Los Destellos De Aurora

FUEGOS ARTIFICIALES

— ¡Guardia Hafez! 

— ¿Dónde te habías metido, Aurora? 

— No tengo porque contestar esa pregunta tuya pues no estás en tus horas de trabajo y yo no tengo porque darte explicaciones. Hoy eres libre de mí para hacer lo que quieras.

— Mmm… ¿Libre de ti hoy? Allah en verdad es muy piadoso.

— Tú indolencia definitivamente no me afectará esta noche, Hafez.

— Si me juras que la señorita no se mete en problemas en vísperas de año nuevo me apartaré ahora.

— Yo nunca me meto en problemas —le dijo Aurorita alejándose hacia una de las terrazas donde se dirigía su primo Timothy para hablar con Khaleb Hafez— 

En sus pensamientos desde luego la pequeña Aurora no tenía intención alguna de inmiscuirse en aquel asunto. Solamente iba a permanecer quieta y oculta en un rincón hacia la puerta en caso de que el guardia Hafez apareciera y le diera por irrumpir asuntos que no que no eran de su incumbencia.

— ¡Señor Hafez! ¡Buenas noches!

— ¿Timothy? ¡Buenas noches! ¿Todo está bien? 

— Todo bien… Necesito hablar con usted sobre algo muy importante. 

En el lugar, Khaleb y su esposa Amira se encontraban juntos mientras que Mara, pálida del pánico por lo que el joven Timothy pudiera ocasionar, se encontraba oculta hacia el blindex que separaba el interior del salón de la terraza. 

— Te escucho. 

— Él asunto es referente a su hija Mara, y seré muy franco y directo con usted. Quiero que sepa que estoy profundamente enamorado de ella y que el sentimiento es mutuo. Por lo tanto me encuentro aquí para pedirle su aprobación. 

— Ah...ah… Mi primo Timothy es muy valiente en verdad —se dijo a sí misma—

Al emitir aquellas palabras, el joven Timothy ni siquiera se inmutó pese a la ya esperada reacción de Khaleb Hafez quien luego de permanecer en silencio por un par de segundos observándolo estalló como una auténtica bomba de tiempo. 

— ¿Con que descaro te pones delante de mí para decirme esto, Haggard?

 — ¿Descaro? No veo de que otra manera pudiera hacer las cosas correctamente, señor.

Echando chispas como una auténtica olla a vapor, se tomó de los pelos, se desajustó la impecable corbata que traía puesta y finalmente gritó el nombre de su hija. 

— ¿Desde cuándo, Mara? Como yo me entere de que has estado saliendo a escondidas con este chico, juro por Allah que te enviaré de regreso a Líbano. ¡Lo juro! 

— Khaleb, cálmate por favor. —le pidió su esposa Amira intentando vanamente apaciguar al hombre— No es necesario que te pongas así. 

— Señor Hafez, con tanto enojo qué carga le resultará imposible comprender mis buenas intenciones. 

— Cierra la boca, Haggard. Ciérrala porque si no lo haces yo me encargaré de cerrártela. O mejor aún, voy a arrancarte la legua con mis propias manos para que dejes de hablar. 

— No le he dado motivos para que se comporte de esta manera conmigo. 

— Tú solo atrevimiento es suficiente incluso para arrancarte la cabeza. Eres un insolente.

— Más insolente es tu hijo Karîm, tío —pensó la pequeña Aurora desde su escondite—

— Papá, por favor no digas esas cosas 

— Tú guarda silencio Mara.

— ¡Khaleb Hafez!... En verdad espero que no te atrevas siquiera en ponerle un dedo encima a mi hijo —irrumpió en el lugar Alexander Haggard—

— No quiero a tu hijo cerca de mi hija, Haggard. Será mejor que te lo lleves de mi vista antes de que pierda los estribos por completo.

— ¿Por qué? Concédeme un argumento realmente válido que no sean tus absurdas amenazas de golpearlo.

— Solo haz lo que te pido.

— ¡Vamos Khaleb! Si no te conociera tan bien y si hubiese conocido a mi hermano Said como la palma de mi mano, diría que no comprendo esa situación. Sé muy bien lo que sientes porque fui testigo de esos mismos sentimientos en Said hacia Gina. Celoso y posesivo por su hija. Tengo dos niñas y supongo que en algún momento me sentiré del mismo modo, pero no me veo con portándome como un auténtico troglodita que no piensa en la felicidad de su familia. Si bien mi hermano y tú fueron qué las cortadas con la misma tijera, a él no le agradaría en absoluto el modo en qué tratas a su sobrino y ahijado. Al menos deberías pensar en eso.

La joven Mara, entristecida y hundida en sus lágrimas, abandonó aquel lugar, y su madre fue tras ella, mientras la impotencia de Timothy caía por los suelos al suelo por no poder seguirla para consolarla.

— Conoces a Tim desde que era un bebé, sabes que lo crie del mejor modo que pude y no solo yo. Mi madre, el propio Said y Paula. Escucha... No voy a defender más a mi hijo porque él es suficientemente valiente para encararte a ti y a cualquiera. Solo te pido que pienses muy bien sobre tus conflictos internos antes de actuar para que no debas arrepentirte luego —explayó el padre del joven abandonando posteriormente el salón— 

Nuevamente una maravillosa y mágica lluvia multicolor de fuegos artificiales se expandió en el cielo nocturno de Berlín apreciada desde el ventanal de cristal. 

— Le ruego en verdad que al menos lo piense, señor Hafez. Amo mucho a su hija Mara con toda mi alma y jamás cometería ninguna falta en contra de ella. Le juro que nunca nos vimos a escondidas e intentaríamos siquiera tal cosa.

El frívolo Khaleb Hafez ya no emitió palabra alguna. Respiró profundo y se sentó en el sofá mientras el joven Timothy Haggard alcanzaba a su padre hasta la terraza del otro lado del salón. 

— Hice lo correcto, padre y creo que mi madre está de acuerdo conmigo. 

— Lo está, y no solo eso. Dana está muy orgullosa de ti, hijo. Tanto como yo estoy orgulloso de ti.

— Solo espero que haya valido la pena y que el señor Hafez no cumpla su amenaza de llevarse lejos a Mara de mí. 

— Eso no sucederá. Que me parta un rayo ahora mismo si no conociera de sobra el tipo de prepotencia inofensiva que posee Khaleb.




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