Los demonios del ayer.

2.- El velo de la viuda

El viento se agolpaba en sus rostros en la incansable carrera por alejarse del lugar, Isaac iba fuertemente afirmado con sus manos entrelazadas a la cintura de Eleadan, Álagos corría con una agilidad asombrosa, parecía conocer cada piedra, cada árbol, cada nudosa raíz, pues entre ese tupido bosque ningún otro caballo podría haberse movido a esa velocidad, al cabo de un rato la intensidad de la huida no necesitó ser tan alta, el trote de Álagos se hizo cómodo y con eso también el corazón de Isaac empezó a volver a su latir común, pudo relajarse un poco y ver el camino que hasta ahora había estado oculto por la espalda de su protector.

  Eleadan sabiéndose ya a salvo, dirigió su cabalgata hacia el velo de la viuda, una pequeña cascada que formaba una laguna de cristalinas aguas rodeada por una arboleda de pinos silvestres mezclados con algunos árboles frutales como nogales y manzanos, todo creciendo sobre un lecho de hierbas y flores silvestres. Eleadan sabía que muy pocos sabían internarse en el viejo bosque como para descubrir tan preciado tesoro de la naturaleza, por lo tanto, era el mejor lugar posible para reponerse, comer y beber algo, y por supuesto, entender que pasaba con el muchacho.

— Este lugar es hermoso —dijo el joven Isaac mientras se apeaba del caballo.

—Así es, solo algunos exploradores de Sephelyn conocen el camino para llegar hasta aquí.

— ¿Tú eres un explorador?

— No, o talvez con el tiempo ya me he convertido en uno,— señaló riendo— pero en realidad no me considero más que un simple vagabundo.

— Un vagabundo que acaba de derrotar a un capitán de la guardia real.

—¿Guardia real? —  contesto sorprendido— uff chico, ¿en qué me he metido?

 El muchacho guardo silencio, y miró hacia el piso.

—Ven acompáñame —dijo Eleadan mientras caminaba hacia la bella cuenca de agua.

         Sacó un trozo de genero de la alforja que Álagos cargaba y se sentó a la orilla de la laguna, Isaac hizo lo mismo y se sentó al frente del hombre que había salvado su vida, Eleadan mojó un poco el paño y empezó a limpiar las heridas del muchacho, los ojos verdes del joven Isaac descubrieron a un elfo atento y amable, tenía el cabello negro azabache y caía hasta la mitad de su espalda, pudo notar mientras lo limpiaba que tenía cicatrices en sus brazos y en la frente, tenía los ojos marrones, lo que le pareció bastante raro, en sus jóvenes años, los pocos elfos que había visto eran rubios y de ojos azules o verdes, pero no había visto jamás un elfo con estas características.

— Disculpe dijo Isaac tímidamente —¿Porque me ayuda?

— Debe ser porque soy idiota y me encanta meterme en problemas —una irónica sonrisa se dibujó en su rostro.

— Debiésemos abandonar Sephelyn, si me pudiese llevar a algún lugar donde haya un camino a la frontera, puedo seguir desde allí solo.

— Bueno, nosotros vamos al norte —miró a Álagos y él le contestó asintiendo con la cabeza y dando un pequeño bufido. — podríamos llevarte hasta Igramor con nosotros, pero me gustaría saber porque te perseguía la guardia real.

— La verdad, tampoco lo sé dijo triste el muchacho —iba en una caravana de viaje y escuché a un par de guardias que tenían que hacerme desaparecer, que el rey lo había ordenado.

— ¿El rey de Sephelyn te mando a matar directamente?, ¿pero qué diablos hiciste?

— Nada, de verdad lo juro —empezaron a brotar lágrimas de los ojos del chico— cuando escuche eso, aproveche un descuido para saltar de la carreta y correr hacia el bosque, fue ahí cuando Sir Olkan me persiguió por el bosque hasta encontrarme con usted.

— ¿Sabes que tu historia es difícil de creer?

— Ni siquiera yo lo creo señor.

— ¿Y tu familia?

— Mi padre murió en la última guerra entre Sephelyn y Odrenor, mi madre se dedica a lavar ropa de los soldados, con eso me ha mantenido hasta ahora, tenía la intención de unirme a la guardia de Sephelyn, hice las pruebas y me mandaron en esta caravana supuestamente a unos ejercicios.

— Bueno muchacho Eleadan trató de animarlo— todo mejora con un baño.

 

   Diciendo esto se levantó rápidamente y se empezó a desvestir para luego lanzarse corriendo al agua salpicando al muchacho, Isaac no pudo evitar sonreír, el elfo le había devuelto la esperanza, y había confiado en él sin siquiera conocerlo, no podía sentirse más afortunado en ese instante, así que rápidamente se desvistió para alcanzar a Eleadan quien lo llamaba a viva voz desde el agua, pasaron un par de horas de juegos y diversión hasta que la noche y el frio los hizo abandonar el agua.

      A un costado de lo que fue su zona de recreación Eleadan hizo una fogata y saco de la alforja unos trozos de carne seca que comieron mientras se secaban sus cuerpos al fuego. La visión del lago de noche era aún más hermosa que de día, el reflejo de las estrellas en el agua fue acompañado de la visita de numerosas luciérnagas que danzaban al compás de un leve viento que cruzaba a través de la arboleda, los animales nocturnos aparecieron para dar la bienvenida a las estrellas, el ulular de un búho en la distancia, la canción vibrante de los grillos, y el chispeante acompañamiento de la leña consumiéndose. Vestidos, secos y satisfechos, no tardo mucho para que el sueño venciera a Isaac, después de todo, había sido el día con mayor adrenalina de toda su corta vida, Eleadan al verlo dormido se acercó a su equino compañero.




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