🎵I hate u I love u.
𝑴𝒊𝒍𝒆𝒔.
Le doy un sorbo a la bebida, alzo la vista y encuentro la sonrisa de mi madre.
—Sin ofender, pero por favor quita esa horrible expresión de tu rostro.
—Estoy muy feliz por ti ¿qué puedo decir?
—Se nota, hasta parece que dormiste con un gancho de ropa en la boca— señalo, pero a ella no le importa.
—Una cita, jamás pensé que lo lograrías.
—Estudiaré—la corrijo.
—¿Es con Adelín?
Ojalá.
«Ya se por donde va la cosa» Así que por eso es por lo que está tan emocionada. Piensa que tendré una cita con mi amiguita de la infancia.
—No, es con una rubia, trabaja en un bar llamado Daddy y para pagarle debo subirme a un tubo a bailar.
Se le borra la sonrisa. —Miles.
—Mamá.
—Pensé que... te gustaba ella.
Acabo con la comida recostándome en el espaldar.
—Los tiempos cambian, las personas igual.
—Era muy linda, ¿recuerdas cuando la recogía? Cuando ustedes parecían novios de manita.
Hago una mueca que la hace reír. —¿Dices que ya no es linda?
—¡Hijo, no pongas palabras en mi boca que no he dicho!
Ladeo una sonrisa antes de levantarme, cuando ella ya ha terminado de comer.
—Debo prepararme— le digo y asiente.
Subo rápido los escalones, me cepillo los dientes, acicalo mi imagen y trato de poner la mejor actitud. Al bajar me perfumo alcanzando las llaves de la moto.
—Mi novia stripper me espera, te veo luego— recojo los platos antes de darle un beso en la coronilla— no laves la loza, lo haré yo al volver.
Tomo la mochila negra y me la pongo en la espalda.
—Miles— me llama y me detengo— ¿En serio es stripper?
Comprimo la risa encogiéndome de hombros y me doy la vuelta para salir.
El móvil me vibra en el bolsillo del pantalón y respondo apresurándome a la moto que tengo parqueada en frente.
—¿Ya vienes? —preguntan al otro lado.
—No me ha atropellado un carro todavía— me subo a la motocicleta—llego en diez, disculpa la demora.
—Vale, me mandas un mensaje y abro el garaje para que la guardes.
—Va.
Cuelgo, guardo el móvil en el chaleco, me coloco el casco y trato de pasar la avenida rápido. La propiedad es gigante, al llegar hago lo que ella dijo unos minutos atrás y veo la puerta negra del garaje abrirse.
Me quito el casco, bajándome y la entro para luego verla de pie en la puerta. Me da una gran sonrisa antes de apresurarse a mi lugar y abrazarme.
—Hola, ¿cómo estás?
No soy mucho de esto, así que le sobo la espalda antes de sentirla apartarse. Sus ojos brillantes recorren mi rostro y su sonrisa me hace devolverle levemente el gesto.
—Pensé que me cancelarías a último minuto.
—¿Cómo crees?
Se ríe poniendo las manos tras su espalda. —Luces como un chico rudo.
—Tú como si vomitaras flores—digo viéndole el vestido rosado y ella sonríe— ¿qué es gracioso?
—Nada, nada— señala la puerta— ven, entra por favor.
Hago caso, me limpio los zapatos en el tapete antes de alisarme los mechones necios que me caen en la frente.
—¿Te gusta el té? ¿Chocolate? ¿Avena?
—Avena está bien— observo su cocina mientras ella cierra con seguro, la veo desplazarse y sigo su rastro apoyando los codos en la barra que conecta con una pequeña ventana— Entonces, así vive la niña ricitos.
La escucho reír y veo como calienta una de las ollas a fuego bajo antes de girarse.
—¿Por?
—Es gigante.
—Tu casa es el doble. ¿Cómo ha estado tu madre?
—Se quedó sentada, mirando su móvil, creyendo que eres mi novia stripper.
—¡Oye! —arruga su nariz cerrando los ojos por un segundo y luego estornuda— lo lamento. ¿Por qué piensa eso?
—Porque se lo he dicho.
—Pero... ¿qué?
—Ha sido por broma, me temo que ahora tendrás que decirle que trabajas en un bar.
—¡Miles! —se queja y luego sirve la avena en un vaso de oso.
Joder, esta niña camina entre flores silvestres. Se queda mirándome y me termino el vaso antes de fruncir el ceño cuando juega con sus dedos.
—¿Quieres decirme algo?
—Recuerdas que tú... yo te encargué algo—carraspea, poniéndose un cabello tras la oreja— y no debías traérmelo, digo, se que estás ocupado. Solo quería saber si, quizá en esa maleta...
Me lamo los labios intentando no reírme. Es horriblemente tierna.
—Si, Boo, si te traje tus stickers de princesa— giro los ojos.
Me voy hacía la mochila que deje en el sofá y saco el álbum que temía que descubrieran.
Ella entreabre los labios y luego sonríe recibiéndolo.
—¡Muchas... gracias, en verdad! —abre lo que parece una libreta y asiento cuando me mira. —Puedes sentarte, yo traeré en un momento mis libros.
Me acomodo en el sofá sacando el móvil para mirar la mensajería. Treinta mensajes, «da igual si ninguno viene de la persona a la que le pongo cuidado» Bloqueo la pantalla viendo al perro de Bowie bajar con ella y hago una mueca de disgusto cuando se me acerca.
—¿No te gustan los perros? —cuestiona, halando la mesa y colocando sus libros mientras se sienta a mi lado.
—Tanto como el rosado— le acaricio el pelaje al Golden y sacude la cola. —Relájate, chico.
—Es hembra— se ríe— aunque al macho le cortamos sus... campanas. Solo que ese es dóberman.
Suelto una carcajada, sus campanas. En lo poco que he conocido a Bowie, me ha mostrado todo lo que yo fui en algún momento, por eso me encuentro tan cercano a ella. Su cabello dorado cae a los lados y abre con los delicados dedos su cuaderno.