Los Destellos De Aurora

SECRETO

Fue momento de regresar a Alemania. A la mansión de Byfang, dejando en París, un prematuro legado. Una historia que quedaría grabada para siempre en un tiempo con pasado y sin presente.

Durante el trayecto dentro del coche, Aurora y Karîm iban juntos, y de repente a la jovencita se le vino a la mente el recuerdo de Violette.

— ¿Qué fue de aquella agradable chica? Lamento no haberla podido conocer mejor por mis berrinches de niña —conversó consigo misma—

Minutos más tarde se lo preguntó a Karîm.

— Lastimosamente, ya no pude verla, pero quedamos hablando por mensajes y me comentó brevemente sobre una noticia muy agradable.

— ¿Qué noticia?

— Violette tomará una pasantía de tres meses aquí en Alemania. Se postuló para un intercambio académico y la escogieron aquí en la ciudad.

— Ah… ah… ¡Esa es una buena noticia! Así podré conocerla mejor. Me agradó mucho ella.

— Violette es muy buena persona y muy amable con todos, Aurorita. Te agradará aún más cuando la conozcas mejor —le dijo el joven y Aurora sonrió—

Una gran sorpresa aguardaba a Aurora al llegar a la mansión. Se trataba de una magnífica bienvenida para celebrar su consagración.

En la mansión de Byfang, todos sus compañeros y maestros de la escuela y del ballet, presentes, se encontraban. Al igual que toda su familia y la cabecilla de aquel preparativo, que a Aurora aguardaban.

Isabella Majewski fue el artífice de aquella bienvenida, y Aurora lo supo de inmediato, pues no había otra que organizara fiestas sorpresas tan perfectas como ella.

Al ingresar la campeona, los primeros en correr a recibirla fueron fuero el pequeño Ezra y Copito de nieve a quienes en verdad Aurora había extrañado horriblemente. En medio del gran recibidor, Aurora los abrazó entre lágrimas de emoción. Subió a Copito de nieve entre sus brazos y quién o a su hermanito de besos y más abrazos.

Delante de ella tenía a Michael, quién entre sollozos le dio la bienvenida. El hombre no pudo evitar reprocharle por no haber podido estar a su lado momentos tan importantes como ese.

— Yo en verdad merezco que mi suegro venga y me dé lo que merezco. No creo que vaya a perdonarme jamás haberte faltado, mi pequeña —decía mientras la rodeaba entre sus brazos— Le prometí un día que estaría contigo en los mejores momentos y tu vida y fallé.

— No te reproches por eso, papito. Tenías tus propias actividades y no ibas a suspenderlas por mí.

— ¡Por supuesto que debí hacerlo! Nada en este mundo puede ser más importante que verte brillar.

— Tú también brillaste. Mi hermana Gina Alicia ya me contó lo bien que te fue en tu juego de fútbol. ¿Quién hubiese marcado goles en tu lugar? —le dijo la pequeña— Ni hubieses podido dedicármelos, sí lo dejabas todo para ir conmigo a París.

— Te adoro, pequeña. Con toda mi alma. Todos aquí estamos muy orgullosos de ti.

Pensó Aurora que de haber sabido sobre aquella bienvenida, se habría partido en cientos de pedacitos para que cada uno tuviera algo de ella para abrazar y felicitar.

— ¡Felicidades, hermanita hermosa! En verdad estoy muy orgullosa de ti —exclamó Isabella abrazando a su hermana—

— Gracias por esta bella bienvenida, hermanita. Me encantó llegar y ver a todos aquí. Tuve días muy arduos en París y en verdad los extrañé mucho. —dijo la pequeña abrazando a su hermana—

— ¡Te adoro, mi destellito! Espero que disfrutes de la fiesta qué preparamos para ti.

— ¡Lo haré!

— Oye… Louis acaba de llegar. Iré un rato a recibirlo.

— Bueno.

Entre tantos saludos de bienvenida y felicitaciones, Aurorita había perdido de vista a Karîm y cuando finalmente quedó liberada, se unió a sus compañías de siempre. Amalie, Ihsân y unos que otros compañeros del ballet y de la escuela para compartir con ellos la fiesta qué se había puesto muy animada con buena música, de aquellas que a Aurora mucho le gustaban.

Cuándo de fiesta se trataba, no había manera de aburrirse en aquella mansión. La sala de juegos, con n karaokes, videoconsolas y otros entretenimientos, había sido habilitada, al igual que el salón de baile, desde luego, y la sala de estar con chimenea donde uno podría pasar el rato de manera más amena.

— Ah… ah… ¡Es mi canción favorita! —repentinamente de un salto exclamó Aurorita—

Una que se había vuelto canción de culto póstumo. “Friend Of Mine” (Avicii) que contenía unas letras muy bonitas y llenas de melancolías.

Al oírlas, espontáneamente los ojos de Aurora volvieron a buscar a aquel chico que la canción le hizo recordarlo, sin embargo, no lo veía por ningún lado y se preguntó si quizás de la mansión ya se había marchado.

— A él no le sientan bien las fiestas. Quizás ya se fue —se dijo a sí misma algo cabizbaja—

— Se lo que estás pensando. Más bien, sé en quién estás pensando —le susurró su prima Amalie—

— ¡No me digas! ¿Ahora eres adivina?

— Una adivina muy divina —dijo Amalie sonriendo— Para ver a quién deseas solo debes levantar los ojos a las estrellas.




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