Los Destellos De Aurora

EXPRESO FRANKFURT

Luego de que Aurorita y su prima abandonaran los predios de la universidad, aquella joven, Alina, se acercó a Karîm, quien disponía a irse de nuevo rumbo a clases.

— ¿Ahora que esa niña ya ni siquiera te deja en paz aquí en la universidad? —le dijo y el chico se detuvo—

— ¿Qué sucede contigo Alina?

— ¿Qué sucede contigo? No me hablas desde hace días pese a que te pedí disculpas. Y hasta te di el gusto de eliminar todo lo que había publicado par que no lastimara a tu niñita querida.

— Era algo que debías hacer porque mentiste. No metas a Aurorita en esta situación.

— ¿Por qué no, si ella está metida hasta el cuello en todo lo que tenga que ver contigo? ¿Karîm, porque permites que ella te sature de esa manera? No puedes ir y venir tras ella cuando se le antoje. Ahora resulta que va a arrastrarte a Frankfurt. Tú y yo nos llevábamos bien hasta que esa chiquilla malcriada se metió entre los dos.

— Alina, te dejaré claro unas cuantas cosas. A mí nadie me arrastrará a ninguna parte. Nadie me satura. Tengo un trabajo que implica acompañar a Aurora a donde ella requiera ir yo lo que hago ¿Comprendes? Y una última cosa. Deja de expresarte sobre ella como si la conocieras. Aurora no se interpuso entre tú y yo. Lo único que se interpuso fue la absurda idea que te hiciste en la cabeza sobre nosotros. Si aún deseas al menos preservar nuestra buena convivencia aquí en la universidad, abstente por favor de hacer comentarios fuera de lugar.

Posterior a esas palabras, Harem pegó media vuelta y aceleró sus pasos rumbo al salón de clases.

MANSIÓN DE BYFANG (DÍA DEL VIAJE A FRANKFURT)

En ausencia de Gina Alicia, fue su esposo Michael quien había quedado a cargo de la mansión y sus habitantes, pese a que el mismo poseía sus propias actividades que también lo mantenían bastante ocupado. Michael fue el encargado de firmar la autorización para que Aurorita formara parte de aquella nueva competición. El concurso de ballet contemporáneo en la ciudad de Frankfurt con el elenco de la Academia Helen Kneist.

— ¡Karîm, que gusto volver a verte por aquí! Últimamente que vienes por Aurorita te la pasas ocultándote —dijo Isabella saludando al chico con un abrazo—

— ¿Bella, cómo estás?

— ¿Bien, y tú?

— Igual.

— ¡Oye! Hace un par de días me enteré de que tienes novia. ¿Es cierto? ¿Por qué no me la has presentado, eh?

— Mmm… Aquello en realidad fue un malentendido.

— ¿Cómo? — Una broma de Alina.

— ¿Una broma?

— Y una realmente incómoda.

— Vergonzosa diría yo. Por sobre todo para la chica —dijo dado un leve suspiro— Y a mí que se me había ocurrido la idea de proponerte planear algo entre los cuatro.

— ¿Entre los cuatro?

— Así es. Tú, tu novia, que al final resultó no ser tu novia, Louis y yo.

— Bella, por favor… ¿Es broma?

— No… De todos modos, todavía podríamos ser cuatro si incluimos a Aurorita. ¿Qué te parece?

— ¿Quieres incluirme a un plan donde también incluyes al demente de tu novio? Ese policía ni siquiera puede verme en pinturas, y para serte sincero yo tampoco tolero su presencia.

— Karîm, yo conozco de sobra el carácter de Louis y justamente por esa razón le puse un límite a sus malos comportamientos. Por el bien de nuestra relación, él me prometió que no volverá a caer en malos comportamientos-

— ¿Y le creíste?

— Lo hice porque si en verdad me ama cumplirá su promesa.

— De acuerdo. Eres libre de creerle, pero ese sujeto tiene la cabeza muy dañada en verdad. Carga muchos traumas, por lo tanto, yo dudo que pueda sostenerte sus promesas por mucho tiempo.

— ¿A qué traumas te refieres, Karîm? No entiendo —preguntó extrañada la joven—

— Ves… Ni siquiera sabes todo sobre ese policía. ¿Cómo puedes confiar tanto en él?

— ¿Y qué es lo que debería saber sobre Louis que no sé? ¿A cuáles traumas te refieres?

— ¿Por qué no se lo preguntas a él mismo? Si en verdad te ama como dices, será sincero contigo. Yo no sé lo suficiente, por lo tanto, lo que pueda llegar a contarte seria sin muchos detalles.

— No importa, Karîm. Solo dime lo que sabes. Gina ya me había insinuado alguna cosa, pero tampoco quiso contarme. Habla, por favor.

— A finales del año pasado, cuando acababa de llegar de Marsella, me enteré por casualidad de ciertas cosas. Bueno, la verdad ya sentía mucha curiosidad sobre situaciones que siempre había oído entre susurros por los pasillos, por eso un día de descuido de mi padre ingresé a su despacho sin que nadie lo notara —explicaba el joven— En el lugar encontré un sin fin de documentos, archivos y papeles. Definitivamente, no tenía idea de que se trataban, sin embargo, era consciente de que se trataban de cosas muy importantes para mi padre, pues de lo contrario no mantendría siempre aquel despacho bajo llave. Al azar tomé un archivo con el nombre de un tal Thomas Wieber y me puse a leer.




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