Recorriendo por toda la galería principal y las galerías adjuntas, Aurora y Karîm al hombre misterioso no dejaron de buscar.
— ¿Dónde pudo haberse metido? Ya lo buscamos por todas las galerías.
— ¿Karîm, y si ese hombre fue un fantasma que se nos apareció?
— Ya… ¿Qué dices, Aurorita? No comiences de nuevo con tu fijación por los fantasmas. Este lugar es muy grande y quizás… se fue a la sección de fumadores, por ejemplo.
— Podemos ir allá entonces a ver si lo hallamos —le dijo Aurora y se dirigieron a la sección de fumadores—
El hombre tampoco se encontraba allí y decidieron volver hasta la galería principal por si hubiere regresado—
— No está, Karîm. Ese hombre desapareció como porque arte de magia.
— Quizás ya se fue para su casa.
— ¿Cómo pudo marcharse de la nada si estaba conversando con nosotros?
— Porque seguramente recordó que tenía algo urgente que hacer.
— ¿Karîm, por qué te cuesta tanto creer que pudo tratarse de un fantasma?
— Porque los fantasmas no existen —dijo besando su frente—
— Los fantasmas sí existen.
— Mmm… ¿Y es que acaso has visto alguno?
— No porque los fantasmas son invisibles, pero pude percibir al que me asechó en París. Ese fantasma que hizo volar los libros que se encontraban sobre la mesa de luz de tu habitación. Sospeché que pudo tratarse del fantasma de mi mamita Paula que nos siguió hasta allá, pero luego lo analicé mejor y deduje que pudo tratarse del Fantasma de la Ópera.
— ¿El Fantasma de la Ópera, Aurorita? —preguntó sonriendo—
— Así es y no te burles. ¡Ponte a pensar! Estábamos en París y yo tuve mis presentaciones en el Palais Garnier donde habita el Fantasma de la Ópera. Quizás Erik, al verme sobre el escenario me confundió con Christine Daaé. Luego me vio contigo, sintió celos de ti y nos siguió hasta el hotel —explayó fabulosamente mientras el chico quedó oyendo encantado todas sus fantasías.
— Difícilmente Erik pudo haberte confundido con Christine Daaé porque ella era una cantante de ópera no una bailarina clásica. Con quién sí pudo haberte confundido sin duda alguna fue con la parlanchina Meg Giry. Ella si era bailarina y la estrella más encantadora del cuerpo de ballet de París —le dijo apretando y sacudiendo sus mejillas— ¿Sabes lo que me pone contento?
— No… ¡Dime!
— Que acabo de enterarme de que al menos leíste un libro en tu vida.
— Ah… ah… Yo sí he leído libros en mi vida. Los de la escuela también cuentan —Karîm volvió a sonreír— Mi papito Michael me obsequió “El Fantasma De La Ópera” por mi 11 mi cumpleaños y antes de eso leí todos los libros de cuentos de las Princesas de Disney. Mi favorita es la Bella Durmiente.
— Pues Michael no pudo haber hecho mejor cosa libros, mi pequeño ángel. Ahora comprendo cómo y porque le nació tanta imaginación, mi hermosa Reina de París.
Karîm rodeó a Aurorita entre sus brazos hasta que un repentino grito les separó de un salto.
— ¡Por fin los encontré! —vociferó aquella voz que del susto ocasionado, paralizó el corazón de los dos.
— Allah yarhamnil! ¿Violette no pudiste anunciarte de un modo decente?
— ¡Perdón! ¿Los asusté?
— No, solo lanzaste mi alma fuera de mi cuerpo.
— ¡Y la mía también! —exclamó mientras yacía aun casi desvanecida en los brazos de Karîm—
— Lo siento mucho. Es que los estuve buscando por todas las galerías desde que llegué y no los encontré ¿Aurorita, estás bien?
— Ja… pero casi vi la luz al final del túnel —dijo siempre sujeta a Karîm—
— ¡Bueno! ¿Pero por qué los asusté tanto? Tan horrible no soy.
— Es que estábamos buscando a un fantasma y justo te apareciste pegando un grito —le explico brevemente Aurorita—
— ¿Buscaban a un fantasma?
— Sí… A uno que se nos apareció en la galería principal.
— Ah… Veo que ya estás repuesta del susto, Aurorita. ¿Ya puedo soltarte?
— Creo que si —contestó sonriente desprendiéndose del chico lentamente—
Muy contenta de volver a ver Violette, la saludó con besos y un gran abrazo pues esa chica le había caído realmente bien desde que la conoció brevemente en París.
— ¡Me da mucho gusto de que ya estés aquí, Violette! ¡Eres muy bienvenida!
— ¡Muchas gracias, Aurora!
— ¿Cuándo llegaste? Debiste haberme avisado para ir a buscarte.
— Llegué ayer por la noche, Karîm y preferí no contarles nada para darles una sorpresa.
— ¡Y vaya sorpresa con susto incluido! —dijo la pequeña y todos rieron—
— No fue mi intención asustarlos. ¡Lo juro! Pero ya cuéntenme. ¿Qué es esa historia del fantasma?
— Son solo fantasías de Aurorita. No hay ningún fantasma.