Los Destellos De Aurora

JULIETA Y ROMEO

El doctor que había asistido a Isabella Majewski anunció finalmente que la joven ya se encontraba fuera de peligro y que lentamente iría recobrando fuerzas con el transcurso de las horas. Dijo también que en esos instantes una sola persona podía pasar a verla.
Esa persona sin duda alguna para toda la familia era la propia Gina Alicia a quien tras el anuncio del doctor debieron despertar de inmediato pues en ese preciso instante se encontraba profundamente dormida entre los brazos de su esposo Michael.
— Quiero entrar también. ¡Por favor! Solo será un momento —suplicó con insistencia la pequeña Aurora—
— Eso no es posible —dijo el doctor quién rechazó la posibilidad de que ingrese más de una persona— La visita solo será de un par de minutos.
Cuando Gina Alicia ingresó, su hermana Isabella apenas había abierto los ojos y no pudo evitar echarse en llanto ni bien la vio ingresar.
— ¡Bella! ¡Hermosa, no llores! La única que debería arrastrarse en llanto soy yo. ¡Lo siento mucho, hermanita! ¡Perdóname por favor! ¡Perdóname!
— ¿Por qué no me quieres, hermanita? ¿Hubieses deseado ser la única hija de nuestros padres?
— No digas eso.
— Fue eso. Lo sé. Luego me odiaste porque fui rebelde con papá y mamá. Me odias porque te acusé un día con Madeleine. Porque me hice su amiga y me metí al modelaje. Sé que no me quieres por todo eso. Cometí muchos errores. Mi vida se volvió insignificante y no valgo nada para nadie.
— ¡Basta, Isabella! ¡No lo repitas!
— Es la verdad —dijo entre tantos, comenzando exaltarse—
— ¡Yo te quiero mucho, Bella! ¡Te amo, hermanita y siempre te amé desde lo más profundo de mi corazón! Perdóname por no habértelo demostrado nunca. Soy la única culpable de todo. Perdóname tú a mí por haber sido tan fría y distante contigo siempre. ¡Por favor, ya no llores!
— Yo también te amo, hermanita. Tú y Aurorita son lo más importante en mi vida.
— ¿Por qué te hiciste daño, Bella? ¿En verdad querías dejarnos?
— No sé lo que me sucedió. Me sentí vacía y muy triste, y tuve muchas ganas de abrazar a mamá y a papá. Quería verlos, estar con ellos.
Gina Alicia rodeó entre sus brazos a su hermana.
— Los extraño mucho.
— Yo también los extraño mucho. Cada día de mi vida, pero jamás se me pasaría por la cabeza atentar contra mí misma. No dimensiono siquiera la mínima posibilidad de dejar solos a los seres que más amo. A papá y a mamá siempre podrás abrazarlos en tus sueños, deseándolo con todas tus fuerzas, hermanita. No necesitas hacer nada malo contra ti y dejarnos con el corazón destrozado. Muchas desgracias ya hemos vivido. No merecemos más. Reclámame de mil maneras cuando creas que lo merezco, pero nunca más intentes hacer lo que hiciste. ¿Puedes prometerme eso? Prométemelo, Bella. ¡Por favor!
Ella lo prometió y eso dejó un vestigio de paz en el corazón de Gina Alicia. Desde aquel momento y de modo incansable, ella, su esposo Michael, yo toda la familia, estarían siempre a su lado, apoyándola en los buenos y malos momentos de su vida.
— Te prometo que haré todo lo necesario para que te sientas orgullosa de mí como lo estás de Aurorita. Si quieres que deje el modelaje, lo haré, hermanita. Acabaré la Universidad y me dedicaré a cosas realmente productivas.
— Eso suena muy bien. Sí me gustaría mucho en verdad que pudieras acabar la universidad, pero no tienes que renunciar a lo que tanto te gusta. Puedes hacer ambas cosas sin ningún inconveniente. Del modo que sea yo siempre estaré orgulloso de ti.
Al oír aquellas palabras de su hermana, que nunca antes hubiese imaginado oír dirigidas a ella, Isabella Majewski pese a su aún muy debilitada condición, la abrazó y no la soltó hasta volver a quedar profundamente dormida.
La joven permanecería en el hospital por un par de días hasta que lograra recobrar la fuerza suficiente para retomar a casa. Para fortuna de la misma, su semblante había vuelto a recobrar buen color. La sonrisa había vuelto a dibujarse en su rostro, y esa era una muy buena señal para su estado de ánimo.
— ¿Cómo amaneció una de las princesas más hermosas de mi vida?
