Daniel llegó a la mansión bajo una persistente lluvia, el cielo gris reflejaba perfectamente el ambiente lúgubre del pueblo. Las colinas cercanas estaban envueltas en una densa niebla, como si el lugar estuviera separado del mundo real. La mansión, con su fachada desgastada por los años, lo recibía con una fría indiferencia. Las ventanas, rotas en algunos lugares, lo miraban como ojos vacíos. La puerta principal, de madera maciza y carcomida, parecía no haber sido abierta en décadas.
Al entrar, un fuerte olor a humedad y polvo lo envolvió. Las paredes estaban cubiertas por cuadros de paisajes que ya apenas se distinguían por el paso del tiempo. Pero lo que más llamó su atención fue el imponente espejo que ocupaba casi toda la pared del vestíbulo. Era un espejo enorme, con un marco dorado ornamentado, que brillaba a pesar de la suciedad acumulada. El espejo, a diferencia del resto de la casa, parecía estar bien conservado. Había algo en él, algo en la forma en que reflejaba la poca luz que entraba por las ventanas, que lo hacía destacarse de una manera inquietante.
Daniel se acercó, curioso. El reflejo que veía era él mismo, pero notó un leve retardo en sus movimientos, como si el espejo no pudiera seguirle el ritmo con precisión. Pero más allá de eso, lo que realmente le incomodó fue una sombra, oscura e indefinida, en el fondo de la imagen. Giró bruscamente para ver qué era, pero no había nada detrás de él. El reflejo no mostró ninguna anormalidad cuando volvió a mirar.
"Los espejos son solo vidrio y metal", se dijo, intentando calmar esa sensación que empezaba a crecer en su pecho. "Solo el cerebro jugando malas pasadas."
Dejó sus maletas en la entrada y comenzó a explorar la casa. Cada habitación parecía una cápsula del tiempo. Los muebles antiguos, las cortinas raídas, los libros en los estantes cubiertos de polvo… Y en cada habitación, sin excepción, había un espejo. Todos diferentes en tamaño, pero igualmente antiguos y extrañamente bien conservados. Conforme recorría la casa, comenzó a notar algo más perturbador: en cada espejo, su reflejo parecía tener un ligero desfase. Movía su mano, pero su reflejo tardaba un segundo en seguir el movimiento.
"Debo estar cansado", pensó, atribuyendo la sensación a la larga jornada de viaje. Pero esa primera noche, mientras intentaba dormir, la imagen de los espejos y sus reflejos se repetía en su mente una y otra vez.