Los Demonios Mentales (libro 1)

Capítulo 21

Capítulo 21

 

“Niño llorón”

 

No lo puedo creer que Jazmín estuviera en frente de mi para charlar… o todavía no se para que me quiere. Todavía.

Ella se frotó las manos, cruzó sus piernas y me miró con una sonrisa cegadora que me hacía nublar la vista y doler el estómago.

—Sé lo que puedes estar pensando.

Me quedé parado, quieto, mirándola seriamente y sin decir nada, porque la verdad no me no encuentro palabras para hablar.

—Bueno es un poco sorprendente que haya venido sin avisarte nada, es que cuando quise buscarte por facebook me di cuenta que no te tenía como amigos y por lo tanto si te llegaba a enviar un mensaje por ese medio, no ibas a responderme porque te llegaba en otra parte, “spam” —Suspiró y se miró sus uñas pintadas de un rosa fuerte y pensé en ese momento que yo sabía ver los mensajes que llegaban en “otros” pero no dije nada, dejé que siga hablando —Cuando quise buscarte en twitter, se ve que te llamas un nombre extraño, no tu verdadero nombre y no pude encontrarte, y por ultimo opté por mandarte un texto, pero no sabía tu número de celular.

—Si nunca me hablaste para saber mi número.

Ella puso el rostro tenso y luego lanzo una carcajada incomoda que me heló los huesos, porque sabíamos los dos que no era una situación cómoda para hablar.

—Bueno…

— ¿A qué vienes Jazmín?

—Quería saber si te encuentras bien.

¿Se cree en su mente que puedo estar bien? Y la pregunta principal era: “¿A ti que te importa? “

Estoy alejado de toda mi familia por no llevarme bien…

Recibí una carta tétrica que aún no se dé quien es.

Tuve una llamada realmente horrible de mi hermana.

Y encima todavía estoy superando ese momento tan espantoso que me hicieron pasar los de la escuela, golpeándome, es más todavía tengo algunos moretones en mi cuerpo, porque no se borraron porque no es el tiempo suficiente y me pregunta como estoy.

Estoy realmente mal.

—Si estoy bien —Eso fue lo que le respondí, porque de todas formas no le tenía que explicar nada a ella, porque no era asunto de ella.

Ni siquiera era una compañera… o a una desconocida, era realmente una enemiga que me hizo mal durante todos los años de la escuela.

Aunque ahora cada vez que la miraba, mi corazón latía fuerte y me sonrojaba. Era realmente hermosa, pero por dentro no era una persona bella como lo era por fuera.

Trataba de sacar mi vista de su bello rostro de porcelana, de su brillante cabello rojo, de sus lindas pecas y de sus preciosos labios color rojo. No voy a perderme en ella, no voy a caer en sus encantos.

—Podemos empezar a hablar…—Dije nerviosamente.

—No te hagas problema.

Ella levantó una ceja, se levantó de la cama y se acercó a mí. Sentí un rico perfume que invadía mi nariz y mi cuerpo empezó a temblar porque la chica que me gustaba desde pequeño se estaba acercando por primera vez a mí...

Apoyó su mano en mi hombro con confianza. Con la bastante confianza para hacer ese comportamiento.

—Oye…— Sentí su voz suave y su respiración relajada a la diferencia de la mía que estaba acelerada y que sentía que iba a expulsar mi corazón por la boca.

Mis mejillas estaban ardiendo, de seguro Jazmín, sabia mis sentimientos hacia ella. Recuerdo una vez que en una clase, se había planchado esos pequeños rizos que tiene por todo su cabello, para dejarse el pelo lacio, y estaba más hermosa de lo habitual.

Sentía a sus amigas decirle:

“¡Estas hermosa, Jaz”!

“¡Que te has hecho en el cabello!”

“¡Pero qué belleza tenemos”!

Y luego en el recreo a su novio tomándola por la cintura y besándola para dejarles en claro a todos que solamente ella era de él.

Luego  clavaba la mirada en su pelo tan lindo, brilloso, en el recreo, mientras estaba parado apoyado en la pared, esperando los minutos para ir al aula.

Jazmín, cada vez que no sacaba mi vista en ella porque no podía, se daba cuenta y se reía por la bajo para que no me diera cuenta, que realmente se reía de mí.

—Estoy tan angustiada por los animales que te golpearon.

Asentí avergonzado tratando de desviar la mirada y no hacerla chocar con esas bellas perlas grises.

—No tenían por qué hacerlo —Susurró.

—No.

Sentía la televisión de la abuela y pensé que Rosa no tenía ni idea de que una jovencita estaba conmigo en la habitación.

Jazmín estaba diciendo algo correcto, pero no creí que nunca me lo diría a mí, y nunca creí que lo pensaría y que vendría hasta mí para decírmelo en la cara.

—Nunca les hice nada.

— ¡Exacto! —Golpeó mi hombro y se alejó a la ventana —Entonces no sé porque desconfías de mi… Yo nunca propuse que te golpearan —Permanecí observándola.



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En el texto hay: demonios, depresion, drama

Editado: 23.03.2024

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