Los Destellos De Aurora

ANTESALA DEL CIELO

Una princesa yacía consumida en la más profunda oscuridad. Todas las luces se habían apagado para ella sin piedad. Su alma estaba emprendiendo un largo y desconocido viaje, y no existían posibilidades de quedarse. Deseaba hacerlo, sin embargo, una fuerza superior la arrastraba alejándola más y más.

— ¿A dónde voy? ¿Qué sucedió conmigo? —se preguntó entre llantos la pequeña— ¿Karîm, dónde estás?

Aurorita sintió gran temor, pues aquel viaje oscuro parecía no tener fin.

— ¿Me quedaré aquí por siempre? Karîîîîn…

En la incertidumbre de no volver a ver la luz, y envuelta en un profundo vacío, gritaba solo un nombre transformado en ecos lejanos. Sin respuestas se acurrucó en su tenebrosa soledad con la frente apoyada sobre sus rodillas. Con ellas cubrió por completo su rostro, y su cabeza con sus brazos, deseando que pronto todo pasara. Deseando que en algún momento su Príncipe de aquel lugar la rescatara.

— Las medialunas no eran tan buenas. ¿Dónde están mis compañeros?

Sus pensamientos vagos e inocentes la alejaban un poco del temor. De aquel tiempo que parecía no transcurrir jamás. Aquel tenebroso túnel le resultaba eterno, no obstante un pequeño resplandor se formó a lo lejos. Un resplandor que fue creciendo y le devolvieron luz a sus ojos. Levantó la cabeza y pensó que finalmente volvería casa, con certeza.

Aurorita se puso de pie y aquel resplandor acabó con toda la oscuridad que no la dejaba ver.

— ¿Volveré a casa? ¿Karîm, estás ahí? ¿Puedes oírme?

La enceguecedora luz se hizo más y más fuerte. Tanto que le impedía observar todo su alrededor. Se cubrió los ojos con las manos pensando en que aquello no podía ser peor que tanta oscuridad.

Al poco tiempo oyó una voz.

— No temas, Aurorita. Te prometo que todo estará bien.

— ¿Quién eres? —preguntó intentando distinguir alguna cosa observando a través de los pequeños espacios que hacía con sus dedos—

— Mi nombre es Dana. Y soy un ángel potestad.

— ¿Un ángel?

— Así es. Estoy aquí para conducirte a la antesala del cielo. Acompáñame.

Sin preguntar nada más, Aurorita apartó las manos de su rostro, pues la luz dejó de lastimar sus ojos. De ese modo en compañía del ángel potestad llegó Aurorita a la antesala del cielo.

— ¿Qué haré yo en este lugar?

— Aquí aguardarás tu momento de cruzar el gran portal de los cielos.

— Pero yo no quiero cruzar ningún portal —dijo echándose repentinamente a llorar—No quiero morir. ¡Por favor, ayúdame a volver a mi casa! Quiero despertar de nuevo y estar con mi familia. Quiero estar con Karîm. Él y yo tendremos un hermoso baile de primavera.

— No debes llorar pequeña. Aquí las lágrimas están prohibidas.

— Yo solo quiero volver con mi familia.

— Debes estar lista para cruzar el gran portal. Te dejaré sola ahora para que puedas asimilar el nuevo mundo que te espera. Un mundo maravilloso y lleno de felicidad donde nada es imposible.

— ¿Un mundo dónde nada es imposible? —le preguntó al ángel la pequeña secando sus lágrimas—

Aurorita no recibió respuestas. Buscó seguir los pasos del ángel potestad, pero un gran muro invisible le prohibió continuar. El mismo muro que la separaba del mundo real.

Insistente en hallar una salida corrió hasta el otro extremo donde todo era igual.

— No quiero quedarme atrapada aquí. Karîm, sácame de aquí. Karîîîîn... —suplicaba mientras el gran muro invisible una y otra vez golpeaba—

Desconsoladamente volvió a llorar y sobre esponjosas nubes de algodón reposó su infelicidad. En la misma posición que la vez anterior Aurorita nuevamente se acurrucó esperando sin tiempo abrir los ojos y despertar de aquel eterno. Descubrir que todo se había tratado tan solo de una extraña pesadilla.

Su ilusión de volver. Sus lágrimas. El deseo inmenso de poder abrazar a su familia, y el temor de hacer sufrir a sus seres queridos, hacían imposible su acceso al gran portal del cielo.

Pensar en sus hermanas, en Michael, en sus primos, tíos, compañeros. Pensar en el pequeño Ezra y en su inseparable amigo Copito de nieve, formaban un nudo en su pecho. Recordar a su abuela Elwira y el maravilloso vestido mágico que había hecho para ella, la cubría en un manto de melancolía. Pensar en el baile con su bello príncipe que ya nunca sería, la hundía en un incontenible llanto que más y más la deprimía. Revivir en su mente los gloriosos días en el ballet. Sus sueños de ser una gran actriz y sus maravillosos pasajes por el canto, la mantenían en el limbo. En la antesala de un cielo sin destino.

La pequeña se negaba a pensar que ya no pertenecía al mundo real. Su futuro dependía de la decisión final de los tronos para acceder a la eternidad de una nueva vida sin final.

ICKTENER SIEDLUNG – BASE DEL OPERATIVO EN LA FRONTERA CON MÜHLHEIM

El oficial Mark, Louis Wieber y Karîm Hafez llegaron finalmente a la base del operativo y el primero en recibirle fue Simon Stewart. Echado nuevamente en llanto, el joven Karîm se entregó a los brazos de aquel hombre acongojado de tener que formar parte de otra triste desgracia dentro de la familia Majewski.




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