Capítulo 13
“La verdad”
— Yannick ve a mi cuarto a buscar mi cuaderno donde tengo algunos apuntes.
Dejé de escribir en mi pequeño cuaderno, y la voz retumbó en mis oídos.
Ella siguió mirando la televisión sin dirigir la vista hacia mí, solo ordenaba lo que quería que hiciera, nada más.
— ¿Dónde está?
—En mi habitación, conoces ese cuaderno, es el que siempre uso.
Sentí su voz nuevamente media exaltada.
Dejé el bolígrafo en la mesa y en ese momento pensé algo:
“Lo podía hacer ella, pero bueno mejor no decir nada, porque no quería problemas, de todas formas ella es mi madre y me está dando una orden, lo cual tengo que obedecerla.”
Me levanté del asiento y empecé a subir las escaleras.
En estos días no había dejado de pensar en lo que me había dicho David del bar, pero no le dije a mi familia. No pensaba hacerlo, igualmente.
Pero que lastima, porque quería ver tocar una banda en vivo. Siempre había querido hacerlo y nunca lo había hecho. La idea me entusiasmaba tan solo pensarla.
Ya estaba cansado de solo ver bandas por la pantalla de mi computadora y nada más. Quería ver como se sentían los instrumentos de cerca, quería ver cómo reaccionaba la gente ante esas canciones que tanto te gustaban, cantarlas en voz alta.
Nunca había escuchado una canción de David, pero lo conocía. Él era mi profesor de guitarra y estaba orgulloso que lo fuera.
Aunque no tuviera una banda muy famosa, era una banda… Tuvo mucha suerte de poder formarla, de tener amigos con quien hacerlo, que esté haciendo lo que le gusta, al menos por unas horas.
De camino a la habitación de mi madre, pensaba si decírselo o no… ¿Pero que ganaba? A ella no le importaba nada, encima ni siquiera tenía con quien ir.
Antes tenía a Melody, pero ahora estamos peleados y no me va a hacer a acompañar al bar, a unas altas horas de la noche a ver a una banda que ni siquiera conoce.
Abrí la puerta del cuarto de mis padres y noté que estaba muy ordenado. Hace muchos años que no entraba aquí, pero no era porque no quería, sino porque no me dejaban.
¿Por qué no me dejaban? La curiosidad me mataba.
Vi que arriba de la cama, estaba el cuaderno que ella quería, pero aun no… Aun no lo iba a tomar, aún tenía que ver en este cuarto misterioso lo que se ocultaba.
Recuerdo que siempre, que quería pasar a la habitación de ellos, mi madre siempre era la que se oponía y me decía:
—No. ¿Yo entro a tu habitación?
Negaba con la cabeza.
— ¿Entonces?
Y ahora estaba aquí dentro.
Empecé a mirar el cajón donde tenía: anillos, collares, pulseras, papeles del médico, su documento, monedas, dinero, sus billeteras, maquillajes, y todas esas estupideces que cualquier mujer tendría en su cajón.
Luego me iba a ir, pero vi el cajón de mi padre… Y como no hablaba mucho con él, quizás podría saber algo más de él… Revisando su cajón.
En lugar de pensar en hablar más con él, no, esa no era la solución, pensaba en andar revisando cosas que no me correspondían para conocerlo mejor…
Me aproximé y abrí el cajón con cuidado para que no hiciera ruido.
Había muchos relojes, perfumes, papeles de su trabajo, cheques, y muchas cosas, que para mí no tenía importancia.
Trabajaba en su empresa y era millonario. Pero a mí no me daba nada de su riqueza, más que zapatillas y ropa de marca, que en mi caso no me importaba nada de eso.
Cada vez que mis padres se gastan demasiado dinero en tan solo un buzo, me da mucha bronca… Si mucha bronca, porque, mientras gente muere de hambre, ellos gastan mucho dinero en ropa solo porque es de una estúpida marca, solamente por esa necesidad, ni siquiera siento que lo hacen por mí.
Bueno en este caso, no tengo que hablar de esto, porque si tengo que empezar a hacer críticas en el mundo, me imagino apretando un botón de “Reiniciar” y reinicio todo el mundo, como si fuera una inmensa computadora.
Tras desparramar tantas cosas en el cajón, encuentro algo que me llama mucho la atención…
Un sobre rosa, con corazones, y con el nombre de mi madre. Al principio creí que era de una supuesta “amante de mi padre”, pero luego me di cuenta que no.
Lo tomó con delicadeza y sigo mirando la puerta de la entrada y no hay nadie. Estoy a salvo, aun.
El sobre decía…
“De: Alexia.
Para: Richard… Mi querido esposo. “
Y me intrigó porque nunca me imaginé a mi madre haciéndole una carta a mi padre… Era todo muy extraño, y me olía bastante mal.
El sobre estaba abierto y dentro, se encontraba un papel doblado en bastantes partes para hacerse pequeño y entrar en el sobre.