Capítulo 4
“Feliz Cumpleaños.”
Lo último que recordé es que me dormí y no pude despedir a mis padres.
Según mi hermana, madre me había dado un beso en la mejilla, mientras estaba dormido, pero no sé si creerle…
Al día siguiente cuando me desperté con mi hermana para ir a la escuela, ya no estaban… No sé cuándo volverían, pero el dolor que iba a pasar en mi cumpleaños, no iba a ser fácil.
Otro día más torturante en la escuela.
Como siempre en el recreo observaba el movimiento de la escuela, y cuando pasaban jóvenes de otros cursos al lado mío, bajaba la cabeza para que no me vieran a los ojos. Me daba vergüenza que me vean solo como lo estaba en los recreos, sin nadie a mi lado, para charlar.
Después en clase, sentía las voces y los gritos de mis compañeros. Mi cuerpo y mi mente estaban solamente mirando al frente a la profesora y seguía su clase, ya sea los dictados, o lo que explicaba. Mientras que los otros jóvenes estaban en su mundo.
Las profesoras a veces me miraban con orgullo, porque sentían que era el único chico que prestaba atención a sus clases y a ellas les motivaban, porque enseñaban para mí. Lo demás no importaba. Lo importante para ellas, era al menos tener un solo estudiante, suponía en mi mente que debe ser de esa forma lo que les sucede a los educadores.
A veces hablaban demasiado, y en mi hoja blanca me daban ganas de escribir. Para mí, ver una hoja en blanco y tener un bolígrafo en las manos era una terrible tentación. Quería llenarla de palabras para leerlas yo mismo, nadie más.
Cuando la profesora de literatura empezó a leer en voz alta un libro titulado: “Luciérnagas” yo me quede pensando que hoy era día de lectura en voz alta. Después de leer un capitulo la profesora, empezaba a llamar por listado a ver a quien le tocaba leer.
Yo no quería hacerlo.
Me daba vergüenza hacerlo porque no quería que se burlen más de mí… ¿Qué iba a pasar si la profesora me llamaba para leer?
A mí me cambiaba la voz, trataba de leer alto, pero no me salía, entonces como nadie me escuchaba empezaban las risas, los susurros, los insultos, y la voz de la profesora diciendo “¡Más alto Walker!”
Y me hacían pasar un mal momento como siempre, y de seguro que me iba a tocar leer porque en cuanto menos quieres que las cosas pasen te suceden…
En cuanto la profesora terminó el capítulo agarró el listado de alumnos, para elegir. Mis nervios comenzaron a venir, y cerré los ojos para pedir en mi mente que no me llamen.
“Dios, ayúdame” pensé.
“Por favor que no me llamen para leer en voz alta, por favor que no me llamen, por favor, por favor…” Pensé.
Me escondía entre cabezas de compañeros para que la profesora no se acordara de mí.
—Walker —Levantó la vista para ver donde estaba sentado.
Mi corazón dio un golpe en el pecho y los nervios aumentaron. Por suerte, había seguido la lectura y sabía que estábamos en el capítulo dos, porque ni siquiera me animaba a preguntar porque capítulo iba la lectura.
—Lee.
En esos momentos odiaba a la profesora por haberme llamado, pero ellas lo hacen porque apenas conocen mi voz. Susurros empezaron antes de que comenzara mi voz a sonar en el aula.
Di un suspiro y comencé.
—Otra vez había comenzado la lluvia cuando me aísle del chico que me estaba mirando. Tal vez era mejor irme lejos, porque estar con tanta gente a veces me ponía demasiado nerviosa y la verdad es que soy muy ansiosa—Dije leyendo el capítulo.
—Más fuerte la lectura Walker —Me interrumpió la profesora.
Risitas se les escaparon a unos compañeros, que estaban detrás de mí y yo me empecé a sonrojar y a sentir que mi corazón iba a estallar, mientras mis mejillas realmente comenzaban a quemar.
Quería irme corriendo lejos, lejos, a un lugar que solo haya nubes y viento, que eran los únicos que no se burlaban de mí.
Me aclaré la voz y seguí tratando de hacer la voz más fuerte para que ya se dejarán de reír.
—Corrí, y sentí que todas las miradas se apartaban de mí. Estaba cada vez más lejos, y todos los nervios que sentía en mi cuerpo se iban disminuyendo de a poco… —Sentía risas, porque mi voz se hacía más baja y tonta cuando leía —Eso era lo que quería alejarme un poco del mundo, y estar sola.
Sentía que la profesora me estaba mirando frustrada porque tenía que hacer un gran esfuerzo para poder escuchar y seguir el libro… seguir la lectura… pero realmente mi garganta se había atorado.
—Que lea más fuerte.
Se sentía una voz de las personas que hablaban mucho en el grupo. Para ellos era fácil dar órdenes porque ellos eran de autoestima alto, eran los populares del aula, tenían todos los amigos y nadie los molestaba como a mí, nadie se reía de ellos cuando hablaban.
Tragué saliva y sabía que todos se estaban riendo, insultándome mientras leía. La profesora no les decía nada y podía escuchar lo que me decían tanto como yo lo hacía.