Los Destellos De Aurora

SANGRE

— Gina, yo te haré la misma pregunta que te hizo Isabella allá en la dala. ¿Hasta cuándo? Contesta… ¿Hasta cuándo seguirás comportándote así con ella? Isabella es tu hermana y juro por lo más sagrado que tenemos que no la tratas como tal. Ni una gota siquiera del modo en que tratas a Aurora. Cuando éramos pequeños de algún modo comprendí tus celos de niña mimada cuando ella nació, pero ya no eres aquella niña. Tú eres todo lo que tus hermanas poseen y debes demostrárselo a ambas. Deberías tomar ese mismo amor que sientes hacia nuestro hijo y compartirlo con las dos. Con las dos, Gina. No solo con Aurorita.

Nuevamente como casi siempre en la mansión de Byfang luego de haber estallado en discusiones y conflictos, se había convertido en un silencioso abismo frívolo y triste. Aquel parecía ser el destino de aquel lugar y nada ni nadie lo podía cambiar.

Para la familia Majewski jamás sucedieron allí cosas buenas, al menos no de las que pudieran recordar con plena felicidad.

Cuando parecía que finalmente una ventisca de paz y alegría podría triunfar atravesarse por la puerta principal, un manto oscuro y tenebroso se lo impedía, dejando a todos a la deriva del temor y la desesperación.

Luego de una larga conversación con su esposo Michael y de meditar aquella mala manera de comportarse, Gina decidió hablar con su hermana Isabella. Deseó en verdad disculparse por aquel arrebato sin sentido, y su iniciativa e intención de hacerlo alivianó el corazón de todos, con la ligereza de una pluma.

— Hermanita, si harás las paces con Bella yo quiero entrar contigo

— ¿Para qué, Aurorita? Yo solo voy a disculparme por mi mala actitud con ella la sala, eso será todo.

— Nuestra hermanita se pondrá muy feliz y yo quiero estar allí para abrazar muy pero muy fuerte a las dos. No me gusta que peleen. Es horrible.

Lanzando un enorme suspiro, Gina aceptó qué Aurorita ingresar a con ella.

— ¿Tú no odias a Bella, cierto, Gina?

— ¿Cómo podría yo odiar a mi hermana? Siempre hemos tenido conflictos como todos los hermanos lo tienen, pero nada que se asemeje siquiera a odiar. La amo tanto como a ti pese a que nunca le he demostrado abiertamente, y para que todo esté bien entre nosotros Desde este momento, se le diré. Sí eso la hará sentir mejor luego de su ruptura con la que el policía con más razón lo haré —dijo Gina Alicia haciendo a un lado sus inusuales lágrimas—

Entre ambas fueron hasta la habitación de Isabella y fue la pequeña Aurora la primera en golpear la puerta un par de veces. La misma no recibió respuestas, y entonces Gina lo intentó obteniendo el mismo resultado.

Llamándola por su nombre, Gina Alicia intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave y su hermana no contestaba.

Al cabo de pocos segundos, a falta de respuestas por parte de la joven, comenzaron a inquietarse e insistencia repetidas veces, siempre sin recibir respuestas.

— Isabella, necesito que hablemos. Abre la puerta, por favor.

— ¡Hermanita! Ya no queremos que estés triste. Abre que Gina tiene algo muy bonito que decirte.

Aquellas insistencias fueron en vano. Isabella nunca abrió la puerta, la aflicción en Gina y Aurora prontamente se expandió

— Quizás se quedó dormida —dijo Aurora intentando no espantar malos pensamientos—

— ¡Bellaaa! Sé que estás molesta conmigo, pero en verdad deseo hablar contigo. Ábreme y charlemos. —suplicó Gina volviendo a golpear un par de veces la puerta—

Isabella no dio señales y el temor finalmente estalló. Gina fue a pedirle a Susanne el duplicado de la llave, y, por tanto, repentino alboroto, Michael también se alarmó.

— Bella no abre la puerta, Michael.

— ¿Qué? ¿No habrá salido sin avisar?

— Nein! Ya nadie salió de la mansión.

— ¿Papito, y si le pasó algo a mi hermanita? —dijo Aurora comenzando a sollozar —

Michael, primero eso antes aquella posibilidad también a la puerta comenzó a llamar.

Susanne trajo la llave lo más pronto que pudo y fue Gina la encargada de abrir la puerta y la primera en ingresar a la habitación que se encontraba apenas a media luz por una lámpara junto a su cama.

— ¿Bella? —llamó Gina al ver sobre la cama a su hermana que no se movía.

Se acercó más a la cama y Michael junto a ella.

— Bella, Nooo… ¿Hermanita, que hiciste?

— ¡Dios mío Bella! ¿Princesa, que hiciste? ¿Qué hiciste? —repitió Michael cargándola de inmediato entre sus brazos— Llama una ambulancia, Gina. ¡Apresúrate!

— ¡Bellaaa!... Michael, no hay tiempo para llamar una ambulancia. Debemos ir al hospital de inmediato. Mi hermanita nooo. ¡Dios mío! ¡Dios mío!

La joven Isabella, en el silencio y las penumbras de su habitación se había cortado las venas. Y para Gina quién ya había pasado por incontables desgracias en la familia, le rogaba a Dios ya todos los cielos para que su hermanita se salvara.

Al salir Michael de la habitación, ante los ojos de la pequeña Aurora la aterradora escena presenció. Los brazos le colgaban y de sus muñecas chorros de sangre se derramaba. Gina Alicia intentaba detenerlas con un par de torniquetes provisorios que poco o nada servían.

— ¿Mi hermanita está muerta, Gina? ¿Está muerta? —preguntó Aurora estallada en llanto. — Mi amor, no digas eso. Bella solo está desvanecida porque perdió mucha sangre —le contestó deseando con todas las fuerzas de su alma que aquello fuera de tal modo—

El corazón de Aurora quedó helado, casi sin latidos de tan solo pensar que pudiera perder a su hermana Isabella como alguna vez perdió a sus padres. Tratando de no pensar en lo peor, abordó el coche con ellos y fueron de inmediato hasta el hospital más cercano de Essen.

Durante el trayecto, Gina Alicia le aseguró los torniquetes de cada muñeca a su hermana para evitar que continuara perdiendo más sangre de la que ya había perdido, mientras le pedía al chofer a gritos de desconsuelo que por favor acelerar la marcha.




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