayudaba a sacarse el amargor del bochazo que se había comido en el examen final.

Deambuló un rato por la plaza hasta dar con aquel banco que le parecía más adecuado para sus penas: donde el sol pegaba poco y el viento le aclaraba la cabeza. Inmediatamente después de sentarse en aquel rincón de la plaza fue que se arrepintió de haberlo hecho. Un viejo de aquellos indigentes que se arrinconaban en pedazos de cartones sobre espacio que pudieran encontrar se venía acercando. Llevaba ropas gastadas que en algún momento habrán sido de distintos colores, ahora eran de un marrón uniforme con agujeros por aquí y por allá dejando ver una piel casi roja producto del alcoholismo que seguramente le azotaba de hace años. El pelo largo y canoso le caía por los costados llegando a tocarse con la barba también gris y mugrienta. Cuando se le acerco le mostro su sonrisa casi sin dientes.

“¿Cómo estas flaquito? Te animas a convidarme un puchito?”

El joven saco entonces la caja de Philip 20 que había comprado aquella mañana y le acerco el cigarro  al viejo, luego le acerco el encendedor. El viejo se prendió su pucho y lo miro de arriba abajo como examinándolo mientras aspiraba el humo del cigarro que le había convidado, luego agradeció y dio media vuelta exhalando el humo hacia afuera que subió en espiral hasta perderse en el aire. Caminó como alejándose del lugar pero a medio camino se detuvo. Volvió sobre sus pasos mientras le penetraba con la mirada y en los ojos cansados del viejo pudo ver mil vidas de experiencias con las que él solo podía soñar. Fue entonces que aquel ya no le pareció un viejo vagabundo, sino un sabio y por un breve instante sintió el escalofrió recorrerle la espalda, quiso alejarse de alli.

 

El viejo se irguió en toda su altura y como ordenando con la mirada, le obligo a quedarse sentado en la banca. Se acercó lo suficiente, hasta tener la cara a centímetros de la suya. Volvió a acercar el pucho a su boca y le exhaló el humo directo a la cara, luego rio.

 

“Parece que tuviste un día bien de mierda pibe, déjame que te cuente un cuento”

Dicho esto se sentó a su lado, sonrió con su boca desdentada y pasando una mano alrededor de su hombro fue que empezó a hablar.

 

"El tipo era otro infeliz igual a vos, se vivía quejando. Paso por acá, le gustaba pasear por acá y a veces se tomaba una birra. Bah que digo a veces casi siempre lo veias con la lata en la mano, rara vez convidaba el hijo de puta. Pero lo hacía, me miraba a veces tirado en la plaza y me daba un trago, en otro momento me convido la mitad de un sándwich. Por eso lo ayude, por eso y porque también soy buen tipo aunque la pinta de vago no me ayude hermano.

Una noche, lo vi venir che. Parecía más embolado que de costumbre, arrastrando los pies y con la latita en mano, infaltable. Y yo estaba aquí, yo siempre estoy aquí. Y se me acercó, y me dio una lata, la primera entera, no un sorbo de mierda como otras veces. Buen tipo nomás había sido. Y me cuenta: boludes tras boludes hermano. Que el laburo, que el jefe lo re puteaba, que la novia ya no lo aguantaba. Boludeces con mayúscula. Pero yo soy un buen tipo, se agradecer. Acostaste en el suelo le digo y cerra los ojos.

Y el tipo no se lo vio venir” el viejo ríe y abre grandes los ojos “no se lo vio venir... Le abrí la mente” termina con una sonrisa mirando a su oyente que tal vez habría esperado lo peor “ Le conté alguna historia, como a vos te cuento ahora, de las energías y el balance y le dije que piense que todos somos parte de esta máquina enorme que es el universo... ¿A qué no te viste venir mi lado filósofo? Nadie lo espera, no del viejo muerto de hambre de la plaza.

El loco se quedó así, quieto, tieso y así se quedó pensando horas. Te juro que horas. No sé si le habrá servido, yo creo que sí. Nunca lo volví a ver” ríe “por ahí se murió ¿No? O por ahí... Entendió lo del universo, por ahí es parte. Como yo, como vos...

Copate, y convidame otro  puchito ¿dale?”

El muchacho sacó nuevamente la caja de cigarros y le tendió uno al viejo. El otro lo seguía mirando como buscando evaluar que le había parecido su historia, y la verdad era que lo había atrapado. Aunque al momento de terminarla había sentido un destello macabro en la mirada del viejo.

“Y contame che ¿Cuál es tu problema? Con esa cara que tenes seguro que algún problema debe haber.”

El joven respondió: Tonteras nomas, una vieja que me tiene entre ceja y ceja, yo estoy estudiando administración pero hay una materia que me jode mucho. Debe parecer una boludes ¿no?

“Y la verdad que si pibe, la verdad que si. He conocido bastante gente desde que vine aquí y todos han tenido una historia de lo mas interesante, macabras incluso pero la tuya… la tuya no es tanto.”

-Entonces contame alguna historia que valga la pena, parece que conoces bastante.




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