Los Cuentos sin Dueño 2020

Las exóticas aventuras del Padre Rodolfo

"“Toda mi vida he combatido contra el mal en sus variadas formas y aquí les encomiendo esta tarea a ustedes que al igual que yo son el rebaño de Dios” decía Rodolfo a la multitud que se reunía a su alrededor “con esta primer piedra doy inicio a la llegada de la Iglesia del Señor a estas tierras”, acto seguido clavo con fuerza la pala en el suelo y los obreros arrancaron a montar la capilla tal cual lo habían planeado las últimas semanas. Rodolfo guío a la procesión por el terreno mientras entonaban rezos y el con una rama cualquiera, que no era laurel, empezó a esparcir el agua bendita por cada rincón del pequeño descampado.

El pueblo le había recibido bien. No había pasado mucho desde que había llegado y ahora era uno de los hombres más influyentes de aquel poblado tan alejado de su ciudad natal. Una vez terminada la misa se paseó por el descampado mientras los hombres seguían trabajado y la nostalgia del barrio La Inocencia lo atacó como una daga al corazón. Se veía corriendo por el patio de la iglesia junto a su hermano cuando eran niños, una iglesia que a diferencia de esta ya estaba terminada y se imponía majestuosa al centro del barrio más marginal de la pequeña ciudad, como un símbolo de esperanza, esperaba que este edificio que estaba construyendo brindara el mismo sentimiento a aquel poblado.

“Tengo que irme” le había dicho al obispo cuando entro sudoroso en su despacho una noche hace cinco años. El otro ni siquiera le preguntó, tan solo hizo un par de llamadas y en instantes estaba abordando el primer micro fuera de la pequeña ciudad. Después de todo ni siquiera había sido su culpa: las muchachas habían elegido su propio destino y eso lo demostraba la habitación sellada ahora en su antiguo colegio. Lo único que le preocupaba en aquel momento era su querido San Ignacio; ¿en manos de quién quedaría? Seguro el infeliz de Burgos se había asegurado la dirección, ni siquiera se había animado a buscar diarios o ver los noticieros en sus tantos viajes, aunque también dudaba que la historia de las muchachas hubiera aparecido en medios nacionales. Había dejado todo, pero no quedaría así. Había perdido a San Ignacio pero ahora tenía una nueva chance de probarse a Dios y ayudarlo en su misión de llevar la fe a todo el mundo.

Casi diez años paso en el poblado desde que hubiera puesto la primera piedra. Diez años donde fue una suerte de heroe, el salvador de aquel poblado perdido en la Selva del Amazonas. Cada dia, a cada hora surgía algo nuevo y Rodolfo estaba a la orden del dia. "Padre, hay niños perdidos en la selva" y Rodolfo salía en su busqueda junto a un grupo de nativos. "Padre, mi madre se encuentra muy enferma" y Rodolfo visitaba la casa y a base de oraciones y cataplasmas de hierbas la anciana volvía a caminar. "Padre, hay disturbios en las calles" y Rodolo corría con Biblia en mano y una enseñanza en la garganta que paraba las peleas, expandiendose por todo el poblado. Diez años en los que finalmente Rodolfo sintió encaminada su vida, un nuevo comienzo tras su querido San Ignacio. Eso hasta el día del incendio. 

Rodolfo estaba sentado en el centro comunal, charlando con sus feligreces, compartiendoles las enseñanzas de Dios cuando entraron los aldeanos alarmados anunciando que la iglesia, su iglesia, se incendiaba. "Dios proveera" dijo a sus feligreces y juntos salieron del centro. Corrieron calle abajo hacia la iglesia mientras otro grupo corría hacia el rio cargados de baldes de madera. Rodolfo solo llevaba la Biblia y un rosario, no necesitaba nada más para combatir el fuego. Ya a las puertas de la iglesia vio las llamas elevandose a los cielos como pilares infernales que adornaban la puerta de su capilla que ahora se habia convertido en la entrada hacia las tinieblas.

-¡ATRAS DEMONIO!- gritó Rodolfo con un bramido que se escuchó por sobre el aleteo de las llamas y la madera chispeante que se quebraba por el calor. - ¡SOY EL MEDIO DE DIOS EN ESTE MUNDO! NO VOY A DEJAR QUE QUEMES ESTA QUE ES SU IGLESIA. 

Llegó el grupo de aldeanos, cada uno con agua en mano. Corrieron hacia la iglesia con los cuerpos desnudos derramando sudor. Rodolfo no se quedo atras y pese a sus casi ochenta años corrió junto a ellos tambíen balde en mano. El fuego empezó a ceder con los primeros baldasos, el humo cegaba los ojos y hacia arder los pulmones pero las grandes columnas de fuego ya no estaban presentes, aún asi por dentro de la iglesia se podia ver al infierno naranja consumir las figuras de los santos. Rodolfo y compañía siguieron hasta que escucharon el llanto del niño. 

Sin dilaciones, sin siquiera pensarlo Rodolfo corrió puertas adentro y atraveso el mar de llamas, busco entre las banquetas hasta que finalmente dió con el niño sollozante que vaya uno a saber como habia llegado allí. Lo tomó en brazos y lanzando una plegaria a los cielos corrió nuevamente hacia la puerta. Cruzo el arco que lo separaba de la muerte y la salvación y justo en ese momento el edificio se desplomó sobre su cuerpo.

El niño se salvó pero no el Padre Rodolfo que murió bajo los escombros de su propia iglesia. Pero su memoria no fue olvidada, y los aldeanos eregieron otra iglesia en su honor y la palabra de Dios se trasmitió por todo el amazonas. Finalmente el sueño de Rodolfo se había cumplido..."

Un trueno, emisario de la tormenta, le despertó. El suelo de tierra ya estaba humedecido por la llovizna y pese a que se habia puesto algunas chapas para cubrirse, su ropa habia quedado paulatinamente empapada. Rodolfo se levantó con los huesos gritandole de dolor y las piernas a punto de sufrir calambres. Tenía 80 años y había soñado otra vez, reinventando su exilio. Ojala hubieran ocurrido así las cosas pensó pero sus años fuera no habian sido tales. Comió un ultimo pedazo de pan, ese casero que le habia entregado una señora, y salió de su escondrijo en el viejo sitio de construcción de la pequeña ciudad. Sus ropas estaban llenas de mugre y la barba le caía larga y sucia sobre el pecho. Sentía los ojos cansados y sabía que si no emprendía la marcha seguramente volvería a dormirse, quien sabe si para siempre. Igual eran solo un par de cuadras. Caminó por la calle solitaria mientras las gotas de lluvia caían cada vez mas fuertes. Llegando ya a destino, pudo verlo a lo lejos. El edifició se encontraba deshecho, con un cordon policial que marcaba que aquel era un sitio prohibido. Habían pasado casi veinticinco años y habían destrozado a su proyecto, su sueño, su amado colegio. Las lagrimas corrieron por su rostro pero no se detuvo, era su culpa despues de todo que las cosas hubieran terminado así. Por lo pronto; San Ignacio lo esperaba impaciente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.