Los Destellos De Aurora

MI PADRE

OSTVUERTEL - ESSEN (DEPARTAMENTO DE LOUIS WIEBER)

— ¿Isabella, tú tenías pensado ir a Dubai sin mí?

— ¿Qué dices? Mírame… hoy fue El peor día de mi vida en muchos años y a ti lejos de importarte eso, tienes ganas de discutir conmigo por mi viaje a Dubai?

— No tengo ganas de discutir contigo. Tú siempre decías que las cosas se vuelvan complicadas entre nosotros, Isabella. Acabo de hacerte una pregunta y no me contestas. Saliste de aquí enfurecida por unos de tus familiares arrebatos sin sentido y si yo no hubiese ido que tras de ti, no quiero imaginarme siquiera lo que hubiese sucedido.

— Tuve suficiente ya con los sermones de mi hermana Gina. No me quedaré aquí para tener que oír también los tuyos —vociferó la joven alistándose dispuesta a salir del apartamento—

— ¿A dónde crees que vas?

— ¡Suéltame!

— No voy a dejarte ir sola a ninguna parte. Te llevaré a tu casa y no quiero oír más negativas de tu parte.

— ¿Quién demonios te crees para tratarme de este modo? Eres un salvaje. Un demente.

Ambos jóvenes continuaron discutiendo a los gritos e insultos mientras Isabella le aventaba lo que sea que tuviera a su alrededor— No sé qué tenía en la cabeza cuando me fijé en ti.

— ¡Basta Isabella! ¿Quién está comportándose como demente ahora? ¡Basta! —le advirtió Louis Wieber una y otra vez sujetándola de ambos brazos—

— Te estoy pidiendo que me sueltes, Louis. Me lastimas.

— Basta ya… ¡Es suficiente! Escúchame muy bien… puedes destruir por completo este apartamento. Tirarlo bocabajo, hacer una broma aquí dentro si te da la gana, pero no harás lo mismo conmigo. Tú no me tendrás más a tu antojo. ¿Me has entendido? —advirtió él tajantemente mientras la tenía sujetaba y echada sobre el sofá—

— Te digo que estás lastimándome.

— ¿Y cuánto me has lastimado tú a mí haciendo lo que te da la gana sin que yo te importe en absoluto? ¿Sabes qué? Ahora esto se acabó, Isabella. Te advierto que esta fue la última vez.

— ¿De qué estás hablando ahora?

— Estoy hablándote de que esto se acabó. Tú y yo terminamos.

Louis Wieber finalmente soltó a la chica.

— ¿Terminamos? Tú no puedes hacer esto conmigo.

— Por supuesto qué puedo. Y ahora sí puedes irte.

— ¿Terminas así conmigo como si nada? No puedes hacer eso. Yo te amo, Louis, y tú también me amas.

— No sigas. Esto que tú sientes no puede ser amor.

— Louis…

— Vete ya. ¿No es eso es lo que querías? —le dijo nuevamente en voz elevada—

— Está bien… me voy, pero te advierto que en cuanto yo cruce esa puerta tú no volverás a verme nunca más. En tu nefasta vida volverás a acercarte a mí, jamás. Y te advierto. Si algo me sucede en la calle, lo cargarás por siempre en tu conciencia —le dijo la joven Isabella saliendo raudamente entre llantos de aquel apartamento—

Louis Wieber estaba dispuesto a terminar con aquella tóxica inestable relación. No tenía intenciones de seguirla, sin embargo aquella dependencia emocional acabó venciéndolo.

— ¡Isabella, espera!... Isabella…

— ¿Ahora qué sucede? Suéltame…

— Te llevaré a tu casa

— ¿Por qué? ¿Piensas que así te pesará menos la conciencia si me sucediera alguna cosa?

— En lugar de decir tantas tonterías, lo más conveniente sería que cerraras la boca.

El joven policía volvió a estallar, y golpeó la pared con tanta fuerza que los vecinos del piso, alertados salieron a ver lo que sucedía.

— Sabes que te amo de un modo que ni siquiera logras dimensionar, Isabella. No tienes idea de nada porque eres una muchachita malcriada e incorregible.

— Tú me conociste de este modo. Así dices amarme. ¿De qué te quejas entonces?

— ¿Y tú de qué te quejas? También me conociste de este modo. Y así decías amarme, pero tú no tienes idea de lo que significa realmente esa palabra —dijo el joven Wieber dándose vuelta para retornar a su apartamento—

— ¡Te equivocas, Louis Wieber! Yo también te amo. Te amo mucho en verdad.

Isabella Majewski detuvo los pasos de Louis y entre besos y abrazos se disculpó con insistencia. Unos besos apasionados, largos y tendidos de los cuales Louis, no pudo escapar. Ni siquiera los curiosos vecinos del piso que habían salido a ver el motivo de los barullos.

El policía la cargó entre sus brazos y la llevó nuevamente al interior del apartamento donde las peleas habían acabado. Al menos por un periodo de tiempo en el que ambos decidieron expandir su amor a los cuatro vientos yendo juntos al tan mencionado viaje a Dubai. Es ostentoso lugar favorito de Isabella dónde juntos recibirían al año nuevo que ya se encontraba a la vuelta de la esquina.

MANSIÓN DE BYFANG

— Gina Majewski…

Un grito se oyó de manera ensordecedora. Una voz que irrumpió tajante y ensordecedora.

Era la tía Judith Günter quién con estruendosa llegada hizo más que evidente el insostenible disgusto que traía consigo.

 En esos momentos en la mansión eran solo cuatro personas. Michael Bruchhagen quién fue el primero en salir a ver de qué se trataba aquel grito. Su esposa Gina quién había ido tras él, y la pequeña Aurora quién tomó la decisión de permanecer en un rincón junto a la puerta del comedor, intentando que su hermanito Ezra no sé perturbara con todo a quién repentino escándalo.

— ¿Madrina, que sucede? —preguntó Michael Bruchhagen acercándose a la mujer— 

— ¿Mamá Judith, puedo saber por qué llegas gritando de esta manera? —prosiguió a la pregunta Gina Majewski quién del modo menos esperado por todos, jamás, recibió dos bofetadas por parte de la tía Judith Günter— Dos bofetadas tan sorpresivas inexplicables qué en esos instantes parecieron haber congelado los latidos del corazón en otro gélido día de invierno.

Detrás de la mujer, había llegado su esposo Norbert, y ante aquella dolorosa acción, intentó intervenir inmediato.




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