Lo encontraron tirado en su casa, totalmente desquiciado: no paraba de reírse y de retorcerse en el suelo y los ojos estaban desencajados como mirando a cualquier rincón de la habitación sin focalizar la vista en ningún rincón en particular.
Dicen que se había mudado hace unos meses atrás cuando se había muerto su tío abuelo. Los vecinos mas viejos relataban que de niño el hombre siempre había pasado por ahí y escuchaba las historias del viejo que era un conocido estudioso de la brujería y los cultos satánicos; así que cuando el hombre heredo la casa se dedico a husmear en cada rincón de la misma y conocer los secretos últimos que su viejo tío abuelo se había llevado a la tumba.
Las pocas veces que los vecinos le hablaron, les comentó que había encontrado infinidad de libros que su tío nunca le había mostrado, escondidos en sócalos sueltos en las paredes. Se los había devorado en días y aún ansiaba explorar la casa. Su mayor obsesión aparentemente era una puerta, la ultima de la casa, en la habitación que se ubicaba al extremo del salón. Sellada totalmente, no había forma posible de abrirla ni llaves que le hubiera dejado su tío que hicieran el truco.
Trato de tumbarla, pero era imposible; la puerta de una madera solida no cedía ante la fuerza. Trato de forzar la cerradura pero le resultaba imposible. Terminó por concluir que aquella habitación escondía un terrible secreto y que su tío abuelo a sabiendas del mal que podía desencadenar al mundo, la había dejado sellada para que ningún incauto que se viera tentado por su contenido pudiera abrirla. Eso solo aumento su curiosidad.
Fue tras unos largos meses de búsqueda incesante que encontró dentro de algunos escondrijos de su tío la llave que abría la dichosa puerta. Esto no hizo mas que reafirmar sus sospechas, “¿Quién se tomaría tantas molestias para dejar un lugar sellado sino escondiera grandes secretos, la verdad a muchas cosas tal vez?” Esa noche se preparó para lo peor.
Y así lo encontraron, sin poder emitir palabra y con una risa macabra que aumentaba a cada segundo que pasaba. Con la transpiración en frio que le empapaba la ropa y los ojos rojos y desencajados. Nunca volvió a ser el mismo, y una vez que se lo llevaron de su casa, las voces cuentan que en el neuropsiquiatrico donde terminó internado lo único que repetía versaba sobre la verdad tras la puerta.
Los vecinos del barrio declaran por otra parte que al encontrarlo tumbado en su demencia y vieron la puerta abierta de par en par. La habitación estaba vacía.
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Editado: 17.09.2020