Los demonios del ayer.

1.-El bosque de la viuda

        Los rayos del sol empezaron a colarse por entre las hojas de los árboles, sus cálidos rayos descendieron sobre el rostro de Eleadan haciéndolo despertar de su siesta, se refregó los ojos con la parte anterior de su palma y dio un largo y sonoro bostezo mientras sus brazos se alzaban estirando hasta el máximo los huesos y los músculos entumecidos por el incómodo lecho de raíces en el que había decidido recostarse. Álagos, que había estado pastando mientras Eleadan descansaba, se asomó a mirarlo al escuchar su estruendoso despertar, Eleadan acercó su mano para acariciar la marrón nariz de su fiel compañero.

—Álagos ayúda a levantarme — le dijo mientras afirmaba el cuello del Jamelgo que hacia fuerza — ¿qué haremos ahora amigo?, ¿ir al sur? — el caballo relinchó y movió la cabeza en señal de negación — Si, tienes razón, las lluvias no nos dejarían en paz, desde el Este venimos y no será bueno volver dentro de lo próximo… ¿Entonces al Norte o viajamos por mar hacia el oeste? — Álagos señaló hacia el norte girando su torso y rasgando su pata delantera contra el piso. — claro, como no ibas a querer ir al norte, me olvidaba de Igramor y sus establos, te agrada ir ahí cierto chico, hay lindas yegüitas ahí cierto- le decía esto mientras le rascaba la cabeza y lo sujetaba en un tierno abrazo.

         De pronto entre las caricias y juegos Álagos se alzó y levantó sus orejas tratando de atrapar cualquier sonido que pudiese arrastrar el viento, Eleadan sabía que era momento de guardar silencio y esperar, algo pasaba, algo venía entre el bosque, un poco más tarde que su equino amigo lo había notado, pero lo sentía venir ahora, podía ser algún animal, pero más sonaba como a pisadas humanas, y poco a poco pudo notar de dónde venían, se acercó suavemente tratando de no hacer ruido al lugar donde había dormido, su carcaj y sus flechas estaban ahí, apoyados en el gran sauce que le dio sombra un par de horas para descansar, lo tomó raudamente y apuntó mientras desde el bosque, entre los arboles asomaba un chico de unos 13 años, pelo castaño corto, sus ropas venían hechas añicos probablemente por venir corriendo entre la espesura del bosque de la viuda y por lo mismo también traía múltiples rasguños, la sangre no dejaba ver bien sus facciones pero se notaba en su postura y en su cuerpo el terror de ser perseguido por algo peligroso, el muchacho al ver a Eleadan apuntando con el arco se frenó por un momento, pero la duda se disipó rápidamente, y siguió corriendo ignorando a quien le apuntaba. Eleadan primero estaba sorprendido que alguien se internara en el bosque de la viuda, no mucha gente conocía bien el lugar y era fácil perderse, se notaba que el muchacho necesitaba ayuda, y no podía dejarlo seguir corriendo a su suerte así que cuando iba pasando por su lado soltó el arco y usó sus manos para atraparlo.

—Suélteme por favor, él me va a matar, nos va a matar a ambos si no me deja, por favor —el muchacho lloraba y se retorcía entre los brazos del arquero.

— Tranquilo muchacho ¿quién es él?

       Su pregunta no necesitó ser contestada por el chico, desde el mismo lugar en el que había emergido el muchacho un gran hombre hizo su aparición, llevaba una armadura de placas con el símbolo del reino de Sephelyn.

 —Muchas gracias buen hombre, has atrapado a mi presa, agradecería que me lo devolvieras para poder llevarlo con las autoridades su voz sonó grave y amenazante mientras hacía una señal con su mano derecha a forma de hacer que se acercaran a él.

       Eleadan puso al joven detrás de él y le hizo una señal a Álagos para que lo cuidará, el muchacho un tanto confundido, sin saber porque este extraño hombre lo protegía hizo caso, pues tampoco tenía muchas más opciones, el caballo se puso entre el chico y Eleadan mientras se movían lo más lejos posible del caballero en armadura, mientras tanto Eleadan tomó su arco del suelo.

— Lo siento señor, pero no puedo dejar que se lleve a este chico delante de mi nariz —dijo al punto que tensaba el arco con una flecha.

—Vas a lamentar esto imbécil, no eres el primer héroe que sucumbe bajo mi espada.

       El hombre desenfundó su espada al tiempo que decía estas palabras, la flecha silbó en el aire, pero con un movimiento de cintura el hombre esquivo la flecha que se perdió entre los árboles, mientras Eleadan cargaba su arco, el Sephelyno ya había avanzado lo suficiente para lanzar su primer corte, pero los ágiles pies del arquero le permitieron rápidamente retroceder lo suficiente para esquivar el ataque y lanzar su segunda flecha, pero esta se estrelló en el casco del guerrero sin causar más daño que el tintineo provocado por el choque. Eleadan sabía que estaba en desventaja en tan corto rango de pelea, el gigantón lanzaba feroces ráfagas de golpes y él solo podía prepararse para esquivar, sus ataques no surtirían ningún efecto mientras no pudiera meter una flecha en alguna comisura de su armadura y a esa distancia y a esa velocidad de pelea le era imposible apuntar. Estaba sumergido en su estrategia cuando de pronto, el grandulón levantó su espada hacia atrás como que fuera a cortarlo de arriba abajo, a lo que Eleadan respondió dando un paso atrás, pero en vez de cortar, el hombre avanzó rápidamente hacia él propinándole con el hombro izquierdo una brutal embestida que lo hizo trastabillar, tratando de mantener el equilibrio su pie derecho se vio frenado por una de las mismas raíces que le había dado cobijo la noche anterior, su cuerpo se fue de espaldas, sin ninguna posibilidad de hacer nada, soltó el arco al aire mientras trataba sin suerte de encontrar algo que lo sujetará de la caída, el grandulón aprovechó el momento y empecinado en dar el golpe final, tomo su espada larga entre las dos manos y se abalanzó a su presa, la espalda de Eleadan se encontró con el suelo mientras su cabeza chocaba con otra raíz y ahí, con sus piernas sobre una raíz, su espalda en tierra y su cabeza apoyada en otra raíz vio como descendía la espada que quería asesinarlo, iba directamente apuntada a cortar y desgarrar entre sus ojos cualquier posibilidad de subsistencia,  pero la experiencia, la adrenalina, talvez incluso la ayuda de algún divino, permitieron que quien sabe cómo, un rápido movimiento hiciera bajar su cabeza, la que quedo debajo de la raíz en la que se clavó la espada del Sephelyno, en ese instante aprovechando la confusión Álagos en carrera se acercó mientras el hombre trataba de sacar su espada y con sus patas delanteras le dio un fuerte empujón que lo envió de bruces sobre su contorsionado compañero quien a esa altura se había zafado a medias del collar de raíces en el que se había metido, aplastado, magullado y con pocas opciones, el arquero acerco su bota derecha a su mano para tratar de alcanzar el cuchillo que usaba para cortar los ramajes del espeso bosque, el guerrero alcanzo a dar solo el primer impulso para levantarse cuando el cuchillo se le clavó entre el casco y la coraza perforando su cuello y haciendo brotar inmediatamente un caudal de sangre.




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