Los Cuentos sin Dueño 2020

Tincho

En el 2011, en mi ultimo año de colegio, tuve un compañero que se llamaba Martin. Era un tipo poco avispado, bastante risueño aunque un tanto bruto por lo que no caía bien a muchos compañeros, yo incluido. No es que fuera un mal tipo, sino que a veces en la confianza y el trato que tenia con uno resultaba pesado. Era esa clase de compañero que se te arrimaba de sorpresa y te tiraba algun chiste estupido o te pegaba notitas escritas en la espalda. No mejoraba la situación que yo en ese entonces fuera un amargado, concentrado en sueños que no se concretaron nunca y poco dispuesto a socializar o disfrutar de la vida adolescente. 

Nunca fui una persona violenta de ninguna manera. Siempre que me veia en algun enfrentamiento trataba de resolverlo o bien con la palabra o bien con el silencio (tal vez por esto muchos hayan creido que soy una persona sumisa) y en mis ultimos años he aprendido de las gracias del debate, del intercambio. Tal vez las mayores muestras de maldad las he demostrado con mi lenguaje en burlas o ironias, aun hoy en dia(cosa de la que no estoy orgulloso). Incluso con Martin lo maximo que ocurrio fue algun comentario sarcastico hacia su persona y un fin de año en la que (mal que mal) terminamos como buenos amigos al igual que con el resto de compañeros con los que, sin faltar a las costumbres, no he tenido relación alguna desde terminada la secundaria. Supongo que serán las magias de los quintos años.

Sin embargo, hay algo que aún no terminó de olvidar: una sola ocasión donde deje entrever un arranque de ira impulsado por quien sabe que otras razones ajenas a Tincho. Y es que hoy en dia cualquiera que escuche esta historia puede sonarle trivial, incluso a una chiquilinada o algo propio de pubertos rebozantes de testosterona, pero en las pequeñas cosas en aquellas que no significan nada donde se expresa el todo de nosotros, en las cosas insignificantes de las que no tenemos control alguna es que dejamos escapar lo instintivo, lo visceral y se despierta en nosotros ese animal dormido que aplacamos con años y años de adaptación social. 

En una de las tantas jugarretas de Tincho, no recuerdo que habra estado haciendo el asunto es que algo hizo click en mi cabeza y en dos segundos lo habia empujado y arrinconado contra la pared y lo miraba con ojos de fuego y con fuerza presionaba mi antebrazo en su garganta. Pasaron dos minutos que parecieron eternos y ni Tincho ni yo nos movimos hasta que algunos compañeros se dieron cuenta de la situación y corrieron a separarnos. Como dije, fue algo trivial y que luego quedo en la nada. Pero hay dias en que recuerdo esos dos minutos en los que un grito me salía desde dentro y estaba a un paso de dejarme llevar y convertirme en instinto, a la vez que mi parte mas consciente gritaba en mi cabeza: "DAAALE TINCHO" "ANIMATE TINCHOO" "DAME UNA SOLA EXCUSA TINCHO" y ese pensamiento me asusta.




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