Smith, Dereck y yo nos veíamos las caras sentados en el despacho del director, la perspectiva de esta oficina cambiaba por completo de día, todos los rincones estaban iluminados, aunque en presencia del director no sabía si me daba más miedo de noche o de día.
Dereck apretó el agarre de nuestras manos, mutuamente nos reconfortábamos.
— ¿Se puede saber qué es lo que está pasando?— preguntó el Sr. Wayne.
El chico malo se quedó en silencio, no estaba dispuesto a abrir la boca para nada y Smith limpiaba la sangre que salía de la nariz con un pañuelo que le ofreció el director, por lo que me miró a mí en busca de una explicación.
— Señorita Johnson, puede hablar.
Tenía ganas de lanzarle el teléfono de cable en la cabeza, debería saltarse todo este procedimiento inútil.
Tras una hora de explicaciones e interrupciones del anciano, se llegó a una conclusión. Smith quedaría suspendido por tres semanas y al volver se encargaría de la limpieza del campus al finalizar cada partido (un castigo blando), Dereck tendría que ir a detención dos veces por semana durante un mes y los días faltantes ayudar en la biblioteca y yo…debo ir a cinco sesiones con Amanda para evitar algún trauma por las fotos publicadas.
Escapamos de la escuela temprano, no fue una misión sencilla con el director tras nuestros talones. Dereck condujo de la manera más tranquila que pudo, probablemente en el interior lo único que quería era conducir como si estuviera en una carrera con el diablo siguiendo sus pasos. Llegamos a la playa “el paso del sol” donde celebramos el cumpleaños de Max anteriormente.
Dejamos los cascos sobre la moto y caminamos en total silencio, no había nada que decir, o eso creía yo, él sostenía mi mano entre las suyas y no objeté por lo intenso que resultaba ser el agarre, ambos estábamos lidiando con nuestros propios mundos. Pasamos por la tienda de conveniencia y compramos un par de pañitos para limpiar su herida y un poco de ungüento antiinflamatorio.
Tomamos asiento en la arena, cerca de la playa pero lo suficientemente lejos para que el agua no nos alcanzara, lentamente y tratando de no lastimarlo limpié su labio y luego los nudillos de ambas manos, estaban destruidos y aun así ni una sola mueca de dolor el chico malo fue capaz de hacer.
Quería llorar.
Los ojos se me hicieron agua.
No me gustaba tener a un Dereck atontado a mi lado.
Un fino camino de agua salada se abrió para deslizarse por mi mejilla, es inevitable no sentirme así.
— Gracias Dereck— dije en un hipido.
Colocó la mano derecha sobre mi cabeza para acariciarme, la deslizó por mi lado izquierdo para limpiar la lágrima naciente.
— Lo siento, pequeño cielo, sé que no debí actuar de esa manera pero me enloquecí cuando lo vi con su mano apunto de golpearte, no lo podía permitir.
— Pero no lo hizo— le reproché—, y tal vez tengas razón, no debiste actuar así, hay diferentes métodos Dereck, no todo puede solucionarse con golpes.
— A la mierda con la violencia, en mi mundo las cosas que no se solucionan con golpes quedan inconclusas ¿Lo entiendes Skyler?— besó mi frente—. Arrasaré con cualquiera que se atreva a ponerte una mano encima.
Me aparté.
— Sé defenderme— dejé el pañito húmedo a un lado—. ¡Oh! y disculpa, se me olvida que eres un ente de otra galaxia, nuestros mundos son tan lejanos.
Un deje de tristeza cruzó por su rostro.
— Sabes a lo que me refiero Skyler y no dudo que puedas defenderte, a pesar de que mi familia pertenezca a tú misma clase eso no me hace igual a ellos, no pertenezco a ese universo elitista. Tú aún no comprendes que en este mundo hay cosas malas, que la gente intenta sobrevivir sin importar el método que les toque usar, una vez conoces ese lado se te hace imposible volver a salir.
— Entonces déjame ayudarte, quiero estar contigo.
— Pequeño cielo, eres todo lo que tengo y todo lo que soy, no estoy dispuesto a sacrificarlo.
Si solo el tiempo se detuviera en el ahora, no sentiría que una parte vibrante en mi pecho quiere salir y exigirle que me hable de sus demonios. Porque si… Dereck Weston tiene más demonios de los que podría contar con mis dos manos.
— Si tú no me quieres decir qué carajos pasa, yo misma me encargaré de averiguarlo.
Él sonrió.
— Una vez más, la intrépida señorita Skyler Johnson hace presencia.
Me quité las baletas y me acosté sobre la arena por hoy no me importaría ensuciarme, di palmaditas a mi lado para que él hiciera lo mismo, se quitó las botas y la camisa dejando las prendas al lado de mis zapatos e instantes después sentí su pecho junto a mí. Quedé totalmente encajada en el hueco de su axila. Comencé a deslizar mi dedo índice por cada cicatriz que encontraba. Los piercings en sus pezones me llamaban para que pasara mi lengua por ellos.
— ¿Qué haremos ahora Skyler?
— Dejarnos llevar, todos lo saben, a no ser que tengas algo para borrar memorias como los hombres de negro, debemos superarlo y quitar del camino lo que se nos venga.