Los Cuentos sin Dueño 2020

La Prision

El colectivo avanzaba veloz por la ruta, yo aún estaba semidormido. El segundo piso estaba completamente vacío salvo por esa molesta presencia. Una sombra tal vez, una nota de oscuridad que se apoderaba del asiento acompañante, como un amigo al que hubiera conocido toda la vida y que ahora me acompañará en el viaje. Me susurraba: "¿Ya despertaste?"

Dicen que al soñar uno tiene que entrenarse. Que el cerebro nunca olvida y guarda cada uno de los mensajes oníricos en algun rincón de la memoria y que con el adecuado entrenamiento uno puede acceder a ellos al punto exacto dónde los dejo, como congelando el avance de las fantasías, pueden retomarse sueños día a día como viviendo una vida paralela. Esto obviamente es un sueño, no hay otra explicación. Un colectivo que recorre una ruta interminable, un sombra que me susurra al oído y a lo lejos un mar de llamas que nos espera con los igneos brazos abiertos:

“¿Ya despertaste?” Y abro los ojos

Me encuentro en mi cama mirando el techo con un sudor que me recorre la frente y el pecho acelerado. Lo recuerdo todo. Un leve pantallazo en negro me indica que aún no ha terminado el sueño y finalmente con los ojos pesados vuelvo a adentrarme en el colectivo. “¿Ya despertaste?”

Es difícil distinguir si el sueño ha avanzado desde que lo deje el colectivo sigue avanzando a velocidades inimaginables y se escuchan ruidos de abajo, de gente desesperada que se aterroriza ante las lenguas de fuego que cada vez están más cerca y ya bañan de una luz naranja todo el interior del colectivo. “¿Ya despertaste”? Me levanto y avanzo cautelosamente por el segundo piso y ahí es cuando me percato de que el piso no estaba vacío sino que la gente dormitaba plácidamente en sus butacas sin emitir ruido alguno, casi como inertes y sin percatarse que el infierno se aproximaba a ellos a una velocidad alarmante.

Y justo antes de que el colectivo se inundase de lleno en el mar de llamas mis ojos quedan abiertos de par en par observando el techo blanco de la habitación “¿Ya despertaste?” Si, lo acabo de hacer pienso justo antes de percatarme que no puedo mover un solo musculo y ahí es cuando siento el calor que trepa por mi pierna y sube rápido hacia el torso.

“¿Ya despertaste? Desperta, corre, salta, no hay tiempo.”

No lo hay, porque yo encerrado en mi prisión onírica no me he dado cuenta cual era cual reino el de lo real o de los sueños y ahora estoy inmóvil sobre una cama inexistente agonizando llamas que no se ven mientras por fuera de mi consciencia el fuego devora hasta el último rincón del colectivo y ya nadie puede insistirme en despertar.




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