Los Cuentos sin Dueño 2020

Momento Terapeutico

"Bueno damas y caballeros, ¿Cómo les va? Primero que nada quisiera agradecer al señor colectivero por darme está oportunidad. Ahora junto a mi querido equipo les voy a pasar unos temitas y cantar un poco para ustedes" decía el tipo mientras Marcos Cruz se recostaba sobre su asiento, incómodo, y ajustaba fuerte los auriculares en las orejas. En la otra fila del colectivo, la vieja de Valdiviezo escuchaba atenta a los románticos de una época de oro. El colectivo bajaba por el parque Libertador mientras la voz, que salía con fritura, inundaba el vehículo con un tinte meloso a la que ni los auriculares de Marcos Cruz  podían enfrentar. 

Terminó su canción el galante artista de calle y acto seguido solicitó una colaboración voluntaria, tomó la boina negra que llevaba puesta y la pasó ante su poco entusiasta público. La vieja de Valdiviezo lo aplaudía con fuerza y fue una, quizás la única, de las que dejó un billete de más de 50. Los otros tiraron algún billete, una moneda o simplemente le alejaron con la mirada. Marcos tomó el primer billete chico que encontró y, con esperanzas que la recaudación lo hiciese bajar del colectivo, lo depósito suave en la gorra. 

"Que linda plata que se ha hecho, me alegra que les haya gustado tanto la música que les he regalado. Así que aquí para ustedes les voy con un temita más...

"La puta madre .." Marcos rogaba internamente que el chófer apurara el vehículo que ya descendía en dónde la calle Quintana se unia a Independencia..."No sé si sabían gente querida" decía el cantante " que hoy se cumplen 20 años de un hecho espantoso, que ocurrió aquí en el sitio de construcción que estamos transitando. No hay violencia más grande que el de un alma inocente que se ha ido al cielo. Jimena tenía 17 años gente y era una niña muy buena que se encontró con la persona equivocada..."

Pasmado quedó el colectivo, una tragedia que aún pesaba. El silencio se instaló, fatal, mientras el cantante continuaba con su charla sin sentido. Marcos Cruz pudo ver de reojo a la vieja de Valdiviezo que sollozaba en su asiento. Lejos se había ido su admiración por el cantante que hace instantes le había deleitado con las tonadas de su época cuando los chicos se arrimaban a sacarla a bailar

"...y no hay tipo mas cobarde que el que se quita la vida de esa manera. Gente, las cosas no han cambiado. Ustedes verán en las noticias, estamos derrapando mal como sociedad. Ayer ví como unos chorros entraban a robarle a mi vecino. Mucha violencia gente y nosotros no hacemos nada. Empecemos a hacernos responsables. Yo tampoco la he pasado bien, la vida no me ha sonreído como a otros y no me ven robando ni matando sino que estoy aquí con ustedes compartiendo un poquito de arte, pasando la gorra. Yo quiero que este país crezca con el arte que es lo que nos une que los pibes salgan a bailar y no a robar, y este es mi humilde aporte; yo no soy más que un callejero un siervo de Dios que les viene a traer este mensaje. Por eso mi querida gente quería cantarles este ultimo temita dedicado a la memoria de Jimena, y espero que no haya más pibas como ella. Que no haya más violencia en las calles, les cantó este temita "Tragedia de los amantes" de un grupaso como son los changuitos inocentes..."

Marcos no llego a escuchar la cumbia, es más ni siquiera escucho el discurso del artista. Se limito a aferrarse a sus auriculares y bajo en la parada que daba a la terminal de ómnibus. Por su parte el colectivo siguió su recorrido y el artista se llevó unos buenos pesos. A Marcos aún le quedaba un colectivo de larga distancia a su pueblo natal. Ni en un minuto de todo ese viaje se llegó a preguntar sobre el mensaje que aquel cantante de cumbias le quería trasmitir. Bien se podría decir que la mayoría de los pasajeros sintió tan solo un leve aire incómodo. Alguno tal vez, de esos que tenían edad cuando el incidente había ocurrido, recordó la maratón de títulos amarillistas que se fueron durante una semana del año 95

Nadie salvo la vieja de Valdiviezo quien se quedó hasta el final del viaje acurrucada en su asiento. El chófer la encontró recién cuando llevo la unidad a la estación. Invisible para los ojos de todos, la vieja se había perdido en su dolor "Mi Jimenita" murmuraba entre lágrimas y ojos hinchados inundados de lagañas. Los mocos caían sobre su blusita floreada y ni siquiera se había acordado de dónde debía bajarse. Y nadie se había dado cuenta




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