Los Diarios de Mi Padre

Capítulo 7 - Revelación Devastadora

—“Javi” —Christian llamó, con sus delgados dedos levantando mi barbilla para obligarme suavemente a desatender el informe de trabajo que estaba leyendo y enfrentarlo—. “Escúchame bien, mio figlio, porque tengo algo importante que contarte”.

—“Si se trata de la fiesta benéfica que estás organizando para la próxima semana, ahórratelo. Emily se encargó ayer de divulgar tu pequeño secreto y no, no quiero asistir. Sabes que detesto esos eventos, papá” —rodé los ojos, ignorando la bomba atómica que estaba a punto de arrojar sobre mí.

Ese día, cuando todo se derrumbó a mi alrededor, el sol estaba en lo más alto del cielo, con nubes regadas y tan blancas como la sal, aves cantando felizmente y la copa de los árboles danzando al compás de la agradable brisa. Si nuestra vida fuera una película, el clima hubiera reflejado la turbulencia que todos experimentamos por dentro, con truenos, relámpagos, lluvia torrencial y música dramática. Tal vez un terremoto si el director estuviese de ánimos para exagerar. Pero no, no hubo ningún suceso remotamente parecido, aunque no fue necesario, porque nada ni nadie podría haberme preparado para recibir impávido esa revelación devastadora. Pretendí escabullirme como una lombriz para eludir la indeseada invitación y posterior amenaza que sospeché seguiría, porque siempre me rehusaba y Christian se aprovechaba de sus tácticas capciosas para hacer que aceptara, cada maldita vez, pero apenas logré dar un par de pasos en el impecable suelo de la cocina cuando el llanto de mi hermana, perceptible desde la sala de estar, me congeló en mi lugar.

—“¿Qué está pasando?” —demandé deprisa, cualquier rastro de diversión disipándose, preocupado por el súbito cambio en el ambiente y el semblante siniestro que entonces noté papá tenía.

—“Tengo cáncer” —explicó sin rodeos, retrasos o adornos que pudieran amortiguar el golpe diestro a las entrañas que esas dos simples palabras me causaron y podría jurar que la sangre se acumuló en mis pies.

—“Cáncer” —repetí como un imbécil, pero a mi cerebro le estaba costando actualizarse. Conté mentalmente hasta diez antes de preguntar—. “¿De qué tipo?”

—“Páncreas” —cerré los ojos, intentando desesperadamente recordar las probabilidades de supervivencia, pero en ese momento no pude, sin importar cuánto luché, acordarme de una mierda.

En la universidad nos hicieron tomar un seminario de eso para que, en caso de que nos faltaran créditos para aprobar una asignatura, pudiéramos compensarlo. Un incidente tan inocente y fútil, porque no estimé que una cosa semejante lograría afectarme directamente. No consideré que, años después, alguien tan fundamental y significativo para mí lo padecería. Nunca imaginé, ni siquiera por un segundo, que estaría sentado en el asiento del copiloto, paralelamente siendo coaccionado a presenciar un acontecimiento tan deprimente, doloroso, aplastante y, lo peor, reproduciéndose en cámara lenta. Si de algo estaba absolutamente seguro en ese instante, era que el cáncer de páncreas era uno de los más agresivos y peligrosos, ya que como las primeras etapas no presentaban síntomas, solía detectarse demasiado tarde.

—“¿Quimio?” —balbuceé torpemente, inútilmente esperanzado, con el corazón acelerado y reprimiendo el impulso abrumador de gritar.

—“Está muy avanzado, mio figlio” —podía enumerar con los dedos de una mano las veces que vi a Christian llorar… esa no fue una de ellas—. “Y antes de que te vuelvas loco y comiences a hacer una interminable lista de las posibilidades, porque te conozco, créeme que ya he probado todo. Fui con los doctores más versados, los más calificados especialistas, consumí tantos medicamentos que ya me olvidé del nombre de la mayoría y someterme a cirugía únicamente pospondrá lo inevitable” —se encogió de hombros, suspirando con cansancio—. “Voy a morir, Javier. Mientras más rápido tú y Emily lo acepten, mejor será para mí y para David” —como era típico de papá, ni siquiera la advertencia intimidante de su inminente muerte lo acobardó.

Yo, por otra parte, estaba asustado. Un miedo devorador, gélido y monumental, como ninguno que hubiera sentido en el pasado, fue inyectado como ponzoña en mis venas. Luego una tristeza aniquiladora surgió para formar una mezcla tan agobiante que tuve que inclinarme encima del mostrador, porque mis piernas temblaban mucho y no podían soportar el peso de mi cuerpo ni la carga de mis emociones.

—“¿Cuánto tiempo te queda?” —susurré temeroso. No quería oír su respuesta, pero tenía que saberlo.

—“Seis meses” —con los ojos abiertos como platos, dirigí mi mirada a la suya, incrédulo y más allá de aterrado, porque eso era muy poco.

Las lágrimas obviamente se precipitaron, sollozos rotos brotaron de mi boca y supliqué. Dios fue mi testigo, le rogué que no me dejara, cayendo finalmente de rodillas. Papá se apresuró a abrazarme, meciéndonos hacia adelante y atrás, acunándome en sus tiernos brazos hasta que el mundo pasó a un tercer plano y sólo su fragancia familiar y reconfortante me mantuvo cuerdo. Estuve en un estado entumecido por varios amaneceres, como un zombi sin raciocinio, propósito o identidad, hasta que la angustia palpable de mi hermana y el agudo desconsuelo de David me hicieron reaccionar y erigir una muralla de estoicismo. Construí una imperturbabilidad quebradiza e ilusoria, porque alguien tenía que ser fuerte para prevenir que los demás se desmoronaran, descomponiéndola estrictamente en mis períodos de soledad.

Fue lo más agotador, desgarrador y difícil que tuve que sobrellevar jamás, disimulando con actitud firme y serena la catástrofe de magnitud 9,1 desarrollándose en mi interior, despedazándome con una perversa lentitud. Actualmente no es tan diferente, ya que todavía debo velar por las personas que amo: mis abuelos y Emily. Por supuesto, eso no quiere decir que la práctica equivale a facilidad, porque en ocasiones como esta, que los recuerdos son como fantasmas acechando entre las sombras, poderosos, desalentadores y brutales, mi fachada se debilita y no hay ni una maldita cosa que pueda hacer al respecto.



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En el texto hay: superacion, drama, perdida

Editado: 21.06.2023

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