Capítulo 22
“Cheryl”
Corrí hacia ella.
Aunque tuviera todo mi cuerpo cargado de basura, lo cual me dificultaba mucho los movimientos que tenía que realizar para correr, pero no me importó nada.
Una bronca tenía en todo mi cuerpo que no podía soportar…
Esa chica que me dejó una nota perturbadora en mi ventana y ahora en esta también… tenía que escucharme…“Acosadoras…” mi mente se encontró con este término y dije no. La verdad que no las quiero en mi vida.
— ¡Oye, tú! —Grité tan fuerte que me dio una puntada en la garganta.
Y ella miró hacia donde se dirigió mi grito, observó por un instante y empezó a correr para alejarse de mí y que no pueda detenerla de ninguna forma.
Me dolió el estómago del enojo, y no me iba a quedar mirando la figura de ella como se iba alejando, y dejarla escapar.
Corrí hacia donde se estaba escapando.
Sentí mi respiración, agitada, pero no me importó iba a tomar del brazo a esa chica e iba a sacarme todas las dudas que me surgían en la cabeza.
— ¡Oye, espera!
Grité otra vez para que se detuviera, pero seguía corriendo e intentar escapar completamente de mis ojos. Tuvo mala suerte, justo cuando venía de ser engañando por unos malditos psicópatas, ella dejó la carta en la ventana.
Traté de hacer un esfuerzo para ser más rápido que ella, estiré mis patas, y corrí con todas mis fuerzas, ignorando cuanto era capaz de alejarme del apartamento de mi abuela.
Cuando quise acordar la chica estaba corriendo más lento, porque se estaba cansando, y estaba mirando hacia atrás porque ya sabía que la alcanzaría.
Tomé su brazo cubierto de una campera de cuero, color marrón, y casi se cae cuando siente que la tocó.
Apretó su brazo, sin importar poder hacerle daño y ella hace una mueca de dolor, mientras suelta un pequeño gemido.
Llevaba unas botas negras y no pude creer como corrió tan rápido con ese calzado, pero luego pensé que era una chica, y ellas sabían bien como caminar con cualquier calzado.
Estaba agitada como yo, una capa de sudor caía de su frente y su cabello color verde, medio descolorido caía por su rostro, despeinado.
Y cuando nuestros ojos chocaron reconocí que era la persona que me había encontrado en el bar, la noche que vi a la banda de David, tocar en vivo.
Ella me había arruinado la noche, me había preocupado por su actitud tan rara, y me había dejado pensando mucho en la escena que habíamos tenido antes de irme hacia el escenario.
—Tu…
Ella me miró con los ojos brillosos y luego dirigió su vista al suelo.
—Debería darte vergüenza —Dije sin pensar.
Ella luego dirigió la vista a mi ropa que estaba toda sucia, con harina, y cosas que habían utilizado “mis compañeros” para arruinármela, y arruinarme la noche, la vida, mi mente y todo lo que hacen…
— ¿Qué te paso? —Su voz resonó en mis oídos.
— ¡Que te importa! — Le grité dejando que la ira de mi cuerpo me gane.
Ella se sobresaltó y mordió su labio inferior, preocupándose por cómo estaba reaccionando a nuestro encuentro.
—Ni siquiera te conozco…
—Pero, podemos…
La miré con bronca y ella se empezó a poner nerviosa lo podía ver en su mirada, en su cuerpo temblando y me dio lastima.
¿Así me veía yo?
¿Tan indefenso como se veía ella ahora?
—Ni siquiera se te ocurra dejar más notas en la habitación de cualquier casa que me mude, porque odio ese tipo de cosas —Clavé mis dientes y sentí que mi cuerpo estaba helado como si le hubieran tirado un balde de agua congelada.
El viento de esa noche penetró mi rostro haciéndome que empezara a tener unos leves temblores del frio.
—Deberías irte a cambiar.
Ella me dijo con un tono más tranquilo.
Llevaba una cartera en su hombro, con una calavera de colores, de esas que venían ahora en billeteras para guardar dinero, en remeras y en ese tipo de cosas.
—Por favor no cambies de tema.
Su rostro se tensó y pude ver que su piel era morena tanto que parecía tostada por el sol, pero estábamos en una época que el calor no estaba tan fuerte para quemar la piel.
—Al final no me dijiste tu nombre Yannick…
Me latió fuerte el corazón cuando sentí que decía mi nombre. En el bar, lo único que me preguntaba era mi nombre y pensé que para que lo quería saber, si ya lo sabía, entonces pude descubrir ahora mismo que la pobre chica estaba loca.
— ¿Para qué lo quieres si sabes mi nombre? —Le pregunté con ironía mientras me cruzaba de brazos y ella largó una carcajada que me dio un escalofrió. Seguía riéndose sin parar lo cual me ponía muy nervioso.