Los Cuentos sin Dueño 2020

¡Brindemos por todo lo malo!

La vieja habia puesto la pava y cortado el pan en rebanadas practicamente perfectas que ahora mismo se tostaban doradas en la sarten de hierro cada una bajo un pedazo de queso que se iba derritiendo por el calor de la hornalla. En un jarrito tambien humeaba el te de hierbas que le gustaba al viejo. 

-¡Vieja!- grito el infeliz desde su silla de ruedas ¡Ya va! Le respondió ella y con manos torpes, y un tanto temblorosas, puso el té en una bandeja junto a dos tostadas. Una vez entregadas al viejo, que aún se quejaba por la tardanza del desayuno, se volvió a la cocina y disfrutó de sus mates.

"Viejo de mierda" pensó mientras picaba las cebollas para el guiso. Temprano habia pasado por el mercado a comprar verduras al mercado, y de paso se habia quedado a charlar. Le gustaba charlar pero tuvo que volverse antes, el viejo comía a cierta hora y no podia tardarse. "Que viejo de mierda" volvió a pensar.

Y otra vez los gritos ¡apurate vieja! "Pero que hijo de una gran puta, ya va a ver un dia de estos que me voy a cansar". Pero nunca se cansaba. "¡VIEJA!" volvió a vociferar y ella esta vez le respondio: "PERO CALLATE DE UNA VEZ, YA VA Y LA QUE TE RE PARIO", gritaba ella mientras salía por la cocina y caminaba el pasillo hasta llegar al comedor donde el viejo estaria postrado en la silla viendo tele a todo volumen. "CALLATE DE UNA P..." un golpe seco y un grito de dolor cortaron de repente el reclamo de la vieja.

Se habia cagado. No sabia si antes o despues de caerse al suelo pero se habia cagado y entre su propia mugre y la falta de fuerza en sus brazos, el viejo no podia asir los barrotes de su propia silla para recuperar su posición. Lloraba. La vieja tambien lloraba, a moco tendido y gritaba mientras con escasas fuerzas trataba de levantar el cuerpo de su marido hasta la silla. Y la familia les encontró asi, a ambos en llanto. Justo habian caido en una de esas visitas tan esporadicas como espontaneas.

La vieja se encerró en su habitación hasta entrada la noche. Su marido (ya lavado y cambiado) se quedó en la suya propia, mirando con ojos ciegos por la ventana y por un momento le agarró la melancolia. Se imaginó como habrian jugado sus hijos en el patio que se veía fuera de la ventana y donde ahora, por mas que él no pudiera verlos, crecian los yuyos desparejos y la chatarra se oxidaba en una esquina. La puerta se abrió de golpe y por alli entró la vieja. Podia ver en la expresión del hombre la tristeza, sus ganas de despedirse de todo pero no poder hacerlo, impotente e inmovil tan solo podia estar ahi sentado, escuchando la noche que se acercaba cada vez más al silencio de las doce. No podia ayudarle, no es que hubiera querido. Nada podia devolverle las piernas o la visión, ni la infancia de sus hijos que él habia gastado por aventuras afuera y a ella tampoco nada podria devolverle su vida: la vida gastada, subordinada a aquel hombre. Apretó el cuchillo fuerte en las manos.

El movimiento fue rapido. Un destello de acero que cortó el aire y la tapita de la cerveza voló hasta golpear el techo de la habitación. Dejó el cuchillo en la comoda y bebió un trago grande hasta que el frescor le devolvió, por un instante, los años perdidos.

- Toma viejo - le dijo, y acercó la botella a su marido - brindemos por todo lo malo.

 




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