Los Destellos De Aurora

CON EL CORAZÓN HECHO TRIZAS

— ¡Karîm!

— Bonjour Amalie! (¡Buenos días, Amalie!)

— Bonjour!

— ¿Aurorita aún no está lista?

— Casi… Me dijo que me alcanzaría al rato. Yo estaré en el bar del hotel.

— Está bien.

Aurorita continuaba en su habitación intentando poner vanamente los pies sobre la tierra. Por momentos, pensó que todo se había tratado de un simple sueño. Que ella nunca besó a Karîm y que aquellos libros nunca habían volado de la mesita de luz por obra de alguna fuerza misteriosa.

Al borde de la cama se sentó a pensar y pensar entre suspiros, comiéndose las uñas hasta que unos golpeteos a la puerta le advirtieron que era momento de aterrizar.

— Si piensas quedarte todo el día en tu habitación, sería muy bueno que me lo dijeras, Aurorita.

— ¡Buenos días, Karîm!

— Pudiste haberme dado ya los buenos días cuando te metiste a mi habitación a las 6 de la mañana —le susurró el joven—

— Pues te doy los buenos días ahora porque hace rato no pude del pánico que sentí.

— ¿Vas a explicarme por qué lo hiciste?

— Ya te dije por qué.

— Pues ese cuento del fantasma no te creo nada. Ni un niño creería tal cosa.

— Si no me crees es problema tuyo.

— Aurorita, escúchame… No puedes volver a hacer tal cosa. ¿Qué hubiese pasado si tu maestro Besler o la madrastra de Amalie te veían ingresar o salir de mi habitación?

— Yo qué sé.

— ¿No sabes? Pues te lo voy a decir. Si uno de ellos te veía, se lo hubiese contado de inmediato a tu hermana Gina y el único perjudicado habría sido yo.

— Puedes estar tranquilo que nadie me vio —le dijo la jovencita con absoluto aire de despreocupación—

— Te comportas como una niña caprichosa y berrinchuda que piensa que puede hacer lo que se le da la gana sin que le importen los demás.

— Yo jamás haría cosas para perjudicarte Karîm, pero si eso es lo que crees y si tanto miedo tienes puedes renunciar en este mismo instante —le dijo la pequeña con mucho enfado, abandonando su habitación y alejándose raudamente—

Repentinamente Aurora se sintió tan molesta con Karîm que no tenía el mínimo interés de volver a dirigirle la palabra en todo el día. Necesitaba sacarlo de sus pensamientos al menos hasta después de su siguiente presentación, y que se mantuviera lo más apartado posible de su presencia.

— Yo no te llamo tonta en vano, Aurora. Cuando debes aprovechar esta ocasión para mantenerte pegada a Karîm ¿Tú que haces? Discutes con él por tonterías.

— Llámame tonta las veces que quieras, cánsate de reprocharme, pero si Karîm piensa que yo soy todo eso que acaba de decirme, no puedo hacer nada para cambiar sus pensamientos hacia mí. Para ti todo resulta muy fácil porque tuviste un novio mucho más grande que tú.

— Ssshhh… Cierra la boca.

— Es la verdad. ¡Por cierto! ¿Qué sucedió con ese sujeto?

— Nada, simplemente lo dejé a tiempo.

— ¿A tiempo de qué?

— A tiempo. Antes de que mi papá me descubriera, y también antes de que Jules intentara conseguir lo único que quería de mí.

— ¿Qué cosa?

— Sexo —contestó Amalie sin decoro, dejando atónita a su prima— La mayoría de los chicos grandes, universitarios, solo buscan sexo con jovencitas vírgenes como tú y como yo —prosiguió mientras Aurora, enrojecida e impactada, se llevaba las manos a las mejillas—

— Ah… ah… ¿Eso significa que si Karîm se fijara en mí, sería solo por querer sexo conmigo?

Por alguna razón la pregunta de Aurora causó que repentinamente Amalie se echara a reír de manera resonante en pleno bar del hotel.

— ¡Ya basta, Amalie! ¿Qué te sucede? ¿Acaso he contado algún chiste?

— Pues sí… Aurorita, escúchame —le pidió aún entre risas— En este mundo Karîm es la excepción galáctica de todos chicos que saldrían con una chica solo por sexo. Míralo bien… Hasta cara de virgen tiene, y muy probablemente aun lo sea. En ese aspecto creo que es tan tonto como tú.

Con el rubor que no se le desaparecía del rostro, Aurora miró de reojos a Karîm quien se encontraba tomando café a unas cuantas mesas de ambas señoritas.

— De todos modos se encuentra en la edad de hacerlo y si esa tal Alina se le llega a meter por los ojos también llegará a meterse en su cama.

— ¡Es suficiente, Amalie! —dijo Aurora poniéndose de pie, y volviéndose a sentar lentamente— Él no puede hacerle eso a mi corazón.

— Claro que puede porque tú todo lo que haces es alejarlo con tus repentinos berrinches de niña.

— Lo que menos deseo es alejarlo de mí —pensó con mucho pesar— Iré allá y haré las paces con él en este mismo instante.

— ¡Hey! ¿En qué piensas?

— Al menos ya lo besé —pensó en voz elevada—




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.