Capítulo cortito, nos vemos más tardeeee <3.
Posdata: Lochi, te prometí un libro que ya está en camino, mientras, conformate con el de la crespa ajskjas.
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𝑨𝒅𝒆𝒍𝒊𝒏.
—Esta es una muy mala idea— susurro en el cuello de Miles.
Boo manejó hasta su casa, estacionó, volvió a mirar la venda y luego se marchó, Wallace no me ha dejado bajar caminando, me sostiene y sube las escaleras quitándose los zapatos de un punta pie.
—Miles... si tu madre me ve aquí...
—No está— abre la puerta de una habitación para luego depositarme en la cama— te traeré una sudadera, no te muevas.
Lo veo quitarse la chaqueta de cuero, la camiseta y la correa saliendo de la habitación. No tarda mucho para volver, me pasa una toalla y una sudadera de hombre que recibo con un leve temblor en las manos.
—Iré a hacer comida, cámbiate.
—No tengo mucha hambre.
—Haré algo liviano.
Sale cerrando la puerta a sus espaldas y me desvisto con rapidez pasándome la toalla por el cuerpo, me saco las medias empapadas y los botines. Exhalo al sentir la tibieza en mi cuerpo debido a la lana del saco y pantalón.
Camino hacía la puerta sacando contra mi pecho la ropa mojada, busco el baño del segundo piso escuchando ruidos en la cocina y hallo los ganchos, dejo colgada la ropa para cuando Miles vuelve con un sándwich, un vaso de lo que parece leche caliente y una galleta de chocolate.
Deja el plato con la comida sobre la mesita de noche que esta pegada a la pared de la ventana, la cama se encuentra al lado y una silla con rueditas se mantiene estática por un leve momento hasta que él se sienta. Hago lo mismo hasta que quedamos en frente y se acerca.
—¿Cómo sigue la herida?
—No estoy sangrando, Miles— tomo el sándwich y lo como en silencio— no fue para tanto.
Él clava los ojos en la sudadera antes de apoyar sus codos sobre las piernas.
—Miles— me observa— estoy bien, en verdad. Solo fue un rasguño.
—Lo sé, pero no es el rasguño lo que me preocupa.
—¿Entonces?
Sacude la cabeza. —Deberías evitar hablarles.
—Ellas empezaron, no yo.
—¿Nunca has pensado poner una restricción?
—No. Nunca lo pensé y no lo haré, eso significaría mostrarles que me afectan sus comentarios y acciones.
—Básicamente te están afectando.
—No me trates como si no supiera defenderme.
—Nunca dije lo contrario, Adelín—su voz parece un poco sombría— en realidad, siento que te defiendes, pero no de quién deberías.
Se hace un silencio tenso, donde solo tomo la leche y me acabo la galleta apretando los muslos. Desvío la mirada hacía la ventana, dónde la noche me incita a volver a casa. Breeana se quedó en casa de Luke, me escribió que devolviera respuesta cuando estuviera segura.
—Llamaré a mi amiga.
Asiente. —Descansa, si necesitas algo estaré al lado.
—Miles— tomo su muñeca haciendo que gire para verme— gracias, por esto.
—Lo haría sin pensarlo dos veces— acaricia mi mejilla— Descansa, Adi.
🐼💜🐼💜
Me despierto con los primeros rayos de luz de la mañana, sigo acostada, envuelta en las cobijas, siento que me dará un resfriado debido a lo de ayer. Me levanto, abro la puerta sin hacer mucho ruido y bajo las escaleras con cuidado, escucho música fuera y me dirijo debido al sonido al jardín antes de encontrar a Miles con las manos apoyadas en el suelo, las piernas elevadas y el torso desnudo.
Mis pies caminan con lentitud tocando el césped y abro la boca para decir algo. Quizá un hola, gracias por lo de anoche, ya me voy. O quizá un Miles ¿quieres algo? No, eso sonaría muy atrevido. Quiero decir cualquier cosa para no parecer muy tonta, pero la vista es demasiado buena para interrumpirla.
Los músculos se le marcan cuando flexiona los brazos dejando los codos cerca del suelo sin llegar a tocarlo, endereza más las piernas antes de quedarse quieto y volver al suelo haciendo una plancha. El sol le hace un lindo contraste con la piel.
Respiro hondo observándole la espalda cuando se levanta, se pasa una toalla por los hombros y se acerca a la silla de plástico que tiene una botella y una gorra. Se empina la botella antes de pasársela por la espalda, el agua se le desliza por la piel y se voltea haciendo que retroceda.
«¡No!» Aprieto el saco mientras él me mira, mis ojos se descontrolan, deslizándose con una rapidez impactante por los abdominales marcados. Debo pasar saliva al notar mi corazón galopándome con fuerza en el pecho.
Se acerca, pasándose la toalla blanca por el cuello y miro a ambos lados queriendo que la tierra me trague al sentir el sonrojo en mis mejillas.
—Buenos días— mi voz sale chillona por lo que carraspeo maldiciéndome.
—Hola— sonríe deslizando el objeto por la V y reparo el movimiento antes de sentirlo pasarme, por un lado.
Suelto el aire agradeciendo volver a respirar. Al girarme lo veo en la isla de la cocina preparando una bebida.
—¿Hambre?
Mis mejillas se calientan viendo su pantaloneta y algo más marcándosele bajo la misma. Gira la cara dándome un vistazo y lo veo apretar los labios escondiendo otra sonrisa pícara.
—Algo—respondo.
—¿Qué quieres de desayunar?
—Huevos batidos estarían bien.