— Michael, que me mientas con ese tipo de halagos.
— ¿Qué dices? ¿Alguna vez yo les he mentido a ti y a tus hermanas?
— Mmm… no lo recuerdo —dijo la joven— ¿Esas flores son para mí?
— ¿Para quién más? Antes de venir a verte pasé por mi habitual florería y pedí que prepararan para ti el ramo de invierno más hermoso —le dijo Michael entregándole su obsequio—
— ¡Muchas gracias, Michael! ¡Me encanta!
— ¿Cómo te sientes?
— Mucho mejor. Ya quiero volver a casa. ¡Lo siento, Michael!, Lo siento mucho ¡Perdóname! —prosiguió abrazando al hombre—
— ¡Oye! Yo tengo nada que perdonarte ¿De acuerdo? —Sí te advierto una cosa—
— ¿Qué cosa?
— Estaré más pendiente de ti así me digas que ya eres adulta y qué no necesitas que nadie esté vigilando tus pasos.
— ¡Está bien!
Al igual que sus hermanas y que Michael, a la joven Isabella también sus primos, tíos y abuelos la habían visitado aquel día, demostrándole los mayores afectos y todo el apoyo que necesitaba.
— Siempre hemos sido tres, Bella. Philipp y yo jamás podríamos dimensionar nuestras vidas sin ti —le dijo su primo Timothy Haggard—
— Nos has dado el peor susto de nuestras vidas —habló su otro primo, Philipp—
— ¡Lo siento! No sé qué más decir.
Un par de días luego de lo sucedido, avergonzada, a la joven le pesaba el alma por aquello que había hecho.
— Siempre puedes contar con nosotros y hablar sobre las cosas que te aquejan.
— Somos hombres, pero podemos lograr comprender a las mujeres —dijo Timothy Haggard—
— Sobre todo Timo que creció y vive rodeada de ellas —dijo Philipp logrando robarle una sonrisa a su prima—
— ¡Muchas gracias por haber venido! Solo ustedes son capaces de hacerme reír con sus tonterías —dijo la joven abrazando a sus primos— ¡Los amo con toda mi alma!
— Y nosotros a ti, Bella.
— ¡Te amamos mucho!
MANSIÓN DE BYFANG (UN DÍA DESPUÉS)
— ¡Papito, Michael!
— ¡Señorita!
— Que bueno que llegaste.
— ¿Por qué? ¿Sucedió alguna cosa? — No te alarmes que nada malo ha sucedido.
— ¿Entonces? Mmm… ¡Ya sé! —exclamó Michael bajando su bolso de entrenamiento al suelo— ¿Quieres alguna cosa, cierto?
— ¿Cómo lo sabes? —preguntó Aurorita exagerando expresión— ¿Tienes acaso el poder de leer la mente de las personas?
— La mente de Gina y la tuya que eres su réplica exacta—le contestó—
— ¡Ya veo! ¿Quiere que vaya al grano entonces?
— Por favor, señorita.
— Necesito que me prestes tu tarjeta de crédito.
— ¿Mi tarjeta de crédito?
— Ja… ¿Sí me la vas a prestar? —preguntó la pequeña, sonriente y con un par de parpadeos pícaros e inocentes—
— ¿Y puedo saber vas a comprar?
— Un regalo.
— ¿Para tu hermana Bella, supongo?
— Mmh… Así es. Quiero recibirla aquí en la casa con un supeobsequio.
— ¡Me parece bien!
— ¿Significa que sí vas a prestarme tu tarjeta de crédito? —volvió a preguntar abrazando a Michael—
— Lo haré.
Ni bien el hombre rebuscó su tarjeta en la billetera guardada en su bolso y la sacó, la pequeña Aurora se la arrebató de su mano.
— ¡Muchas gracias, papito! Ni bien regrese te lo devolveré. Ahora debo irme. Tschüß!
— ¡Oye, oye, oye! ¿Puedo saber con quién? ¿Con Karîm?
— Esta no… Gina me envió un chofer de Mawal Company. ¡Nos vemos!
— Está bien. ¡Cuídate y no te tardes!
Con mucha prisa, la pequeña Aurora se marchó, y su destino era el Limbecker Platz. Uno de los centros comerciales más grandes de la ciudad de Essen. Allí tenía un par de cosas que hacer, como comprarle un bonito presente de bienvenida a su hermana Isabella, aunque la razón más importante que la había llevado hasta allí, la llevaba grabada en la cabeza y sin duda alguna era la primera cosa que debía hacer antes que todo lo demás; entonces su primer atajo fue en el Tecnology Store.

HINSEL-ESSEN (CASA DE LA FAMILIA HAFEZ) UN PAR DE HORAS DESPUÉS
— ¿Aurorita?
— ¿Tío puedo pasar?
— ¡Por supuesto! Pasa…
— ¡Muchas gracias!
— ¿Puedo saber con quién has venido? Karîm está aquí en la casa ahora ¿No habrás venido sola o sí? —preguntó el hombre con algo de alarma y observando afuera—
— No vine sola, tío. ¿Karîm está en su habitación? —preguntó observando su alrededor—




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